El corazón de las tinieblas: los diálogos del horror


El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad. Ed. Cátedra, 2016.


Por: Álvaro Jarillo - Turno de tarde

El corazón de las tinieblas: los diálogos del horror.

La obra es un ejemplo de novela ambientada en la experiencia de la colonización; en particular, en las incursiones del S.XIX en el Congo Belga (tal como había experimentado y sufrido el propio Conrad con graves fiebres y enfermedades). La obra ha sido objeto de muy diversas interpretaciones en torno a temas como la "misión civilizatoria" de las grandes potencias europeas, el viaje hacia lo desconocido y su extensión al conocimiento del interior de uno mismo, la supremacía sobre los pueblos sometidos al colonialismo y otras muchas visiones en torno a la incursión occidental en el tenebroso mundo de la selva africana. Nuestro estudio se centra en analizar la función que realizan los diálogos en la obra, tanto desde una perspectiva formal como en cuanto al fondo y la figura de Kurtz.

El narrador testigo y el comienzo de la expedición.

Conrad recurre al narrador testigo para acercarnos al mundo de la expedición desde su salida en el Támesis cuando está esperando a que cambie la marea. En los dos primeros capítulos, los diálogos figuran incrustados en el texto. La integración en la propia voz narrativa permite que el lector no se aleje de la densidad que va adquiriendo la atmósfera en la que se desarrolla la acción, sobre todo a partir de la llegada a las costas africanas y la posterior incursión en el río.

En esos primeros capítulos, los breves diálogos van diseminando la información sobre la personalidad de Kurtz que, poco a poco, adquiere un halo misterio cada vez mayor. La principal función de los diálogos en esa primera parte es aportar tensión narrativa a la obra y provocar en el lector un mayor interés sobre la trama y sobre el propio viaje en el contexto africano. A modo de ejemplo, la supremacía blanca aparece como uno de los subtemas en el breve diálogo en que el doctor le está midiendo la cabeza antes de salir de viaje: "¿Ha habido algún caso de locura en su familia?" (p.140). En otro pasaje el capitán le narra el caso de un hombre que se ahorcó al que recogieron en el barco y comenta "¿Quién sabe? demasiado sol para él, o el país, quizá." (p.148).

También es significativo el diálogo de Marlow con el jefe de la tripulación negra cuando  sospechan que les pueden atacar los nativos desde la costa y éste le pide: "'Cójales -contestó bruscamente, al tiempo que sus ojos se dilataban como inyectados en sangre y relampagueaba su afilada dentadura-, cójales. Dénoslos'. 'A vosotros, ¿eh? -pregunté-; ¿y qué haríais con ellos?' 'Comérnoslos', dijo secamente, y apoyado el codo sobre la barandilla dirigió su mirada hacia la niebla [...]." (p.193) Este ejemplo muestra cómo un diálogo directo puede generar más ansiedad y tensión narrativa que cualquier otra descripción en la que se narraran en estilo indirecto las prácticas de canibalismo.


Respecto de la propia figura de Kurtz, los diálogos también sirven para, a través de la voz del narrador testigo, ir desvelando la personalidad de un personaje que se revela, poco a poco, como excepcional y misterioso. A título de ejemplo, el agente de los porteadores comenta sobre él “es una persona fuera de lo normal” que está en la región del marfil, “en el mismísimo corazón de ella” (p.155); un agente aristócrata también afirma que ”Es un prodigio [...] Es un emisario de la compasión, de la ciencia, del progreso y el diablo sabe de cuántas cosas más [...] Algunos incluso lo escriben; y así él, un ser especial, como debería ser usted, viene aquí” (p.166). Toda esa información genera una creciente agitación e inquietud en la figura de Marlow, que está llamado a encontrarse con Kurtz y a sustituirle, y al mismo tiempo en el propio lector.

La figura del narrador testigo también se sirve de los diálogos de terceros para dar forma a la figura de Kurtz a través de personajes como los marineros, que estando en cubierta preguntan "¿Está el solo allí?" (p.177) o comentan durante la travesía que Kurtz espera “como si se tratara de una princesa encantada durmiendo en un castillo fantástico.” (p.196)

La profundidad de la selva y el encuentro con el horror

A medida que la expedición comienza  remontar el río, el ritmo de la acción se ralentiza y la atmósfera va cobrando una mayor densidad, casi como la propia niebla que acompaña el viaje del barco y va adquiriendo mayor espesura. Los diálogos siguen estando incrustados en el texto narrativo y suelen ser breves y algo desordenados generando una suerte de inquietud en torno al viaje y, sobre todo, respecto de la figura de Kurtz.

El entorno del viaje se presenta lleno de contrastes lumínicos y Conrad juega con la luz y la oscuridad de la selva en la que se adentrará el personaje narrador testigo. Cuando se encuentra con el marinero ruso, Marlow mantendrá un primer diálogo largo que ayuda a perfilar del todo la figura de Kurtz incluso antes de que este haya aparecido en la acción narrada: "Le adoraban" [...] Podía ser muy terrible, No se puede juzgar a Kurtz como se juzgaría a un hombre vulgar." (p.221) . "Un hombre como éste, con semejantes ideas. ¡Vergonzoso! ¡Vergonzoso! Yo ..., yo..., llevo diez noches sin dormir." (p.221).

En su encuentro con Kurtz, destaca el inesperado saludo que dirige a Marlow en forma dialogada: "Cuánto me alegra" (p.223), afirma en un tono que contrasta con el temor que había mostrado Marlow antes del encuentro ("Esperemos que el hombre que puede hablar tan bien sobre el amor en general encuentre alguna razón particular esta vez para perdonarnos la vida" p.222). La ausencia de diálogo entre los dos se complemente con las palabras de Kurtz algo delirantes que emite desde el otro lado de la cortina: “¡Salvarme! … querrás decir salvar el marfil. No me digas. ¡Salvarme a mi! Si yo he tenido que salvarte a ti. Ahora estas interrumpiendo mis planes [...]." (p.235)

En esta última parte de la novela, antes del regreso a Londres, el diálogo cobra especial importancia por los breves momentos en los que ilustra el esperado encuentro esperado entre Kurtz y Marlow: "'Tenía planes inmensos', murmuró con indecisión. 'Sí -dije yo-; pero si trata de gritar le aplastaré la cabeza con ...' No había ni un palo ni una piedra cerca. 'Le estrangularé', me corregí. 'Estaba en el umbral de grandes cosas', suplicó con voz de ansiedad, en un tono tan anhelante que hizo que se me helara la sangre." (p.231). Kurtz muestra su relación con la selva cuando está de regreso en la cubierta del barco ("'¡Oh, pero todavía pienso retorcerte el corazón!', gritó hacia la selva invisible" p.236) y cuando, en el momento final previo a su muerte, Marlow narra: "Gritó en susurros a alguna imagen, a alguna visión; gritó dos veces, un grito no más fuerte que una exhalación: '¡El horror! ¡El horror!" (p.238)


El regreso a casa y el recurso al diálogo alejado de la realidad

La última parte del capítulo y del libro es el diálogo de Marlow con la mujer de Kurtz. Es un diálogo espaciado que se desarrolla en un contexto lleno de contrastes (como la oscuridad de fuera y la blancura de su piel o su vestido negro y la blancura fría y monumental de la chimenea). La habitación se va ensombreciendo progresivamente a medida que avanza el diálogo y la acción se detiene en los comentarios sobre la figura de Kurtz ("Era un hombre extraordinario - dije yo vacilante [...] Era imposible no ... - Amarle - concluyó ella con vehemencia, reduciéndome a un estado de estupefacta mudez." p.245). Es muy relevante la función que hace este diálogo para referirse a los grandes temas de la novela, como cuando la mujer afirma: "Usted conoce los grandes planes que tenía [...] Los hombres tenían esperanzas puestas en él ..., su bondad brillaba en cada acto. Su ejemplo ..." (p.247)

El momento culmen de este diálogo, que cierra la obra, se produce cuando la mujer le pide a Marlow que repita la últimas palabas de Kurtz antes de morir ("Quiero ..., quiero... algo..., algo... con... con lo que vivir." (p.248). En lugar de repetirle lo de "¡El horror! ¡El horror!" el diálogo se cierra así: "Reuní todas mis fuerzas y hablé despacio. - La última palabra que pronunció fue... su nombre." (p.249). De esta forma, la conversación con la mujer supone el regreso a la civilización después de la experiencia del horror. La narración marca los contrastes y los símbolos tan presentes en la obra (como la oscuridad y la claridad) y ayuda a cerrar el círculo del perfil psicológico de Kurtz como un personaje marcado por muchas contradicciones (el amor y la poesía frente a la violencia y la supervivencia en la selva). Ese gesto de Marlow puede interpretarse como la metamorfosis o la transformación del personaje narrador una vez que ha conocido la verdad después del viaje a los infiernos (al horror) y regresa a al lugar de partida. Bien como huida del recuerdo vivido o bien como humanización de la experiencia y del propio personaje humano, la ocultación de sus últimas palabras sobre el horror ofrecen un aspecto mucho más humano tal como esperaba su mujer, cuyo nombre sirve para ocultar la oscuridad y el horror del corazón de la selva. Se cierra así esta obra de estructura circular con el principio y el final en torno al sombrío Támesis y con la oscuridad del río Congo que seguirá presente en la mente de Marlow y del propio lector una vez terminado el viaje.

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