Muerte en Venecia y las barreras de la belleza


Muerte en Venecia. Thomas Mann. Ed. Destino, 1982.



Por: Álvaro Jarillo - Turno de tarde

Muerte en Venecia y las barreras de la belleza

Muerte en Venecia simboliza la huida de la razón hacia la belleza aunque ello suponga entregarse a la propia muerte después del viaje.  Dentro de este gran tema, nuestro trabajo analiza el ámbito particular de proceso creativo del artista y la relación de este proceso con la razón y la belleza. ¿Dónde encontrar la belleza? ¿Qué barreras hay que romper para que la escritura pueda llegar a esa belleza?

El viaje y la huida de la disciplina

El personaje de Aschenbach se presenta como el escritor disciplinado que experimente la necesidad del viaje y encuentra en Venecia el contrapunto a la rigidez de la razón que guiaba su obra. La ciudad aparece en el texto como el referente de la cultura ("¡Ah, Venecia! ¿Qué maravilla de ciudad! Una ciudad que ejerce una extraña atracción sobre todas las personas cultas, tanto por su historia como por sus bellezas actuales ..." p.35) y el balneario de Lido como el lugar para dejarse llevar ante la contemplación de la belleza del joven efébico.

Mann nos muestra a través de las digresiones del narrador la tensión dialéctica que se produce entre la racionalidad disciplinada del escritor y la tentación de la sugerente belleza del joven. Ante esa atracción, se cuestiona cómo afrontarla desde su propia experiencia y siente el conflicto con su tradicional vida burguesa y pasado de abolengo: "al hallarse envuelto en tan ilícita experiencia, atrapado en tan libertinos excesos del afecto; recordaba la dignísima severidad, la honradez varonil de sus mayores, y se sonrió melancólicamente. ¿Qué dirían sus antepasados?" (pp.119-120)

El conflicto entre la disciplina y el libertinaje están presentes en todo momento a medida que la experiencia del viaje va influyendo en el pensamiento de Aschenbach. En su soledad, el sosiego de la contemplación le permite acercarse a lo que considera prohibido según sus rígidos planteamientos burgueses: "La soledad es madre de la originalidad, de la belleza osada y asombrosa: del poema. Pero es la misma soledad la que produce lo invertido, lo descomunal, lo absurdo y lo prohibido." (p.52) Pero mantiene una tensión dialéctica con ese cambio que experimenta y la liberación de sus referentes de la racionalidad no se produce de forma pacífica. A modo de ejemplo, reflexiona sobre la idea de ser un artista diciendo "¿Quién descifraría la esencia y enigma de ser un artista? Quién sería capaz de comprender la honda fusión de los instintos de disciplina y libertinaje en que se fundamenta? No aspirar a un sedante equivale a libertinaje." (p.100)

El viaje, incluso entre la lúgubre Venecia y el luminoso balneario, produce la catarsis necesaria para que Aschenbach, poco a poco, se entregue a la contemplación y se abra a la experiencia de la belleza: "Ansiaba trabajar en presencia de Tadzio, escribir tomando por modelo la esbeltez del muchacho, persiguiendo con su estilo los perfiles de aquel cuerpo que se le antojaba divino; trasladar su belleza al mundo del espíritu [...]." (p.98)


Venecia y el encuentro con la belleza

Mann nos presenta a un escritor que, antes de su viaje, había renegado de toda bohemia y que había obtenido el éxito en su entorno gracias a su inquebrantable disciplina: "Aschenbach, el maestro venerado, el gran artista digno [...] que con su estilo depurado, modelo de literatura, había renegado de toda bohemia." (p.152)

El proceso de catarsis e iluminación que experimenta ante la contemplación de la belleza le lleva a romper con sus posicionamientos previos, aunque a veces considere ese tránsito como una rendición, como una flaqueza. Así por ejemplo, narra cómo "Aschenbach ya no se sentía dispuesto a la autocrítica; su gusto, la conformación intelectual propia de su edad, el respeto de su dignidad, su madurez y su sencillez tardíamente logradas le impedían discriminar móviles y decidir si había renunciado a su propósito por conciencia o por liviandad y flaqueza." (pp.100-101).

La contemplación del joven Tazdio, junto con la irrefrenable atracción que experimenta, le conducen al descubrimiento de una emoción creativa que no había experimentado antes. Las visiones que tiene desde la chaise longue del balneario y la tensión de los encuentros con el joven adolescente hacen que se plantee la gran pregunta de cómo reflejar esa belleza en la escritura y de si hay forma de que el texto escrito alcance esa sublimidad que estaba experimentando en su viaje ("Aschenbach se percató entonces con dolor de que con la palabra humana solo es posible ensalzar la belleza física; pero no expresarla." p.108).

La belleza y la inspiración del artista

La obra nos muestra la necesidad que tiene todo artista de abrirse a la belleza hasta lograr ese climax en el que obra y realidad lleguen casi a fusionarse en un todo. En el ámbito de la escritura, Aschenbach lo define como una situación de gozo: "La fortuna del escritor está en la idea capaz de hacerse toda sentimiento, en el sentimiento capaz de hacerse todo idea. Una idea tan palpitante, un sentimiento tan preciso pertenecían y obedecían entonces al solitario pensador: esto es que la Naturaleza se estremece de gozo cuando el espíritu se inclina rindiendo homenaje a la belleza." (p.97)

No obstante, su constante tensión interior entre disciplina y belleza, entre respeto a los cánones y  rendición ante el erotismo está presente en todo momento y la realidad burguesa le lleva preferir la discreción y el respeto al decoro reinante antes de desvelar sus fuentes de inspiración. Así, por ejemplo, afirma que "está muy bien sin duda que el mundo conozca simplemente la obra bella, pero no sus orígenes, ni las circunstancias de su nacimiento, ya que el conocimiento de las fuentes de que brotara la intuición del artista, a menudo produciría confusión, asombro y miedo, anulando los efectos de la belleza." (pp.98-99).



En su rendición a la belleza, Mann la contempla como "la única senda para lo sensible" y como "la senda del artista hacia el espíritu." (p.153). En ese viaje, Mann atribuye un papel esencial al erotismo y a la función que realiza la pasión para "elevarse" en el proceso creativo: "nosotros, los poetas, no podemos seguir el camino de la belleza sin que el dios Eros se nos imponga como compañero y como guía [...] sólo podemos elevarnos mediante la pasión, y nuestro anhelo ha de ser siempre amor;: esta es nuestra grandeza y nuestra miseria." (pp.153-154)

En este viaje huyendo de la razón, el escritor dejará atrás su mundo de disciplina para entregarse al sumun de la belleza y al mundo de los sentidos y del deseo. Aschenbach es consciente de que ese tránsito le llevará ineludiblemente al abismo y a la muerte pero se rinde a esa pasión hasta llegar a contemplar la muerte desde su chaise longue en la escena final: "¡al abismo! Nosotros, los poetas, te digo, nos vemos arrastrados al abismo, pues no conseguimos elevarnos, sino sólo extraviarnos por los dédalos de la pasión." (p.155) La muerte aparece como el precio de su renuncia al aplauso fácil y a la disciplina creadora, Venecia y el balneario conforman toda una textura donde el silencio y las digresiones del personaje nos llevan a una experiencia lectora que va mucho más allá del mero viaje y el final de la obra muestra las consecuencia de derribar los muros que nos impiden alcanzar el sumun de la belleza.


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