“Un etcétera inabarcable: del micro al macro y la analogía cibernética”
“Un etcétera inabarcable: del micro al macro y la analogía cibernética”
GOMBROWICZ,
Witold. Cosmos
Editorial El
Cuenco de Plata (1ª Ed. 2015)
Traducción
de Sergio Pitol
Alberto Pickers
Alberto Pickers
En Cosmos de Witold
Gombrowicz, nos encontramos con una novela que intenta crear su propio sentido dentro
del caos a medida que avanza, ya que como el propio escritor explicó: “Cosmos es una novela sobre la formación
de la realidad”. Un sentido que no cala en todos sus lectores. En esta
realidad, cada parte debe tener un significado individual (micro) y a su vez
estar relacionadas entre sí para formar un todo (macro), por lo que sigue una
tendencia estructuralista de creación de significado. Aunque paradójicamente, se
acaba convirtiendo en una crítica posestructuralista – una corriente que coincide
con la fecha de su publicación – en la que todo es relativo y discursivo. El propósito de
este artículo es analizar la causa del caos en Cosmos, desde lo micro a lo macro y el concepto de lo inabarcable
como crítica al reduccionismo del estructuralismo, para después esclarecer
dicho proceso con Internet como analogía.
La construcción de significado se muestra explícita y constantemente
durante toda la narración. La novela es como un juego de charada (incluso el
juego se menciona explícitamente) en el que Witold, como narrador y autor,
enlaza una pieza con otra para conseguir el todo: la propia novela. A nivel
micro, por ejemplo, aparece la mano discursiva de Katasia: en relación a su brazo
y a la mano de Ludwick, o a la mirada de Witold que hace que ésta se mueva de
una forma específica cobrando un significado determinado. A nivel macro, por
ejemplo, se encuentra la trama hilada por el gorrión colgado, la flecha de la
habitación y más adelante la muerte del gato. Aunque este último suceso se
produce por el ímpetu controlador del narrador (y del autor) para forzar un
sentido individual a las anteriores y, por lo tanto, un significado estructural
al todo que sin esa alteración no existiría. De esta manera, se crea una
crítica al propio estructuralismo ya que «¿por
qué dicen bosque? Si las hojas también tiene su complejidad y sistemas
propios?» (pág. 149).
Como en la teoría del caos, las variaciones constantes en la
narrativa crean un futuro impredecible, un gran etcétera inabarcable. Este es
el resultado de las variables que irrumpen continuamente en un ecosistema a
simple vista ordenado y estructural, con repercusiones en su funcionamiento. El
efecto mariposa. Entre otras: el gorrión colgado que precipita el hilo
conductor de la búsqueda de sentido, la propia llegada de Witold y Fuks a la
posada, la aparición de la tetera y más adelante del sacerdote en la excursión,
y un largo etcétera. Integraciones que rozan lo absurdo y van destruyendo el
orden que, en teoría, se va formando.
Todo esto sin adentrarnos en la propia forma de la narración que nos
lleva de los sentidos al pensamiento, de lo concreto a lo metafísico, de lo
micro a lo macro, en unas pocas líneas. Witold narra la historia a través de un
monólogo interior a veces ordenado y a veces caótico. La diferencia estriba en
dónde se encuentra su foco en ese momento. A través de la obra se puede
extrapolar que su caos discursivo suele aparecer cuando es consciente de lo inabarcable,
lo relativo, lo desenfocado, de lo macro – los factores posestructuralistas. “¡Dios mío, Dios misericordioso! ¿por qué no
es posible centrar la atención en nada?” (pág. 117). Es decir, cuando está
narrando acciones u objetos a nivel micro donde mantiene su foco, éstos entran
a formar parte de la realidad abarcable de su(s) sentido(s). Literalmente. Pero
en cuanto el foco se agranda, el caos de lo no percibido reina y descoloca
cualquier orden. Lo cual, formalmente, se ve reflejado en la copiosa
utilización de “etcéteras” y puntos suspensivos durante la narración. Este
enfoque y desenfoque se ve muy bien en ciertas escenas como el camino en
carruaje en el que “aparecen” y “desaparecen” objetos (casas, árboles,
montañas, etc.) cuando los percibe o no, o en las cenas con la familia, donde
un gato o un sacerdote funcionan como distracciones e interrupciones de su
pensamiento. Como dice: «Fue el sacerdote.
Se movió como si hubiera estado inmóvil en la silla y volvió de nuevo a su
inmovilidad silenciosa, pero aquella intervención del todo inesperada produjo
un efecto notable y rompió el lululear de los Lulos» (pág. 127).
Para entender mejor el caos en Cosmos
se puede utilizar Internet y la forma de navegarlo como analogía. Internet
es un sistema de combinaciones y relaciones algorítmicas que tan solo pueden
ser abarcadas cuando tenemos frente a nosotros un contenido o estímulo concreto
– ya sea leyéndolo, viéndolo o escuchándolo. Lo que queda fuera de nuestro
alcance es ese etcétera inabarcable de contenido. La anarquía absoluta. Aunque,
a su vez, el contenido seleccionado (enfocado) tampoco existiría si no fuese en
ese caos discursivo. En la novela se crea una sensación similar, como si Witold
tuviera varias pantallas a la vez, varios sentidos conectados a diferentes
estímulos que, en algunos momentos, le hacen perder el foco en lo concreto, el
orden, adentrándose en esa anarquía no percibida. Una anarquía posestructuralista
ya que buscar una estructura única que lo ate todo, al fin y al cabo, es muy
reduccionista.
Y es que sí que es verdad que «existe
algo así como un exceso de realidad, una abundancia que ya no se puede
soportar.» (pág. 74) a medida que avanza la narrativa, al igual que con la
utilización contemporánea de Internet como herramienta. Como narra Witold: «hubo un gran ruido, un estrépito, un
estruendo, un camión muy grande, la carretera, pasó el camión, las mantas, ya
no se oye, los vidrios ya no resuenan, apartamos la mirada de la ventana, esto
provocó que se despertara todo lo “demás”, todo lo que estaba más allá, fuera
de nuestro círculo.» (pág. 91). Ese “demás” es lo inabarcable hasta que algunos aspectos se concretizan al enfocarse
en ellos. Lo que hace que Witold se pierda y se vuelva a encontrar
constantemente en su objetivo de buscar sentido en el caos, creando una
sensación inestable al lector que a su vez se pierde con el narrador. Porque la
única persona que puede realmente seguir un hilo infinito y caótico de pensamiento
y percepción sensorial es el propio pensador, ya sea Witold como personaje o como
autor. O ni siquiera ya que ¿qué mente humana
es capaz de abarcar lo inabarcable?
Alberto Pickers
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