Creación de la nada a través de la desintegración conceptual - Aitor Díaz


1.     Resumen
Molloy (Samuel Beckett, 1970) supone una suerte de advenimiento en la literatura. Es una obra que abarca la inmensidad de conceptos del lenguaje a través del vacío. No cuenta “nada” y lo dice “todo”, y los significados y los significantes dependen más del lector que de la intención del propio Beckett. Este estudio pretende abordar uno de los aspectos de esta búsqueda de la “nada”, concretamente la utilización de la degradación conceptual para tal fin, y demostrar como, a través de esta desintegración de personajes, relaciones, y lenguaje, se genera la sensación de vacío que impera a lo largo de la obra.

Palabras clave: vacío, Samuel Becket, degradación, nada, Molloy, Moran. 

2.     Molloy y Moran, el camino hacia la nada
Molloy (Samuel Beckett, 1970) es un obra inabarcable. Inabarcable en cuanto significados, en cuanto a conceptos, y en cuanto a las trasgresiones del lenguaje que en ella se desarrollan. Algunos la definen como una obra maestra del humor negro, y otros como un ejemplo de la épica del desastre. Introduce múltiples conceptos del psicoanálisis, y esto se traduce en que los lectores ven en ella lo que quieren ver. Ven absurdo, ven búsqueda de identidad, ven vejez, conjeturan sobre sí un pasaje querrá decir una cosa u otra, y otros, también legión, ven la carencia de todo lo anterior: la nada. Y es que cuesta creer que un libro como Molloy pretenda no decir nada en absoluto, y contarlo todo al mismo tiempo. Sumerge al lector en la búsqueda del vacío, o mejor dicho, la búsqueda de un objetivo inútil a través de un recorrido sin sentido.
Las historias de Molloy y Moran son básicamente la misma (o incluso del mismo personaje en distinto tiempo), solo que una es más concreta que la otra, y aún así, conducen sin remedio a idéntico desenlace inhumano. Son dos agentes del vacío, y mediante sus acciones generan esa ausencia vital transmitida al lector a través de las páginas de la novela. Nada es tan cierto como el vacío; el error y la trayectoria que todo hombre parece condenado a recorrer sin propósito alguno. La nada. Y para ello Beckett se sirve de Molloy y Moran. El primero parece amnésico (o lo es), ha perdido la movilidad de una de sus piernas, y emprende la búsqueda de su madre en una ciudad cuyo nombre, ubicación o características no es capaz de recordar. No sabe si está entre montañas, o en la costa, y cada vez que intenta hacer memoria se manifiesta el vacío en forma de contradicción, como muestran los siguientes fragmentos:   

“Lo que puedo afirmar sin temor de, sin temor, es que me iba siendo indiferente a ojos vistas saber en qué ciudad me encontraba y si iba a dar pronto con mi madre para despachar el asunto que nos concernía.” (Molloy, Página 79, Allianza/Lumen)

“(…) Tal vez hoy ya no sea así. Aunque no acabo de ver cómo puedo hablar de las características propias de mi región, pues nunca salí de ella. No, nunca me evadí, e incluso ignoraba los límites de mi región. Pero me parecían bastante lejanos. Pero esta creencia no estaba basada en ningún fundamento serio, era simplemente una creencia.” (Molloy, Página 80, Allianza/Lumen)

Molloy recorre a solas su camino hacia la desintegración. Durante su periplo se suceden un par de encuentros aleatorios, aunque al final, con Molloy ya dentro de una zanja, el lector se pregunta si todo lo que Molloy ha experimentado es real o fruto de su imaginación. No obstante, poco importa, ya que el personaje ha concluido su ciclo y es ahora tiempo de descomponerse.

“Me dejé caer rodando hasta el fondo del foso. (…) Tenía ganas de volver al bosque, bueno no muchas ganas. Molloy podía quedarse donde estaba.” (Molloy, Página 112, Allianza/Lumen)

Por otra parte, el segundo de los personajes de la novela de Beckett, Moran, recorre un camino muy similar al primero (siendo, quizás, Molloy en el pasado), aunque más raudo y concreto. Moran es un misterioso agente (que no un mensajero, ya que no está capacitado para ello), al que le asignan encontrar a Molloy. No sabe ni que aspecto tiene ni dónde encontrarlo, pero se lanza en su busca con su hijo. Y al igual que Molloy, también cae víctima de la desintegración física durante su búsqueda. Queda convertido en un lisiado. Finaliza su aventura en el vacío, en la nada inhumana que impera durante toda la novela, y cuya construcción será analizada en los siguientes apartados.

“Le dejé. Me voy. Quizá encuentre a Molloy. Mi rodilla no mejora. Tampoco empeora. Ahora llevo muletas. ” (Molloy, Página 214, Allianza/Lumen)


3.     Creación de la nada
Como se ha subrayado previamente, los personajes de Molloy (Samuel Beckett, 1970) emprenden caminos paralelos hacia el vacío, hacia la nada existencial, y para que el lector se vea arrastrado por ellos, Beckett utiliza los siguientes mecanismos de descomposición.

·      Descomposición física:

Uno de los mecanismos que utiliza Beckett para generar sensación de vacío en el lector, para la creación de nada, es la desintegración sistemática de los dos personajes principales de la novela. El más crudo ejemplo es sin duda Molloy, aunque Moran, pese a empezar de forma más cabal y saludable, también acaba degradado y sin esperanza. A continuación se incluyen textos de ambos personajes para ejemplificar este primer mecanismo:

“En casa de Lousse mi salud permanecía estable. Es decir que lo que lo que tenía descompuesto, se me iba descomponiendo poco a poco cada vez más, como era de esperar.” (Molloy)  (Molloy, Página 68, Allianza/Lumen)

“Se inclinaba por encima del diván, a causa de su reumatismo, y yo le daba por detrás. Era la única opción que podía soportar, a causa de su lumbago.” (Molloy)  (Molloy, Página 69, Allianza/Lumen)

“Y entonces mi avance, siempre lento y penoso, lo era todavía más a causa de mi pierna corta y tiesa, que creía desde mucho tiempo atrás más allá de los límites de la rigidez (…) Pero sobretodo a causa de la otra pierna, que también iba adquiriendo, ¡con lo ligera que había sido!, progresiva y rápida rigidez, aunque por desgracia todavía no comenzaba a acortarse. Porque cuando las dos piernas se acortan al mismo tiempo y con la misma cadencia, no es nada terrible, en absoluto. Pero cuando solo se acorta una, mientras la otra permanece estacionaria, el asunto empieza a resultar inquietante” (Molloy)  (Molloy, Página 94, Allianza/Lumen)

“(…) Me encontré con que no podía levantarme. Es decir que terminé por levantarme, no había más remedio, pero ¡a costa de que esfuerzos! No poder se dice rápido y se escribe rápido, pero no hay nada tan desagradable (...) Así creí al principio que no podía doblar la pierna, pero empeñándome llegué a doblarla un poco. La anquilosis no era completa. Estoy hablando de mi rodilla.” (Moran)  (Molloy, Página 171, Allianza/Lumen)

·      Descomposición familiar:

Otro mecanismo para generar nada es la desintegración de los estamentos familiares. Tanto Molloy como Moran presentan actitudes que podrían considerarse grotescas ante sus familiares más cercanos (Molloy hacia su madre, y Moran hacia su hijo). El lector espera encontrar cariño y amor a partir de este tipo de relaciones, pero Beckett solo ofrece desintegración de los lazos maternos y paternos, generando, en consecuencia, mayor sensación de desasosiego y vacío. 

“Me comunicaba con ella (con su madre) golpeándole el cráneo. Un golpe significaba sí, dos no, tres no sé, cuatro dinero, cinco adiós. Me había costado mucho adiestrar a este código su entendimiento arruinado y delirante, pero lo había conseguido.” (Molloy)  (Molloy, Página 23, Allianza/Lumen)

“(…) podría encadenar a mi hijo de modo que no pudiese darme un chasco. Era un simple problema de lazos y de nudos, y hubiera podido resolverlo, en caso de ser necesario.” (Moran)  (Molloy, Página 160, Allianza/Lumen)

“(…) Sin duda en aquel mismo momento me hubiera degollado de buena gana con el mismo cuchillo que yo guardaba con tanta tranquilidad en mi bolsillo. Pero todavía mi hijo era un poco jovencito para los grandes actos de justicia.” (Moran)  (Molloy, Página 161, Allianza/Lumen)

·      Descomposición del lenguaje (desintegración de la verdad):

La tercera forma de descomposición empleada en Molloy (Samuel Beckett, 1970) es la contradicción. La novela está compuesta por dos monólogos internos de más de cien páginas de extensión, uno por personaje, y ninguno de ellos resultan fiables. Beckett construye su novela a base de afirmaciones con sus respectivas negaciones, de modo que la paulatina desintegración de Molloy y Moran se transmite mediante una narrativa que se fagocita a sí misma. Esta circunstancia hace que cualquier interpretación de la novela resulte difícil, ya que el lector no sabe si la historia está ocurriendo o es simplemente fruto de la imaginación de los personajes. De hecho, ni siquiera queda claro que los personajes tengan carácter existencial como tal. Molloy (Samuel Beckett, 1970) desintegra la verdad narrativa a través de la contradicción perpetua, y destruye así el lenguaje para continuar con su creación de vacío.

“ (…) Me había costado mucho adiestrar a este código su entendimiento arruinado y delirante, pero lo había conseguido. Claro que podía ser que ella confundiera sí, no, no sé, y adiós, pero eso no tenía importancia porque yo también los confundía.” (Molloy)  (Molloy, Página 23, Allianza/Lumen)

“(…) Sí, mi avance me obligaba a detenerme (…) detenerme era el único modo de avanzar .” (Molloy)  (Molloy, Página 96, Allianza/Lumen)

“(…) Dijo que era carbonero, pero en realidad no sé nada.” (Molloy)  (Molloy, Página 102, Allianza/Lumen)

“(…) Ahora os lo diré. No, no diré nada. Nada.” (Moran)  (Molloy, Página 166, Allianza/Lumen)

“Nos acostábamos al raso. Lo aconsejaba la prudencia.” (Moran)  (Molloy, Página 167, Allianza/Lumen)

·      Descomposición de la lógica:

Por ultimo, cabe mencionar la sutil descomposición que la lógica sufre a lo largo de la novela. En varias ocasiones, Beckett establece análisis lógicos de carácter matemático que pretenden obedecer a la razón. El lector siente la tentación de agarrarse a ellos, ya que constituyen auténticos salvavidas de entendimiento en un océano de incertidumbre, pero bien analizados todos ellos resultan carentes de sentido. Quizá el ejemplo más esclarecedor sea el de las piedras que lame Molloy. Beckett diseña un complejo mecanismo para que su personaje nunca lama la misma piedra dos veces durante un ciclo de lametones (Molloy dispone de dieciséis piedras y cuatro bolsillos, y siempre ha de haber cuatro piedras por bolsillo). Este mecanismo es analizado hasta la extenuación. Se llegan a conclusiones lógicas, matemáticamente reconfortantes, pero si el lector se detiene un segundo a analizar la lógica interna del ejercicio, cae en la cuenta de que, el problema en sí mismo es ilógico. ¿Por qué chupar piedras? ¿Qué ocurriría si una misma piedra se lame dos veces seguidas? Son preguntas que chocan frontalmente contra la lógica interna del lector, y que, sin embargo, se obvian en pos de la resolución algebraica del problema. Y de esta contradicción, vuelve a surgir la desazón carente de esperanza, la nada.

“ Aproveche aquella estancia para aprovisionarme de piedras de succión. Eran guijarros, pero las llamo piedras. (…) Las distribuí equitativamente entre mis cuatro bolsillos y las iba chupando por turno. (…) Tomando una piedra del bolsillo derecho de mi abrigo, y poniéndola en la boca, la reemplazaba en el bolsillo derecho de mi abrigo por una piedra del bolsillo derecho de mi pantalón. (…) Pero solo a medias satisfacía esta solución. Pues no se ocultaba que, por una extraña casualidad, podían estar circulando siempre las mismas cuatro piedras.” (Molloy)  (Molloy, Página 84-85, Allianza/Lumen)

“Se me había apagado el cigarro sin darme cuenta. Lo sacudí y lo guardé en el bolsillo (…). Descubrí el cigarro apagado entre mis dientes, escupirlo, buscarlo en la oscuridad, recogerlo, preguntarme que podía hacer con él, sacudir la ceniza, y guardármelo en el bolsillo (…) ” (Moran)  (Molloy, Página 167, Allianza/Lumen)


4.     Conclusión
A través de los mecanismos expuestos, Beckett logra transmitir con su novela Molloy (Samuel Beckett, 1970) una sólida sensación de vacío. Sin contar nada, y diciéndolo todo a la vez, Becket genera la nada absoluta, y este concepto, antagónico en si mismo, taladra una broca existencial en la mente del lector. Molloy y Moran son personajes en plena desintegración. Viven en un mundo donde la realidad y la imaginación se entremezclan para formar un coctel de imposible sabor neutro. No hace falta que mueran porque ni siquiera pretenden estar vivos. No pertenecen al lector, no pertenecen a Beckett, y como no pertenecen a nadie tampoco son esclavos de la transformación. Son víctimas de los mecanismos a los que dan forma, y estos mecanismos, encajados como los engranajes de un reloj, generan la sensación de vacío que pretende subrayar este estudio.
Molloy (Samuel Beckett, 1970) descompone la realidad del lector a través de la desintegración conceptual. Molloy pertenece al vacío. Molloy es un agente de la nada.

“¿Es decir que ahora soy más libre? No lo sé. Ya aprenderé. Entonces entré en casa y escribí, es medianoche, la lluvia azota los cristales. No era medianoche. No llovía.” (Molloy, Página 215, Allianza/Lumen)


5.     Bibliografía

·      Beckett, Samuel (1970): Molloy.


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