Beloved: la muerte como salvación de la esclavitud

Beloved. Tony Morrison. Ed. Debolsillo, 2014.

Por: Álvaro Jarillo - Turno de tarde


BELOVED: la muerte como salvación de la esclavitud.

¿Qué puede pensar una madre para matar a su hija como forma de salvación del mal? Esta es una de las muchas preguntas que plantea Beloved al lector al interpelarle con una historia que muestra, de forma descarnada, el horror de la esclavitud. Nuestro análisis parte del tratamiento que hace la obra del tránsito hacia el abolicionismo. Todo ello nos permitirá aproximarnos a las razones que pueden llevar a concebir el asesinato de una hija como única forma de salvación.


La esclavitud y la Ley de Fugitivos

Desde el comienzo de la novela, Morrison muestra la crueldad del período de esclavitud vivido en los Estados Unidos. Los hechos narrados se corresponden con la época de la Ley de Esclavos Fugitivos que estuvo vigente entre 1850 y 1864. Conforme a esa ley, los blancos tenían autoridad para perseguir a los esclavos que se hubieran escapado de las granjas y plantaciones. En la novela está muy presente ese miedo a las persecuciones junto con las fugas y el cobijo en lugares seguros. Esa red de ayudas se conoció como el Ferrocarril subterráneo que era una red informal de refugios y escondites, gestionados por blancos y negros, para ocultar a los esclavos fugitivos.

A través de las experiencias de los personajes, el autor escoge vivencias que dan fuerza narrativa al texto y contribuyen a crear toda una atmósfera de dolor y crueldad. A modo de ejemplo, muestra esclavos que son concebidos como meras piezas de un juego de damas ("Hombres y mujeres eran movidos como piezas de juego de damas [...] el que no se había fugado ni lo habían ahorcado, fue alquilado, prestado, comprado, devuelto, conservado, hipotecado, ganado, robado o arrestado." p.44), madres que no peinan a sus hijas ("Nunca me peinó ni nada por el estilo" p.93), mujeres que nunca han dormido con el sol de cara ("Apuesto a que nunca has dormido con el sol de cara" p.116) o madres que cuelgan a los niños de los árboles mientras siguen trabajando (p.209). Los esclavos se conciben como personas sin nombre ("Nada, yo no me llamo nada". p.196) a los cuales se denomina con letras (como Paul D) que "no deben tener sentimientos de placer propios" (p.282), son una propiedad que sirve para el trabajo y que se reproduce "sin costes" (p.307).

Los personajes son capaces de hacer cualquier cosa para huir del escenario de crueldad dirigido por los blancos. Por ejemplo, en una escena Sethe advierte a su hija Denver respecto de la granja donde estuvo como esclava: "Nunca debes ir allí. Nunca. Porque aunque todo haya terminado ... siempre estará allí esperándote. Por eso tuve que sacar a todos mis hijos. No importa cómo". (p.62) El uso de los puntos suspensivos interpela al lector para que tome partido e imagine la crueldad de lo que recuerda. La crueldad se describe a través de marcas y cicatrices que graban para siempre el dolor en los personajes: la madre de Sehte señala una marca que tenía en la costilla con un círculo y una cruz quemados en la piel: "Ahora soy la única que tiene esta marca. El resto murió. Si me ocurre algo y no me reconoces por la cara, sabrás que soy yo por esta marca." (p.93).

En este clima de brutalidad de las granjas, la figura del señor Garner y de otros blancos contrarios a la esclavitud representa una minoría que muestra el inicio del camino hacia el abolicionismo. En su granja "los trataban como si fueran mano de obra pagada, escuchaban lo que decía [...] Y él no convertía en sementales a sus muchachos [...] ni alquilaba su sexo en otras granjas." No obstante, la figura de Mr. Garner muestra las dificultades de relacionarse con el resto de blancos. Así, por ejemplo, les ordenaba a los esclavos que no salieran de Sweet Home "no solo para cumplir la ley sino por el "peligro de que esclavos criados como hombres anduvieran sueltos". (194). En una de las conversaciones en las que Mr. Garner se muestra partidario de humanizar el trato dado a los esclavos, un granjero le responde: "Lamento disentir, Garner. Un negro no es un hombre." (p.28).


El tránsito hacia la abolición y las dificultades de integración

Tras la huida de Sethe y la llegada a la casa del 124, la novela muestra muchas de las dificultades de integración que tuvieron los esclavos que habían logrado la libertad. Dificultades que no solo provenían de la comunidad blanca sino también de la relación con los demás negros.

La casa de Sethe y otros espacios como el claro se muestran como los lugares en los que se encuentra la salvación frente a la vida pasada "de allá". Todo ello rodeado de grandes dosis de ambigüedad en torno a la figura del fantasma y al personaje de Beloved. El desdoblamiento en dos planos o mundos (el de la esclavitud y el de la libertad) tiene una doble dimensión, espacial y temporal, cuando se refiere a las granjas de las que fueron liberadas o escaparon. El claro se presenta como un espacio de salvación donde Baby Suggs marca esa distancia respecto al resto del mundo ("Más allá no aman vuestra carne, la desprecian. No aman vuestros ojos, quisieran arrancároslos." p.126). Sethe recuerda en la novela los días de tranquilidad que tuvo en ese espacio pero es consciente de que no es una libertad plena ("Ser libre era una cosa, pero reivindicar la propiedad de esa libertad era harina de otro costal." p.135).

El personaje de Paul D sí muestra la alegría que le dio experimentar una vez la libertad cuando conoció el dinero y un blanco se dirigió él: "su primera compra con dinero le hizo sonreír de oreja a oreja." ... en una calle donde "nadie dio la alarma" al verle. (358) En otro pasaje de la obra, Paul D también se refiere a la libertad en estos términos: "Llegar a un lugar donde pudieses amar lo que se te antojara - donde no necesitaras permiso para desear - era la libertad." (p.223). Pero en la mayoría de las situaciones (salvo estos casos excepcionales de Paul D, las reuniones en el claro o la granja de Sweet Home) la novela muestra la dificultad que encuentran los esclavos para vivir la libertad en un mundo en que "no hay mala suerte , sino blancos" (expresión repetida en varias páginas: p.127 y p.147).

Denver reflexiona sobre esa dificultad y concluye que "la vida cotidiana era todo lo que tenía. El futuro era el ocaso y el pasado algo que había que dejar atrás [...] La vida de esclavitud, la vida en libertad ... cada día era una prueba." (342). La reiteración de estas digresiones con interpelaciones al lector a través de los puntos suspensivos dan a la narración una atmósfera de cierta desesperanza y resignación por parte de esos personajes que no encuentran su sitio ni una vez alcanzada la libertad en refugios como la casa del número 124. Como muestra, Baby Suggs se pregunta: "¿para qué quiere la libertad una esclava de sesenta y tantos años que camina como un perro de tres patas?" (p. 195)

La novela también muestra las dificultades de integración generadas por la propia comunidad negra, como en la narración de la fiesta que organiza Baby Suggs en su casa invitando al vecindario. Aparece el rechazo y la envidia que generó ese personaje en otros esclavos que habían sufrido mucho más que ella para salir del mundo de la esclavitud: "La mujer que nunca había sido azotada por un blanco de diez años [...] Que ni siquiera había escapado de la esclavitud [...] Se pusieron furiosos [...] El aroma de su desaprobación flotaba en el aire." (p.190). Todo ello lleva a algunos personajes, como Baby Suggs y Sethe, a retirarse a dormir al espacio de su cama  buscando la tranquilidad que le aportan los colores o a rechazar lo que ocurre más allá de la puerta de la casa ("Todo lo que ocurre al otro lado de la puerta de mi casa no es para mi. El mundo entero está en esta habitación." p.247).


La huella del pasado y la muerte como salvación

Una vez marcadas la crueldad de las prácticas de esclavitud y las dificultades que tenían los fugitivos o esclavos liberados para encontrar su sitio en la nueva libertad, queremos destacar la relevancia que tiene el pasado en la novela. En particular, la huella que deja el dolor pasado que actúa como freno y límite a la capacidad de los esclavos para poder vivir en libertad.

Es muy frecuente que los personajes rechacen la memoria de su pasado en las granjas, tal como hace Sethe con respecto a su hija ("En cuanto a Denver, lo único que importaba era la tarea de ocultarle el pasado que todavía la aguardaba." p.70) y con respecto a ella misma ("Para Shete, el futuro era cuestión de mantener a raya el pasado" p.70). Se concibe el pasado de la esclavitud como una huella imborrable que mancha a las personas para el resto de sus días. Un pasado que no ha dejado de doler aunque las heridas hayan cicatrizado, un dolor que mancha y que se queda incrustado en ellos mismos: "Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No solo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte." (p.335). Sethe intenta evitar hasta el propio hecho de recordar: "Tenía que hacer algo con las manos porque estaba recordando algo que había olvidado que sabía" (p.94).

La memoria del dolor es el paso que les impide disfrutar de la vida en libertad y su recuerdo no deja de estar presentes en la novela. En algunas ocasiones, aparece con un cierto efecto sanador ("Cuanto más duele más mejora. Como sabrás, nada se cura sin dolor." p.114) y en otras como algo que llevado al límite puede generar un cierto efecto liberador que termine en alegría si se logra poner fin a ese sufrimiento. Así ocurre cuando Sixto y Paul D están atados y Sixto muere con "un odio tan desenfrenado que era júbilo" y Paul D cuenta que "estaba despierto y riendo a carcajadas" antes de morir (p.306).

En la novela son frecuentes esas referencias al odio. El amor o los sentimientos generosos aparecen como excepciones a la crueldad de la vida. Se establece una distinción nítida entre las dos vidas, la de las granjas y la de la casa del 124, como cuando Sethe reflexiona: "La 'vida mejor' que ella creía vivir con Denver era simplemente cualquiera distinta de aquella otra.  El hecho de que Paul D hubiese llegado de 'aquella otra' hasta su cama también era mejor." (p.70) El amor aparece como un riesgo en sí mismo, como la intensidad del amor de una madre hacia sus hijos que puede llevar a cualquier cosa: "Era peligroso que una mujer que había sido esclava amara tanto algo, especialmente si ese algo eran sus propios hijos." (p.73)

En ese mundo de crueldad y dolor intenso, el asesinato del niño por parte de la madre no se concibe desde la perspectiva del sheriff que se pregunta de forma reiterada los porqués: "Por qué había hecho ella todo eso? ¿Por una paliza? Demonios, a él le habían pegado un millón de veces y era blanco [...] Pero ninguna paliza le hizo ... de ninguna manera habría ... ¿Por qué había hecho ella todo eso?" (p.207).  Ante esa incomprensión, el sheriff reflexiona después del y busca la justificación tal como haría la  mayoría blanca que justificaba la esclavitud: "Todo ello daba testimonio de las consecuencias que podía acarrear un poco de la así llamada libertad impuesta a gente que necesitaba todos los cuidados y orientación de este mundo para mantenerlos apartados de la vida de caníbales que preferían." (p.208)

Sin embargo, para entender ese porqué hay que situarse en los conflictos internos que  marcaban a los esclavos para siempre, en su rechazo a regresar a esa "otra vida" que habían dejado atrás una vez liberados y en la paradoja de no querer vivir la vida pasada pero tampoco ser capaces de encontrar la libertad en una sociedad que aún no había aceptado el abolicionismo. Esas marcas del pasado les "ensuciaban" para siempre y generaban el miedo profundo que les llevaba a hacer "cualquier cosa" con tal no regresar allí. Eso es lo que hizo Sethe asesinando a su hija cuando los blancos entraron en el patio, porque, tal como explica Denver a Beloved: "Había hecho lo correcto porque emanaba del verdadero amor." (p.336).

Las huellas de esos períodos de esclavitud han quedado para siempre en las sociedades de algunos países donde se comerció con muchas generaciones de esclavos. Hoy en día,  seguimos siendo testigos de situaciones de máximo dolor en las que las personas huyen del horror de abusos y conflictos, aunque con ello pongan en riesgo la vida de sus hijos durante el viaje. Esto no quiere decir que la muerte deba entenderse como una prueba de amor pero sí que el amor en su máxima expresión puede llevar a tal desequilibrio en la razón a la hora de actuar que se entienda la muerte como la única salida frente al miedo irrefrenable al horror. La paradoja es que, incluso en los casos en los que la vida da la oportunidad de vivir en libertad, ese pasado cruel seguirá negando cualquier futuro a las víctimas. Tal como le dice Paul D a Sethe en la última escena: "Tu y yo tenemos más ayer que nadie. Necesitamos alguna suerte de mañana." (p.363)

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