COSMOS DE WITOLD GOMBROWICZ
COSMOEMPATÍA
«Para que pueda ser, he de ser otro,
Salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia».
PIEDRA DE SOL. Octavio Paz
Witold Gombrowicz nos pasea en su obra Cosmos por un universo empático, donde nos induce, como lectores, a sentir al otro Witold, su personaje principal, y al resto de los personajes. Simpatizamos con ellos, es decir, sentimos de forma positiva o negativa el mundo que los habita.
¿Por qué?
Durante este análisis entenderemos como W. Gombrowicz logra, de una manera magistral, introducirnos en su Cosmomundo.
La similitud como condición de la empatía
¿Qué es la empatía?
La inmensa mayoría de los investigadores parecen suponer que se trata de una observación particularmente precisa o lograda de un individuo por parte de otro, es decir, que la escena primaria de la empatía consiste en una mera escena de dos. W. Gombrovicz utiliza al principio de su libro este concepto:
«Me fui a Zakopone y cuando andaba por el camino de Krupowki, buscando una pensión barata, me encontré con Fuks, rubio desteñido, ojos saltones y mirada abúlica. Se alegró y me alegré». (pág. 7.Editorial El cuenco de Plata.2015).
La empatía no es, en absoluto, una cuestión exclusiva de la benevolencia y la aceptación positiva de los otros. Los humanos no son seres tan sociales ni buenos por poseer empatía, como demuestra a continuación:
«Arriba, entre las ramas, había algo; algo se destacaba, algo extraño, intruso e indefinible…algo que también mi compañero estaba observando./—Es un gorrión./—Sí./Era un gorrión. Un gorrión colgado de un alambre. Colgado. Con la cabeza inclinada y el pico abierto. Colgaba de un alambre fino enredado a una rama. Algo absurdo. Un pájaro ahorcado. Un gorrión ahorcado. Era algo que proclamaba a gritos su excentricidad y señalaba acusadoramente una mano humana que había penetrado en la maleza…¿la mano de quién?¿Quién había sido el ahorcador?¿Y para qué?¿Cuál podría ser la causa?, pensaba yo confusamente en medio de aquella vegetación […] todo se concentraba de golpe en ese gorrión, como una muchedumbre arrodillada. Y él reinaba en su total excentricidad…Reinaba en aquel sitio./—¿Quién lo habrá ahorcado?/—Algún chico./—No. Está demasiado alto./—Vámonos./ Pero no se movía. El gorrión pendía […] “Vámonos”, pero seguía sin moverse, observaba; el gorrión estaba colgado; yo también miraba sin moverme. “Vámonos.” “Vámonos.” Pero pese a todo no nos movíamos, quizá porque habíamos estado allí demasiado tiempo y habíamos dejado pasar el momento oportuno para la retirada… y ahora aquello se volvía cada vez más difícil, más molesto…nosotros y el gorrión ahorcado que pendía entre las ramas… sentí algo parecido a un desequilibrio, a una falta de tacto, una impertinencia de parte nuestra…Tenía un sueño horrible…/—Sigamos nuestro camino —dije. Y comenzamos a alejarnos, dejando solo al gorrión entre las ramas». (pág. 8 y 9.Editorial El cuenco de Plata.2015).
La empatía ayuda también a entender mejor a los competidores y, con ello, a desactivarlos. La alegría por la desgracia ajena no es un fenómeno contingente de la empatía.
Witold, Lena y el ahorcamiento del gato: «Katasia estaba inclinada sobre mí y decía que era una canallada, que habían ahorcado a Dawikek,[…], de un gancho en el jardín, quién podía haberlo ahorcado, Dios mío, qué gran maldad, ahorcar al gato de Lena. Esto me despertó violentamente. El gato estaba ahorcado. Yo lo había ahorcado.[…] Este acontecimiento me sorprendió como si no hubiera sido yo quien hubiera ahorcado al gato.[…] ¿Por qué diablos lo había ahorcado? Recordé entonces que en el momento en que lo ahorcaba había experimentado la sensación de estar abriéndome paso hacia Lena, la misma que había sentido antes, al golpear en su puerta. Sí, me había estado abriendo paso hacia ella ahorcando a su gato consentido. […] Y lo que era más, […] experimenté tanta satisfacción como confusión, como si todo hubiera sido sólo una broma. E incluso llegué a murmurar con placer y alegría “está colgado”.[…] ¿Me habrá visto alguien?[…] Bajé la escalera. En la casa no había nadie, me imaginé que estarían en el jardín. […] En el muro había un gato muerto. Pendiente de un gancho. Frente al muro había varias personas, entre ellas Lena. […] Me acercaba y el gato se veía cada vez más claramente; la lengua le salía a un lado del hociquito, los ojos se le saltaban de las órbitas…estaba colgado. Pensé que sería mejor si eso no fuera un gato, los gatos son horribles ya de por sí, en ellos la suavidad, lo mullido, se encuentra enclavado en furiosos maullidos, en arañazos, en chillidos horribles, sí, chillidos, los gatos sirven para las caricias, pero también para las torturas, son gatitos, pero también gatazos…[…] Pero me sorprendió la belleza de Lena, repentina, increíble, y pensé asustado: “Oh, cómo se ha vuelto bella después de lo de anoche”. Con las manos en los bolsillos, León me preguntó: —¿Qué piensa usted de esto?[…] Respiré al fin. No sabían que había sido yo. Nadie, pues, me había visto. Me dirigí a Lena: —Debe haber sido un golpe para usted./La miré […]…y sus manos, sus pies, su naricita, sus orejas se veían pequeñas, delicadas. Esto en principio me irritó. Yo acabo de matar a su gato, lo había hecho de manera más brutal, más vulgar, y no obstante sus piececitos seguían siendo delicados. Pero mi rabia se transformó en placer, pues ella —traten, por favor, de comprenderme— era demasiado delicada frente al gato y por esa razón se avergonzaba, sí, yo estaba seguro, se avergonzaba del gato. ¡Ah! Era demasiado delicada, un poco más pequeña de lo que debía ser; servía para el amor, pero para nada más, y por eso se avergonzaba del gato…porque sabía que todo lo que ella se refiriera, fuese lo que fuese, tenía que tener un sentido amoroso…y aunque no sabía quién se ocultaba tras esto se avergonzaba del gato porque era suyo y porque se refería a ella… Pero su gato era también mi gato, yo lo había ahorcado… Nos pertenecía a los dos». (pág. 79 a 82.Editorial El cuenco de plata.2015).
Entre los fenómenos que suelen adjudicársele a la empatía se encuentran por ejemplo los de ponerse en los zapatos del otro, leerle la mente para tantearlo, simpatizar con él, covivenciar algo con él en forma voluntaria o involuntaria y adoptar su perspectiva. Quizá la empatía sea una segunda naturaleza del hombre. Cuando nos hallamos en sociedad, las visiones interiores de nuestros congéneres forman parte directa de nuestra percepción. No sólo vemos quién se mueve cómo, sino que a partir de los gestos de los otros creemos poder adivinar lo que opinan de la situación, si estamos aburriéndolos o desafiándolos. La capacidad de comprender intelectual y emocionalmente a otros evidentemente se apoya en gran medida en las capacidades innatas de mimetismo y en las posibilidades de las bases neuronales, que nos permiten experimentar el comportamiento observado en otros como una acción propia.
Witold y Fuks (detectives): «Drozdovski. Todo con el fin de olvidarse de Drozdowki. Pero era evidente que estaba decidió a seguir su papel y que ya no retrocedería. /—Algo sucede. Wiltod y yo nos dimos cuenta desde el momento en que llegamos, pero no queríamos decir nada porque no estábamos seguros, eran sólo impresiones…Pero ahora todos estamos obligados a ser sinceros./—Precisamente —empezó a decir León./—permítame usted —le interrumpió Fuks, y les recordó cómo el primer día, al dirigirnos a esta casa, habíamos encontrado un gorrión ahorcado… fenómeno que indudablemente daba en qué pensar. Dijo también cómo más tarde habíamos descubierto algo así como una flecha en el cielo raso de nuestra habitación—. Flecha o no flecha, podía ser una ilusión; sobre todo que la noche anterior también habíamos visto una flecha, aquí en el techo como ustedes recordarán… flecha o rastrillo… el hecho era que no se podía excluir la autosugestión. Pero nosotros, por pura curiosidad, adviértanlo bien, únicamente en son de juego, decidimos investigar. Describió nuestro descubrimiento, la posición del palito, el hueco en el muro, y cerró los ojos…/—Hmmm… pongámonos de acuerdo… un gorrión ahorcado… un palito colgado… parece que hay algo en todo esto… Si por lo menos no hubiera estado en el sitio señalado precisamente por la flecha. De pronto me alegré al pensar en el gato, que pendía como el palito, como el gorrión. Me alegró esa armonía. León se incorporó, quería ir a ver el palito, pero Fuks lo contuvo./—Espere un momento. Antes quiero contarles todo./ Pero el relato se hilaba entre grandes dificultades, complicado por una red de diversas suposiciones y analogías; me di cuenta de que Fuks perdía terreno, incluso en determinado momento se rio de sí mismo y d e mí, se volvió a poner serio, con el cansancio de un peregrino empezó a hablar de aquella vara, que, según dijo, señalaba…/—Señoras y señores, ¿qué perdíamos con comprobar? Si habíamos seguido la flecha podíamos también seguir la indicación de aquella vara. Solamente por eso… por comprobar. Por lo que pudiera ocurrir. No porque desconfiáramos de Katasia, sino solamente con el fin de comprobar. Y para protegernos llevamos una rana metida en una cajita, para en el caso de que alguien nos sorprendiera poder decir que habíamos querido jugar una broma. Pero al salir me olvidé de ella y por eso la encontró Katasia. /—¡Una rana! —exclamó Bolita. /Fuks les habló del cateo, les dijo que durante largo rato habíamos investigado e investigado sin el menor resultado, sin descubrir nada, nada, pero imagínense ustedes que al fin descubríamos un pequeño detalle, mínimo, eso es cierto, totalmente carente de importancia si ustedes quieren, pro que se repetía más de lo normal, ustedes mismos saben que cuando algo se repite más de lo usual…pero juzguen por sí mismos, yo simplemente enumeraré lo que encontramos…/ Y empezó a recitar, débilmente, sin convicción: una aguja clavada en la mesa. Una puntilla clavada en la cáscara de un limón. Una lima de uñas clavada en una cajita. Un alfiler clavado en un cartón. Un segundo alfiler clavado en un cartón. Un clavo clavado en la pared, cerca el piso./¡Oh, cómo lo fatigó aquella letanía! Cansado, hastiado, tomó un poco de aire, se frotó los ojos saltones y se detuvo, como un peregrino que de golpe pierde la fe; León cruzó las piernas y aquel gesto cobró inmediatamente un aire de impaciencia. Fuks se sobresaltó. En general era muy inseguro. Drozdowski lo había vuelto así. Volví a sentirme furioso por figurar a su lado, yo, que, además, tenía problemas en Varsovia con mi familia, problemas revulsivos, desagradables; ni modo, mala suerte…» (pág. 84 y 85.Editorial El cuenco de plata.2015).
Los seres sociales como los humanos viven en un mundo lleno de ruido empático, por lo que casi involuntariamente están adoptando de manera continua la perspectiva de los otros. Por ejemplo, cuando estamos observando una conversación ente un grupo de personas, nuestra atención empática suele ir saltando a una velocidad vertiginosa de una persona a otra. Los seres humanos son hiperempáticos.
Conversación, Witold, Los Lulos y el sacerdote: «Conversábamos./—¿Es ésta la primera vez que vienen al valle de Koscieliska?/Lula respondió con tono de colegiala púdica: —Sí, padre, estamos en viaje de bodas, nos casamos apenas hace un mes./Lulo se apresuro a añadir, con expresión deliciosamente soñadora: —Hace poco que somos una pareja. / El padre se aclaró la voz, embarazado. Lula con la misma actitud de colegiala, como si estuviera denunciando al director las travesuras de una compañera: —También ellos, padre, también ellos —y señaló con su dedito a Lena y a Ludwik./—Hace poco obtuvieron permiso para… —gritó Lulo/—¡Ejemmm! —exclamó Ludwik con voz profunda de bajo. Sonrisa de Lena, silencio del sacerdote, ¡pero hay que ver lo que son esos Lulos!, han sabido hallar el tono más extrañamente adecuado para dirigirse al sacerdote…quien, mientras tanto, continúa jugueteando con sus gordos dedazos, un modo de actuar torpe, pobre, campesino, me parecía como si tuviera algún peso en la conciencia, ¿qué cosas habría hecho con aquellos dedazos? Y…y…¡ja,ja,ja!...aquellos dedos que se mueven allá abajo… y mis dedos… y los de Lena… sobre el mantel. El tenedor. La cuchara./—Lulo, compórtate, qué va a pensar de nosotros Su señoría!/—Lula, si supieras el color que tienen tus mejillas! […] Sí, sí, pensaba, debe haber realizado algún pecadillo, algo tiene en la conciencia./¿Qué cosa? Un pecado. ¿Qué pecado? El estrangulamiento del gato. Tonterías, ¿qué pecado podía haber en estrangular a un gato…? Pero aquel hombre en sotana salido del confesionario, de la iglesia, de la oración, surgió en la carretera, se subió en la calesa y de inmediato el pecado, la conciencia, el delito, la expiación, tiru-lirulá, tiru-lirulá, qué bello titulitulá…Se subió en la calesa. Y aquí está. El pecado. El pecado, es decir que aquel colega, el colega sacerdote mueve sus dedazos mientras algo le pesa en la conciencia. ¡Igual que yo! Somos compañeros y hermanos, ¡cómo mueve y remueve sus grandes dedos!, los mueve sin darse tregua. ¿Habrán estrangulado algo esos dedos? Un pasaje del todo nuevo, invasión de rocas, de nuevo una cúpula estupendamente verde, un verde sereno, oscuro como la sombra, los pinos, una sombra celestialmente azul, Lena frente a mí y sus manos y toda esta trama de manos —mis manos, las manos de Lena, las manos de Ludwik — había tenido una revitalización debido a los años del sacerdote con sus gordos dedazos, pero no me era posible dedicarle suficiente atención, por el viaje, las montañas, la perpendicularidad de esta garganta. ¡Dios misericordioso!, ¿por qué no es posible concentrar la atención en nada? El mundo es cien millones de veces demasiado opulento, ¿qué haré con mi distracción?, adelante, está bien, hombre, baila la danza de las montañas…/—Lula, déjame en paz./—Lulo, retírate./—No puedo, Lula, se me durmió la pierna./ Avanzamos, adelante, avanzamos, seguimos, adelante, está bien, algo resulta claro, aquel pájaro había aparecido demasiado arriba y está bien que el colega sacerdote masculle algo aquí abajo, avanzamos , avanzamos, movimiento monótono, nos llega un flujo enorme, nos sobrepasa, traqueteo, trote, calor, sudor; hemos llegado». (pág. 116 a 118.Editorial El cuenco de plata.2015).
W. Gombrowicz cumple, como hemos comprobado, con las bases principales de la empatía.
Además veremos que también llega a cumplir bases más complejas de esta: la posible pérdida de uno mismo. La compresión intelectual o la simulación emocional de otros llevan a renunciar, al menos momentáneamente, a la propia posición.
Existen diversas maneras de perderse en el otro:
Mecanismos de toma de partido en situaciones de conflicto, un observador que toma partido por alguien suele adoptar su perspectiva. Una recompensa porque el observador puede por fin participar de los acontecimientos:
¿Quién colgó al gorrión?: «Algo comiquísimo —dijo Fuks, terminando el relato de cómo por el camino habíamos encontrado un gorrión en medio de unas matas—, un gorrión ahorcado. ¡Ahorcar a un gorrión!¡Vaya, es demasiado!/—Demasiado, efectivamente demasiado! —afirmó amablemente el señor León, cosa que hizo con placer por estar de acuerdo—. ¡Demasiado! Imagínense, vosotritos, qué locurita, qué sadismo./—Son unos salvajes —exclamó seca y tajantemente doña Bolita, quitando un hilo de la manga de su marido./Y él afirmó en seguida, con placer: —Unos salvajes./A lo que doña Bolita replicó: —Siempre tienes que llevarme la contra./—Pero, mujer, precisamente digo que son unos salvajes./—Yo en cambio opino que son unos salvajes —exclamó ella como si él hubiera dicho otra cosa./—Precisamente unos salvajes, eso lo que digo…/—Ni siquiera sabes lo que dices./Le arregló la punta del pañuelo que tenía en el bolsillo de la chaqueta.[…] Ludwik se limpió la boca con una servilleta, la dobló metódicamente y la puso a un lado (parecía muy limpio y ordenado, pero podía ser que su limpieza fuera no obstante sucia…), y dijo con su voz de bajo barítono que una semana antes él también había visto en uno de los abetos junto al camino un pollo ahorcado, pero que no le había prestado mayor atención, y que después de unos cuantos días el pollo había desaparecido. /—¡Qué cosa más rara! —dijo Fuks, extrañado—. Gorriones ahorcados, pollos ahorcados, pollos ahorcados. ¿No será tal vez una señal del fin del mundo? ¿A qué altura estaba ahorcado el pollo? ¿Lejos del camino?/El único motivo de aquellas preguntas era que Drozdowski no lo soportaba y que además no sabía qué hacer…Se comió un rábano./—Unos salvajes —repitió doña Bolita. Arregló el pan en la cesta con un ademán de buena ama de casa y excelente distribuidora de los alimentos. Sopló las migajas —. ¡Unos salvajes!¡Hay ya tantos niños que hacen lo que se les da la gana!/—Sí —dijo León./—El problema está —dijo débilmente Fuks— en que tanto el gorrión como el pollo estaban colgados a la altura de una mano adulta./—¿Cómo?¿Quién pudo haber sido sino esos diablillos? El señoritín piensa que fue algún loquito. No he oído decir que haya algún loco por estos lados». (pág. 23 y 24.Editorial El cuenco de plata.2015).
Procedimientos narrativos que inducen a un observador a narrar la historia del otro como propia, de modo tal que ve el mundo con los ojos del otro. Es una experiencia cotidiana el hecho de que comprendemos a otras personas (y a nosotros mismos) involucrándolas en pequeños relatos mentales. Al narrar comprendemos, en forma consciente o inconsciente, continuamos en nuestros pensamientos la sucesión temporal de acciones y situaciones de otro, estamos unidos a él.
La narración se define como el tendido de un puente ente dos sucesos no necesariamente conectados entre sí. Los procesos temporales más adecuados para la empatía son aquellos que involucran acciones orientadas hacia un objeto, aquellos en los que el observador construye la secuencia temporal él mismo en forma activa y en los cuales puede intuir las intenciones de los otros.
Witold y la sucesión de hechos temporales: «La boca de Katasia./(Las bocas del sacerdote y de Jadeczka en el momento de vomitar)/La boca de Ludwik./Y ahora se hacía necesario colgar a Lena. /¡Qué extraño! Por una parte todo era exiguo, idiota, hasta falso, aquí, en la lejanía, a la distancia, tras las montañas, los bosques, bajo la luz lunar. Por otra parte existía la tensión de los colgamientos y de las bocas. ¿Qué hacer? No había otra posibilidad. Era necesario colgar a Lena. […] El hecho de haber localizado a Lena allá correspondía a la sensación que se tiene cuando se sale de caza con una escopeta al hombro y de pronto, inesperadamente, salta la liebre. Llegué hasta a reír. Me puse en camino, crucé el campo, hacia ellos. El gorrión estaba colgado, y yo caminaba. Había estrangulado al gato y yo caminaba. Ludwik estaba colgado, pero yo caminaba» (pág. 184. Editorial El cuenco de plata. 2015).
La narración aspira a los momentos que vuelven a liberar al observador, es decir, que lo dispensan de su posición de observador empática. Esos momentos consisten en el clímax dramático en el que las intenciones de los protagonistas se hacen realidad o se frustran.
Witold y la tetera: «No era fácil, eso tomaba mucho tiempo y la curiosidad se volvía febril: verla, verla… junto a él… ¿qué es lo que vería…? Después de esos golpes, de ese martilleo, ¿qué cosa vería? Volvió a vibrar en mí el reciente temblor con que había estado ante su puerta, pero más intensamente, ¿qué iría yo a ver? Podía ya ver el cielo raso y la parte superior de una pared; podía ver también la lámpara. /Y por fin vi. /Quedé aniquilado. /Él le enseñaba una tetera. /Una tetera». (pág. 74. Editorial El cuenco de plata. 2015).
Conclusión
W. Gombrowicz, comprende la asombrosa capacidad del ser humano para la empatía. Utiliza, a sabiendas o no, el arte de la ficción como embajador magistral. Muestra las artes básicas y la concatenación de ambos mecanismos para formar una empatía narrativa.
En su obra, Cosmos, W. Gombrowicz realza el pensamiento ficticio y la creación de mundos imaginarios elaborados para el fin de narrar la realidad como sifuera realmente la realidad que percibimos.
Y nos enseña palabra a palabra que si la ficción se parece a la vida cotidiana es porque la vida cotidiana también es una ficción.
Bibliografía
WITOLD GOMBROWICZ. (2015). Cosmos. Buenos Aires: El cuenco de plata.
FRITZ BREITHAUPT. (2011). Culturas de la empatía. Madrid: Katz Editores.
JORGE VOLPI. (2011). Leer la mente, el cerebro y el arte de la ficción. Madrid. Santillana Ediciones Generales, S.L.
Maeva Ortiz Hergueta
Comentarios
Publicar un comentario