¿Sigue
vigente el absurdismo? Reflexiones sobre la novela “El extranjero”
Por: Alejandro Manrique
Obra: “El extranjero”
Autor: Albert Camus
Año: 1942
Edición: Alianza
Editorial. Quinta reimpresión, 2017
La
novela “El extranjero”, del intelectual franco-argelino Albert Camus, es una
novela que, si bien tiene gran valor en sí misma, habría sido elaborada para
ejemplificar, a través de la narrativa ficcional, los postulados filosóficos
del “absurdismo” propios de dicho escritor. En un mundo contemporáneo destruido
por las dos guerras mundiales, donde se cuestionan los mismos cimientos de la
razón, la existencia, el significado de las cosas, el “absurdismo” surge como
explicación escéptica y directa: el universo es indiferente. El planeta Tierra,
la vida humana, la existencia son, en sí, indiferentes y carentes de
significado. El hombre en su desesperación y en su intento de dar un orden a
las cosas trata de encontrar significados, al punto de crear, por ejemplo,
supuestas normas sociales y cosmovisiones religiosas para poder vivir bajo una
tranquilidad ilusoria. Y teniendo en cuenta ello nos preguntamos: ¿sigue
vigente el absurdismo en nuestros días? ¿Qué podría pensar Camus en el siglo
XXI?
Siguiendo
los postulados del ensayo filosófico “El mito de Sísifo” elaborado por Camus en
1942, lo único real, lo único “existente” es la existencia en sí misma, el
reafirmarnos como seres que viven pero que conocen y entienden que la vida no
tiene sentido, que nada tiene sentido, y que sólo se puede sobrellevar la
existencia siendo conscientes de uno mismo. De esa manera podremos ser libres y
hacer lo que, finalmente, queramos. Da lo mismo ser el presidente de un país o
pasarse la vida entera labrando la tierra para cultivar; da lo mismo ser padre,
ser rico, ser pobre, ser un viajero, un empresario o una persona que quiere
pasarse la vida tomando fotografías de palomas. Da exactamente lo mismo. Según
Camus, ante lo absurdo de la existencia, las personas tenemos tres opciones:
Suicidarnos, lo que sería cobarde para él; apelar a explicaciones metafísicas
como las religiosas, lo que sería una suerte de suicidio del pensamiento; o
asumir, abrazar y entender la lógica del absurdo porque de esa manera podemos
liberarnos y dedicarnos, hasta con buen humor y pasión, en nuestras actividades.
Ser un buen padre, ser un rico que hace un uso correcto de su riqueza, ser un
pobre que busca la alegría y la superación, ser un viajero que aprecia lo
hermoso de sus recorridos, ser un empresario trabajador o un fotógrafo
apasionado de palomas. Es verdad que hay cierto sustrato de moralidad, de
eticidad, del sentido de “lo correcto” pero es ciertamente un estado al que
podría llegar el hombre al hacer un uso de su libertad: o nos hundimos o
salimos a flote. Es como se si supiese que nunca ganaremos la lucha de la vida
pero que, día a día, podemos recrearnos con gracia, armonía, humor, ingenio.
Está en nosotros tener la capacidad de hacer frente al absurdo de la vida y decidirnos a vivir como más nos plazca. Esta
es la filosofía final desarrollada de Camus. Podemos ser como Sísifo: cargar
nuestra propia y enorme piedra cuesta arriba hasta la cima, y volverla a
recoger cuando esta caiga sólo para subirla de nuevo. Como Sísifo, según Camus,
podemos hacerlo de manera feliz. Podemos continuar con el absurdo de nuestras
vidas pero intentar hacer de éstas algo que nos de felicidad.
No
obstante, en la novela “El extranjero” vemos sólo, en crudo, en estado esencial
e inicial, los postulados de su filosofía. El personaje Meursault es consciente
de que nada tiene significado, que las cosas no importan. Su madre ha muerto y
eso no importa. Trabaja en una oficina pero eso no importa. Amigos, no importa.
Matrimonio, eso no importa. ¿Ama a su pareja? No importa. ¿La idea de querer?
Eso no tiene significancia. Su vecino es un hombre despreciable pero eso no
importa porque el vecino tendrá sus propias motivaciones. Que cada persona haga
lo que quiera. ¿Matar a alguien? Tampoco importa, da más de lo mismo. ¿Ser
detenido, procesado, enjuiciado? No tiene relevancia. ¿Ser condenado a muerte?
Seguro es la consecuencia del crimen cometido así es que da lo mismo. Se
entiende y es suficiente. Más bien lo que le llama la atención a Meursault es
que, básicamente, se le juzgue por no haber llorado durante el velorio y
entierro de su madre, así como que el capellán insista en verlo sólo para
abrumarlo con conversaciones sobre un Dios al que a Meursault no le interesa.
Le queda poco tiempo de vida y no quiere perderlo en discusiones que no
importan.
Meursault
se caracteriza por su profunda apatía, por su escepticismo, por propensión
hacia el aburrimiento. Hace las cosas hasta que encuentre una razón para no
hacerlas. No sabe necesariamente qué es lo que quiere o interesa pero está
seguro de qué es lo que no quiere y no le interesa. Y no quiere, por ejemplo,
tener relación con Dios pues él no existe. En tal caso, no tiene importancia y
a él no le interesa el tema, teniendo que restregárselo a gritos al mismo
capellán que lo ha sacado de quicio por breves minutos de tanto insistir con
temas irrelevantes.
Meursault
tiene las cosas claras: sabe que va a morir y no le importa. La vida no vale la
pena ser vivida y da lo mismo morir a los 30 ó a los 70 años (p. 114). No se
encuentra desesperado como cree el capellán, aunque sí tiene cierto miedo, lo
que es natural (p. 117). Pero tampoco importa: lo significativo es que
Meursault ha vivido una vida en la que “[…]
yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi
vida y de esa muerte que iba a llegar. […]
Yo había tenido razón, seguía teniendo razón, tenía siempre razón” (p.
120). Meursault vivió su vida como quiso y he allí el significado que él mismo
otorgó a su existencia. Lo que reviste, incluso, momentos líricos a lo largo de
la novela cuando observamos y entendemos aquellas cosas a las que Meursault
otorgaba valor y pasión: su innata curiosidad, su cualidad como observador, su
gusto por contemplar el mar, bañarse y nadar en él, disfrutar del sol, oler la
sal, la tierra, tener deseos carnales y apreciar la belleza del cuerpo,
contemplar la pared de su prisión, dormir, ver el cielo y las estrellas. Da lo
mismo morir a los 30 ó a las 70, pero si se vive fiel a uno mismo y si se
disfrutan las cosas a las que uno otorga valor, entonces la existencia de uno
se afirma en medio de la insignificancia de las cosas.
En el
mundo de hoy, en la segunda década del siglo XXI, las cosas no habrían cambiado
mucho luego de las guerras mundiales que asolaron y pusieron en juicio a la
existencia misma. Retomando nuestro punto inicial, ¿qué podría pensar Camus hoy
en día? Vemos hoy un mundo globalizado con sus aspectos positivos y negativos,
con mayor desarrollo tecnológico, más interconectado, con valores postmodernos
de autodefinición individual y moral, con mayores oportunidades para muchos
pero con muchas injusticias para demasiados, aunque también “da lo mismo”
porque es un mundo que avanza pero que retrocede. Hoy comprobamos que la guerra
es una constante en nuestra historia hasta el día de hoy. Si con la segunda
guerra mundial llegamos a un extremo de insania, con las guerras posteriores en
medio oriente, Corea, Vietnam, Angola, Afganistán, Yugoslavia, Kosovo, Liberia,
Irak, Irán, Somalia, Siria, incluso la guerra actual contra el Estado Islámico
que para muchos es ya la tercera guerra mundial por representar un nuevo tipo
de conflicto armado trasnacional, estamos seguros que han nacido y continuarán
naciendo personas profundamente decepcionadas por la vida, sufridas,
insatisfechas que desarrollarán una apatía arraigada que les haga creer que la
vida no tiene significado, que nada importa, y que se vean aplastadas por una
realidad imposible de vivir. Al menos Meursault fue consciente de ello y trato
de vivir a su medida. ¿Qué les queda a los demás? ¿A qué pueden aspirar? Claro,
el “absurdismo” es una forma de entender y ver las cosas, pero ciertamente la
realidad y su indiferencia se imponen.
En
conclusión, consideramos que el “absurdismo” sigue vigente hoy, que Camus
posiblemente hubiera tenido la misma impresión si viese el mundo en el siglo
XXI; pero claro, creemos también que, como postuló en el “Mito de Sísifo”, interpelaría
a la humanidad para que los individuos se animen a procurar, con la frente en
alto, actitudes que faciliten y produzcan felicidad. La vida seguirá sin
sentido pero el viaje terrenal podría ser, ¿por qué no?, llevadero.
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