BELOVED DE TONI MORRISON
BELOVED: EL DESEO DEL RECUERDO
En la psicología social de muchas culturas está muy asentada la creencia en la existencia de los fantasmas. Esta creencia se alimenta de la necesidad de la vida eterna, de la no aceptación de una muerte, en muchos casos traumática. Además, en la cultura afroamericana, la mitología y el folclore, y dentro de este, el mundo de lo sobrenatural, reafirman su identidad, sus valores, sus conexiones con antepasados y con su tierra de origen.
Estudios recientes sobre la presencia de elementos sobrenaturales en la cultura afroamericana y en su ámbito literario narrativo, mantienen que los africanismos que perviven en la cultura negra del continente americano proceden no sólo del oeste de África, de donde se importó la mayor pare de los esclavos, sino también de la zona central y proporciona numerosas pruebas de dicho origen. (Africanisms in Americam Culture 1990. Joseph E. Holloway).
En la cosmología africana, lo sagrado y lo secular aparecen indisociables y ciertas prácticas mágico-religiosas aún perviven entre la población negra de las Américas. Entre estos vestigios se hallan, por ejemplo, las decoraciones de tumbas con objetos como tazas, botellas, platos, conchas y espejos o los llamados «bottle trees» en los que las botellas de colores colgadas de las ramas tienen como función atrapar a los espíritus malévolos.
Desposeídos de sus lenguas, sus familias y su cultura africana, donde no existe una división jerarquizada entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre lo material y lo espiritual, entre lo secular y lo sagrado, los esclavos hallaron un medio de supervivencia en su espiritualidad, que les permitía no sucumbir a una esclavitud espiritual. A pesar de los esfuerzos de los esclavistas blancos por despojarlos de todo su bagaje cultural anterior, estos lograron mantener parte de su legado combinándolo con la cultura de sus amos blancos. (Workings of the Spirit: The Poetics of Afro-American Women’s Writing. Houston A. Baker Jr.).
El hecho de que lo sobrenatural constituía una parte importante en la vida de los esclavos se refleja en la obra de Beloved, de Toni Morrison. La autora confiesa en una entrevista la fidelidad que mantiene a su bagaje y entorno étnico-cultural. Morrison se nutre de las historias fantasmagóricas y oníricas que oía en su hogar durante su infancia. El recuerdo de las mismas se materializa posteriormente en su narrativa.
En esta novela, ambientada después de la Guerra de Secesión Americana (1861-1865), su protagonista, Sethe, una esclava que escapa de su esclavitud para comenzar su nueva vida en Cincinnati, Ohio, con su familia, se pone de manifiesto toda esta presentación desde el principio de la misma novela, en la que sin la menor duda, los habitantes de esta ciudad y, los de la casa que los cobija, conviven con una entidad que perturba sus existencias y a la que se resignan:
«En el 124 había un maleficio: todo el veneno de un bebé. Las mujeres de la casa lo sabían, y también los niños. Durante años, todos aguantaron la malquerencia, cada uno a su manera, pero en 1873 Sethe y su hija Denver eran las únicas víctimas. Baby Suggs —la abuela—había muerto; los hijos, Howard y Buglar, se largaron al cumplir los trece años… en cuanto bastó con mirar un espejo par que hiciera trizas (ésta fue la señal para Buglar), en cuanto aparecieron en el pastel dos huellas de manos diminutas (ésta lo fue para Howard). Ninguno de los dos esperó a ver más: ni otra olla llena de garbanzos humeando en el suelo, ni las migajas de galleta esparcidas en línea recta junto al umbral. Tampoco aguardaron la llegada de otro período de alivio: las semanas, incluso meses, en que no había perturbaciones».(Posición 16. Edición digital Debolsillo).
Además de perturbar su existencia, el fantasma de Beloved cumple otra función básica de los mismos: no ser olvidados. Quieren permanecer en el lugar donde habitaron o habitan los seres a los que se sienten conectados. En esta novela, Beloved y su función «recuérdame» se pone de manifiesto en cada uno de los personajes principales y en su hogar:
«De modo que Sethe y la pequeña Denver hacían lo que podían, y lo que la casa permitía, por ella. Juntas libraron una somera batalla contra el ultrajante comportamiento de esa vivienda, contra las tinajas de lavazas volcadas, las palmadas en la espalda, las rachas de aire viciado. Porque ellas comprendían el origen de la afrenta, como comprendían la fuente de luz. Baby Suggs murió poco después de que se largaran los hermanos, sin el menor interés por la partida de ellos o la propia ; inmediatamente, Sethe y Denver decidieron poner fin a la persecución invocando al fantasma que las fustigaba. Tal vez una conversación, pensaron, un intercambio de puntos de vista, algo, ayudaría. Se cogieron de la mano y dijeron: —Ven. Ven. Harías bien en presentarte. / El aparador dio un paso al frente, pero fue lo único que se movió. /—Grandma Baby debe de estar impidiéndolo —dijo Denver, que tenía diez años y estaba enfadad con Baby Suggs porque había muerto. Sethe abrió los ojos. /—Lo dudo —dijo. / —¿Entonces por qué no viene?/—Olvidas que es muy pequeña —dijo su madre—. Ni siquiera tenía dos años cuando murió. Demasiado pequeña para entender. Demasiado pequeña hasta para hablar. /—A lo mejor no quiere entender —dijo Denver. /—A lo mejor. Pero si viniera, yo se lo haría comprender claramente. —Sethe soltó la mano de su hija y entre las dos volvieron a apoyar el aparador contra la pared. Afuera, un cochero azotó a su caballo para que se pusiera al galope que los lugareños consideraban necesario cuando pasaban frente al 124./—Para ser un bebé tiene un hechizo muy potente —dijo Denver./ —No más potente que el amor que yo sentía por ella —respondió Sethe, y una vez más todo se hizo presente». (Posición 32-38-45. Edición digital Debolsillo).
«Ahora temblaba otra vez, pero en las piernas. Le llevó un rato darse cuenta de que no le temblaban las piernas por la preocupación, sino porque las tablas se movían, y el suelo chirriante sólo formaba parte de una totalidad. La casa propiamente dicha arremetía. Sethe se dejó caer al suelo, luchando por volver a acomodarse el vestido. Y en cuatro patas, como si estuviese sujetando la casa contra el terreno, Denver salió del cuarto de servicio, con los ojos aterrados y una vaga sonrisa en sus labios. —¡Maldición! ¡Calla! —gritaba Paul D mientras caía, buscando un ancla—. ¡Deja en paz esta casa! ¡Fuera de aquí! —Una mesa se abalanzó en su dirección y él le cogió una pata. De alguna manera logró mantenerse en equilibrio y, sujetando la mesa por dos patas, golpeó todas las cosas, destrozándolas, devolviéndole a la casa sus gritos—. ¡Si quieres pelea, ven! ¡Maldición! ¡Ella ya tuvo bastante sin ti! ¡Ya ha tenido bastante!».(Posición 328. Edición digital Debolsillo).
También, Beloved, adquiere una participación más especial en la vida de esta familia al adquirir un papel directo en la narración al regresar de entre los muertos en el cuerpo de la que sería si nunca hubiera fallecido:
En su renacer: «Una mujer completamente vestida emergió del agua. Apenas ganó la orilla seca del riachuelo, se sentó y apoyó la espalda en una morera. Permaneció allí todo el día y toda la noche, descansando la cabeza sobre el tronco, en una postura lo bastante relajada para agrietar el ala de su sombrero de paja. Le dolía todo, pero especialmente los pulmones. Empapada y con la respiración poco profunda pasó esas horas tratando de vencer el peso de sus párpados. La brisa diurna le secó el vestido, el viento nocturno lo arrugó. Nadie la vio surgir del agua ni pasó cerca por casualidad. Y de haber sido así, es harto probable que hubiesen vacilado antes de aproximarse a ella. No porque estuviese mojada, o dormitando, o porque su respiración sonara asmática, sino porque para colmo, sonreía […] Pero más allá de la pregunta prioritaria, cada uno albergaba otra. A Paul D le extrañaba el estado impecable de sus zapatos. Sethe estaba profundamente conmovida por su dulce nombre y la remembranza de una lápida brillante la llevó a ser amable con ella de una forma especial. Denver, sin embargo, estaba estremecida. Observaba a la bella durmiente, pero eso no le bastaba». (Posición 897. Edición digital Debolsillo).
En su obsesión: «Soy Beloved y ella es mía. Sethe es la que recogía flores, flores amarillas en el lugar anterior al encogimiento. Las separaba de sus hojas verdes. Ahora están en la colcha donde dormimos. Estaba a punto de sonreírme cuando llegaron los hombres sin piel y nos llevaron a la luz del sol con los muertos y empujaron a éstos al mar. Sethe entró en el mar. Entró. No la empujaron. Entró. Se estaba preparando para sonreírme y cuando vio a los muertos empujados al mar también entró y me dejó allí sin rostro y sin ella. Sethe es el rostro que encontré y perdí en el agua bajo el puente. Cuando entré, vi su rostro acercándose a mí y también era mi rostro. Quise unirnos. Intenté unirnos pero ella emergió del agua entre fragmentos de luz. Volví a perderla, pero encontré la casa que me había susurrado y allí estaba, por fin sonriente». (Posición 3772. Edición digital Debolsillo).
Beloved, provoca con su presencia una recomposición (re-member) de la historia personal de cada uno de los personajes que toca con su presencia:
Baby Suggs: «Tienes suerte. Te quedan tres. Tres que se cuelgan de tu falda y una sola que alborota desde el más alla. Deberías estar agradecida. Yo tuve ocho. Todos alejados de mí. Cuatro cogidos, cuatro perseguidos y todos, espero, merodeando por alguna casa. —Baby Suggs se frotó las cejas—. La primera. Todo lo que recuerdo de ella es cuánto le gustaba la costra quemada del pan. ¿No te parece el colmo? Ocho hijos y eso es lo único que recuerdo».(Posición 64. Edición digital Debolsillo).
Paul D: «—¿Fue ella la que hizo que te largaras? ¿No lo que yo te dije sobre Sethe?/Un escalofrío recorrió a Paul D. Un espasmo helado que le hizo apretarse las rodillas. No sabía si era la mala calidad del whisky, las noches en el sótano, la fiebre porcina, los frenos de hierro, los gallos sonrientes, los pies quemados, los muertos que reían, la hierba siseante, la lluvia, las flores de manzano, la joya en el cuello, Judy en el matadero, Halle en la mantequilla, las escaleras blancas como un fantasma, los cerezos silvestres, los camafeos, los álamos temblones, la cara de Paul A, las salchichas o la pérdida de un corazón rojo, muy rojo. /—Dime una cosa, Stamp —. Los ojos de Paul D estaban legañosos—. Dime una sola cosa. ¿Cuánto se supone que soporta un negro? Dímelo. ¿Cuánto?/ —Todo lo que puede —replicó Stamp Paid—. Todo lo que puede/—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?». (Posición 4144. Edición digital Debolsillo).
Denver: «Beloved es mi hermana. Tragué su sangre con la leche de mi madre. Lo primero que oí después de no oír nada fue el sonido de su gateo escaleras arriba. Fue mi compañía secreta hasta que llegó Paul D. Él la echó. Desde que yo era pequeña ella me hizo compañía y me ayudó a esperar a mi papaíto. Yo y ella lo esperábamos juntas. Quiero a mi madre pero sé que mató a una de sus hijas y, aunque es buena conmigo, le tengo miedo». (Posición 3631.Edición digital Debolsillo).
Sethe: «Mi plan consistía en llevarnos a todos al otro lado, donde está mi ma. Me lo impidieron, pero no evitaron que tú llegaras aquí. Jejé. Has vuelto como una buena chica, como una hija, que es lo que yo quería ser y habría sido si mi ma hubiese salido del arrozal mucho antes de que la ahorcaran, y me hubieran permitido serlo. […] Cuando puse esa lápida deseé acostarme allí contigo, apoyar tu cabeza en mi hombro para darte calor, y lo habría hecho si Buglar y Howard y Denver no me hubiesen necesitado, porque entonces mi mente estaba en blanco. Entonces no pude acostarme contigo, por mucho que lo deseara. Entonces no podía acostarme en paz en ningún sitio. Ahora puedo. Puedo dormir como los ahogados, que en paz descansen. Ha vuelto a mí mi hija y es mía».(Posición 3605-3622. Edición digital Debolsillo).
La autora, en su obra Beloved, afianza la identidad de la mujer negra utilizando los efectos del «conjuring» dentro de la historia de esta familia destruida por la necesidad de libertad y de liberar a los suyos de los efectos de la esclavitud. Las mujeres de la comunidad negra de Cincinnati, se unen con el fin de ayudar a Sethe. Todas son conscientes que existen momentos y situaciones donde el poder femenino puede con cualquier adversario sea o no de este mundo. Valores de conexión y continuidad con sus antepasados y la fuerza de la madre tierra se ponen de manifiesto en esta obra como un mensaje del deseo de recordar:
«[…]Fuera lo que fuera lo que Sethe había hecho, a Ella no le gustaba la idea de que los errores pasados se apropiaran del presente. El crimen de Sethe era espantoso y su orgullo había ido aún más lejos, pero no podía soportar la posibilidad de que el pecado se instalara en la casa, con insolencia y desparpajo […] Mientras el fantasma se limitara a asomarse desde su lugar fantasmal —sacudiendo cosas, llorando, rompiendo—, Ella lo respetaba. Pero si se presentaba de carne y hueso en su mundo, bueno... la culpa al que la tiene. No le molestaba cierta dosis de comunicación entre un mundo y el otro, pero aquello era una invasión./ —¿Debemos rezar? —preguntaron las mujeres./ —Hmmm. Primero. Luego debemos poner manos a la obra. […] Así, se conformó una compañía de treinta mujeres que bajaron lentamente, muy lentamente hacia el 124. […] Denver oyó murmullos y miró a la izquierda. Se levantó a la verlas. Las mujeres se agruparon, susurraron, pero no pusieron un pie en el patio. […]Sí, sí, oh sí. Óyeme. Óyeme. Hazlo, Hacedor, hazlo. Sí. Entre las que no se habían arrodillado y que permanecían con la vista fija en el 124, se encontraba Ella, […] puso en funcionamiento su mandíbula y aulló. Al instante, todas, las que estaban arrodilladas y las que no, se unieron a su grito. Dejaron de rezar y retrocedieron al principio. Al principio no había palabras. Al principio era el sonido y todas sabían cómo sonaba». (Posiciones 4490-4495-4501-4512-4529-4534-4539. Edición digital Debolsillo).
Conclusión:
Toni Morrison, con su novela Beloved, deja patente que las historias de fantasmas o espíritus, visiones y antepasados nos informan de una realidad de continuidad y de conexión con un pasado que es necesario mantener vivo. Desvalorizar la ficcionalización de lo sobrenatural está íntimamente relacionada con la desacreditación del folclore de los pueblos oprimidos por el colonialismo y la esclavitud. Para ser sometidas, colonizadas y convertidas a la cultura dominante.
En el ámbito literario la representación de lo sobrenatural por autoras afroamericanas y también de otras minorías étnicas como la hispana, nativoamericana y chinoamericana queda relegado a un segundo plano. Sin embargo, autoras mundialmente conocidas continúan con su reivindicación literaria como una estrategia de resistencia a la marginalidad y a la memoria como parte esencial de su derecho narrativocultural.
Bibliografía:
SUSANA VEGA GONZÁLEZ. (2000). Mundos mágicos: la otra realidad en la narrativa de autoras afroamericanas. Ed. Universidad de Oviedo.
TONI MORRISON. Beloved. Edición digital Debolsillo.
Maeva Ortiz Hergueta
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