El proceso / La metamorfosis: el leve fastidio - Aitor Díaz


1.     Resumen
La obra de Franz Kafka (1883-1924) obliga al lector a una constante relectura. Como ya enunciaba Albert Camus en su ensayo El mito de Sísifo, las novelas “Kafkakinas” son tan simbólicas que los propios símbolos escapan al control del autor, y hacen que sus novelas adquieran nuevos significados a cada lectura. De hecho, las novelas de Kafka son, en cierto modo, la encarnación de susodicho mito de Sísifo en obra literaria. Los protagonistas del Proceso (1925) y la Metamorfosis (1915) son sujetos envueltos en unas condiciones extraordinarias que sin duda los superan y, sin embargo, siguen con sus vidas como si nada hubiera ocurrido. Es decir, consideran que aquello que entorpece sus existencias, por dramático que sea, no es más que un “leve fastidio”. De este modo, Kafka se sirve de lo cotidiano para expresar la tragedia, y, a su vez, de lo lógico para expresar lo absurdo.
El objeto del presente articulo es demostrar cuan efectiva es esta contraposición existencial. Se pretende ejemplificar como mediante este juego de contrastes Kafka logra generar en el lector una sensación de desasosiego única e indiscutible, ya sea a través de un hombre implicado en un proceso desconocido, pero que es incapaz de abandonar, o de otro que, de repente, ha sido transformado en insecto.

Palabras clave: Metamorfosis, Proceso, Kafka, Camus, Absurdo. 

2.     Introducción
Tanto El proceso (1925) como La metamorfosis (1915) son dos obras cumbre de la literatura universal. Como decía Albert Camus en La esperanza y lo absurdo en la obra de Franz Kafka (El mito de Sísifo, 1942), para un lector despegado, las novelas de Kafka son aventuras inquietantes que arrastran a personajes temblorosos y obstinados a perseguir problemas que ellos nunca se formulan. Esto es así tanto más despegado sea el lector, por supuesto, pero resulta evidente que los personajes de Kafka se enfrentan a situaciones inverosímiles con una fría y terrible cotidianeidad, y al hacerlo convierten cada una de sus acciones en simbología en movimiento.
Bajo esta simbología subyace, además, la sensación de lo absurdo, que, junto con la mencionada normalidad, puede llegar a generar en el lector una profunda sensación de desasosiego. Este “leve fastidio” se debe, quizás, a dos herramientas fundamentales en la obra de Kafka, y que serán analizadas a lo largo del presente articulo: la trágica cotidianidad y la lógica absurda.


3.     Trágica cotidianidad
Los personajes de Kafka viven encerrados en una cotidianidad casi asfixiante. Tanto en el Proceso (1925) como en la Metamorfosis (1915), Josef K. y Gregor Samsa, sufren unas condiciones de vida que, bajo un prisma de plenitud existencial, hoy en día podrían considerarse trágicas. El primero es un trabajador sometido a una cruenta cadena jerárquica. Un trabajador infatigable, un adicto al puesto, como dirían algunos, y Gregor, por su parte, es un viajante de comercio que ha de mantener con su escaso jornal a toda su familia. Ambos son víctimas de circunstancias trágicas, pero en ningún momento parecen afectados por ellas. Simplemente hacen lo que deben hacer, y al cumplir con su deber es cuando parecen rozar la felicidad.

“Cuando K. una de las noches siguientes, pasaba por el corredor que separaba su oficina de la escalera principal —era casi el último en irse a casa, solo en el departamento de expedidurías trabajaban aún dos ordenanzas en el pequeño campo de luz de una lámpara incandescente—, oyó unos gemidos detrás de una puerta…” (El Proceso, Página 81, DeBolsillo)

“De todos modos, de momento no había motivo para una exagerada preocupación. En un tiempo relativamente breve, había sabido abrirse paso en el banco hasta su alto puesto, y, reconocido por todos, mantenerse en él; ahora solo tenía que aplicar al proceso una parte de las facultades que se lo habían permitido…” (El Proceso, Página 120, DeBolsillo)

En pleno siglo XXI, este tipo de cotidianidad es percibida por el lector con un gran desasosiego. A poco que avancen en la trama, algunos lectores incluso se verán tentados a abandonar las novelas de Kafka, ya que esta devoción al deber puede ser recibida con repulsión. Hoy día, en un mundo contemporáneo caracterizado por la globalidad y la diversidad de oportunidades, el ser humano se siente libre, desapegado de esas viejas cadenas que ahorcaban a los trabajadores del siglo pasado. Sin embargo, ¿no sucede que aún hoy existen banqueros trasnochados? O ingenieras, o periodistas, o camareros y camareras que, a fin de llegar a final de mes, procuran hacer tantas horas como les sea posible. Y en el caso de Gregor, ¿quién no ha mantenido a un familiar a lo largo de su vida? O, al contrario, ¿quién no una sido la carga para un ser querido? Todas estas circunstancias, recogidas a la perfección por los protagonistas de Kafka, son tan carnales que subyacen por debajo de los esquemas culturales del lector, incomodándolo y creando, en ocasiones, cierta repulsión. No son pocos los que abandonan a Kafka por su tratamiento del absurdo, aunque, quizás, en el fondo, lo que temen es el crudo y cotidiano reflejo que genera de la condición humana. Un actor dota de tanta más fuerza a un personaje trágico cuanto menos exagerada es su actuación, y si es comedido, el horror será terrible. Lo mismo hace Kafka. Sus obras están impregnadas de irrevocable cotidianidad, de modo que el lector, de forma consciente o inconsciente, queda supeditado al desasosiego.

“También podía decir que estaba enfermo. ¿Qué podía pasar? Lo más seguro es que no se lo tragasen, pues en los cinco años que hacía que trabajaba en la casa no había estado enfermo ni una sola vez (…) no admitirían sus razones, basándose en el diagnóstico del medicastro, para el cual todos estaban sanos mientras no muriesen, y sólo parecían terror al trabajo. Y para ser sinceros, no hubiera estado esta vez nada equivocado. Aparte de un resto de sueño, por supuesto injustificado después de haber dormido a pierna suelta, Gregor se encontraba muy bien y con un hambre canina.” (La metamorfosis, Página 9, Alma clásicos ilustrados)


4.     Lógica absurda
Otra de las herramientas fundamentales de Kafka es el pensamiento lógico. Un pensamiento meditado, pausado, y que utiliza principalmente cuando sus protagonistas se enfrentan a situaciones absurdas. Pongamos, por ejemplo, el caso de Gregor Samsa. Se despierta convertido en una cucaracha, con antenas, sin poder hablar, y con un caparazón hinchado y duro. ¿Y qué es lo que le preocupa entonces al protagonista? Pues llegar tarde al tren, no poder cumplir con sus obligaciones. Lo mismo ocurre en el caso de Josef K. Se ve envuelto en proceso que no comprende, ni tan siquiera sabe de qué es acusado, y, sin embargo, sigue por propia voluntad todos los pasos lógicos que un encausado debería seguir en un proceso judicial de esa índole. Busca tribunales sin citación previa, contacta con un abogado, e incluso trata de ganarse los favores de aquellos que tiene buen trato con el tribunal. Comportamiento lógico. Pensamiento racional hasta el extremo, que, en contraposición con los acontecimientos, vuelven a desconcertar al lector.

“¿Qué debía hacer ahora? El próximo tren no salía hasta las siete. Era casi imposible llegar a tiempo, aunque se diese toda la prisa posible. No tenía preparado el muestrario, y además no tenía ninguna gana de ponerse en movimiento.” (La metamorfosis, Página 9, Alma clásicos ilustrados)

Por otra parte, está lógica del absurdo cala en formas aún más sutiles. El lector actual puede pensar —muy acertadamente—,  que los personajes de Kafka actúan de forma inverosímil y que si en la realidad de verdad pudiera ocurrir algo como lo planteado en las novelas, el personaje en cuestión debería ser consumido por dichas circunstancias. Sin embargo, y más allá de las imposibilidades biológicas implícitas en La metamorfosis, ¿no están el hombre y la mujer contemporáneos rodeados de absurdos? Imaginemos por un momento cinco amigos que se reúnen después de largo tiempo sin verse. Se saludan, se abrazan, se preguntan cómo les va la vida, y entonces, de repente, uno saca el teléfono móvil. La conversación se diluye entre los cuatro restantes, hasta que otro de ellos acude también en busca de su teléfono. La carga conversacional vuelve a aumentar entre los infelices que aún se miran a los ojos. De ellos, uno siente envidia de los afortunados que ya comprueban su correo, y también saca el móvil. Solo quedan dos, que, por supuesto, también caen en las redes tecnológicas. Cinco amigos en torno a una mesa. Pueden conversar, pueden hablar de sus familias, pueden reforzar sus vínculos emocionales, y en lugar de ello prefieren abstraerse a la soledad implícita de sus terminales. ¿Para que socializar entonces? La escena es lógica, ocurre constantemente, y, sin embargo, ¿no resulta absurda? Pues eso mismo ocurre con la obra de Kafka. Con su cruenta lógica interpele a lo que subyace más allá del consciente del lector. Roza capas ocultas, capas que ni siquiera se estimulan más allá de los sueños, y al hacerlo, inquieta. Repele, claro, pero ahí radica parte de la fuerza de la obra de Kafka. Sus novelas gritan sin boca ni laringe. Son cerraduras sin llave, y ese absurdo, contenido en si mismo, puede resultar insoportable.

“En este caso hay incluso una opinión según la cual es precisamente el guardián el engañado (…) sobre el hombre del campo debe estar engañado (el guardián) porque está subordinado a ese hombre sin saberlo (…) en primer lugar un hombre libre es siempre superior al que depende de otro. Ahora bien, el hombre es efectivamente libre, puede ir adonde quiera, solo la entrada en la Ley le esta vedada, y además solo por una persona, el guardián. Si se sienta en un taburete en un lado de la puerta y se queda la vida entera, lo hace voluntariamente, la historia no habla de ninguna coacción. El guardián, en cambio, está atado a su puesto, no puede alejarse de allí, y según todas las apariencias, tampoco puede entrar en el interior, aunque quiera.” (El Proceso, Página 205, DeBolsillo)


5.     Conclusión
Mediante los mecanismos expuestos en los puntos anteriores queda demostrado, una vez más, que no hay nada mas trágico que lo cotidiano, y que lo absurdo, llevado al terreno de la lógica, abruma. Estas son tan solo algunas de las claves de la obra de Kafka, y que producen, como dijo Camus, un leve fastidio en la mente del lector. Hoy en día, muchos se acercan a sus novelas con desasosiego e inquietud sin saber que, en realidad, pueden estar enfrentándose a sus propias inquietudes y a sus propios miedos. Los horrores intrínsecos de la condición humana.

“Sin embargo, las manos de uno de los señores estaban ya en su garganta, mientras el otro le clavaba un cuchillo en el corazón, haciéndolo girar allí dos veces. Con los ojos que se quebraban, K. vio aún cómo, cerca de su rostro, aquellos señores, mejilla contra mejilla, observaban la decisión. «¡Como un perro!», dijo; fue como si la vergüenza debiera sobrevivirlo.” (El Proceso, Página 214, DeBolsillo)


6.     Bibliografía

·      Kafka, Franz (1915): La metamorfosis.
·      Kafka, Franz (1925): El proceso.
·      Camus, Albert (1942): El mito de Sísifo.

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