“La belleza del instinto liberado”

La Muerte en Venecia: “La belleza del instinto liberado”

MANN, Thomas. La Muerte en Venecia
Editorial Edhasa (1ª Ed 2010)
Traducción de Nicanor Ancochea

Alberto Pickers


En La Muerte en Venecia, Thomas Mann nos adentra en un camino que se debate entre el instinto  puro y la represión del mismo. Gustav Aschenbach, su protagonista, parte de su rutina estructural en Múnich con unas ganas de viajar que narra como «una expansión interna, un desasosiego impulsor, una apetencia de lejanías juvenil e intensa, una sensación tan viva, nueva, o tan desatendida y olvidada hacía tanto tiempo que (…) permaneció inmóvil para analizar la sensación en su esencia y objetivos» (pág. 22). Su objetivo principal, se va descubriendo, es la búsqueda de la belleza verdadera que tendrá una repercusión simbiótica en su persona y en su inspiración como escritor.  Tras una vida vivida dentro de estructuras fijas, «ocupado con las tareas que le imponían su yo y el alma europea» (pág. 23), y un bloqueo creativo, encuentra aquella belleza que se contrapone a cualquier idea pre-concebida e intelectualizada sobre la misma, que no deja de ser una construcción no tangente a la experiencia.
El bloqueo inicial de Aschenbach puede reflejar el propio proceso de Mann que a través de sublimes reflexiones sobre la creación y la inspiración nos acerca a esa belleza que está presente en todo el texto (y a su vez lo crea) «porque la belleza (…) es a la vez visible y divina, y por ello es también el camino de lo sensible, el camino del artista hacia el espíritu.» (pág. 117).  Todos los elementos, tanto formales como de fondo, de la novela aportan cohesión a esta búsqueda y la replican. Desde el arco del personaje principal, que es la analogía más explícita entre represión y aceptación de instinto, hasta la creación atmosférica de los espacios que recrean está envolvente transición sostenida sobre un lenguaje tremendamente lírico y descriptivo. El instinto gana el pulso a la represión cuando Aschenbach decide quedarse en el Lido sustituyendo ese «dolor (…) una desesperanza tan amarga e imposible de prever que los ojos se le llenaron varias veces de lágrimas» (pág. 68) de la represión con «una extraña alegría, un increíble gozo le agitaba el pecho en forma casi convulsiva» (pág. 69). Una aceptación que más adelante le llevará a su propia muerte.
La belleza clásica está representada por el joven Tadzio, a quien se describe como una obra maestra. Él es el objeto de deseo del protagonista y quien desencadena su cambio radical. Un deseo que se refleja, no en lo carnal, sino en la relación de Sócrates y su discípulo Fedro cuyos diálogos se incluyen en el texto como reflexiones sobre el arte y la belleza. «Porque la belleza y solo ella es a la vez visible y digna de ser amada: es la única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con los sentidos» (Sócrates a Fedro, pág. 79). Tadzio es el elemento que desestabiliza la razón a favor de la pasión instintiva. Esta relación recuerda a la que tienen Oliver y Elio en Llámame por tu Nombre de André Aciman, también contextualizada con nociones de clasicismo griego, en la que el efebo es deseado por el adulto, aunque en aquél caso vemos la perspectiva del joven que dice «creo, con cada célula de mi cuerpo, que cada célula del tuyo no debe morir, y si es necesario que muera, deja que lo haga dentro de mí». Un sentimiento que persigue Aschenbach en el joven Tadzio en La Muerte en Venecia pero que nunca alcanza porque antes le llega su propia muerte.
La explosión de vida que ocurre cuando Aschenbach baja su guardia y se entrega a su instinto más puro, cuando «lo más razonable y, sobre todo, lo más placentero, era dejar que las cosas siguieran su curso» (pág. 47), tiene una repercusión también en la estructura de la novela que pasa de un tono más cínico y juicioso a uno más lírico y fluido en los últimos capítulos. Al alejarse de la razón, Aschenbach abandona ese cinismo que incluso le lleva a convertirse en lo que repudiaba en un principio: un hombre mayor que intenta parecer más joven a través del artificio grotesco. Un cambio que elucida la idea de que el deseo es cosa de jóvenes y la crisis de «quien está fuera de sí nada aborrece tanto como volver a sí mismo.» (pág. 109).
Por lo tanto, el viaje que desencadena el cambio radical en el personaje, y que le lleva  a su propia muerte, impregna todos los elementos de la novela, desde la atmósfera hasta su estructura, acercándole a él al instinto puro y acercándonos a nosotros, los lectores, a esa belleza buscada (y encontrada) por Mann.

Alberto Pickers

Bibliografía adicional:

ACIMAN, André. Call Me By Your Name. Holtzbrinck Publishers; Edición Media Tie In (2017)

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