La formación de la realidad y el absurdo en Cosmos






Máster Escritura: Lectura crítica
Isolda Patrón-Costas


La formación de la realidad y el absurdo en Cosmos


Resumen

Mitold Gombrowicz, que utiliza su mismo nombre para el protagonista, se embarca en toda una labor detectivesca en su libro Cosmos para desentrañar el misterio de la realidad.

Como el mismo autor afirmará más tarde, “las novelas policíacas son un intento de ordenar el caos”.

En Cosmos, el caos y la fragmentación del conocimiento humano llevan al absurdo como forma de abordar una realidad inabarcable.

Toda la trama es llevada a los recovecos en los que sólo la paranoia de la mente humana es capaz de llegar. Se nos muestra, mediante incesantes juegos de palabras, de imágenes y de relaciones semánticas imposibles, que todo tiene sentido si somos capaces de relacionar elementos aparentemente aislados y desconectados. La realidad se construye a partir de nuestro pensamiento. En ese aspecto, es una novela modernista, preocupada por la búsqueda del significado.

Hay una continua exploración de las repeticiones, las coincidencias, los juegos de espejos que a menudo la realidad pone frente a nuestros ojos. En definitiva, se nos muestra una búsqueda de la identidad y del sentido, a través de la exploración de la psique humana y a través del absurdo.

Introducción

            Witold, el protagonista, es quien nos narra la historia, con un punto de vista muy subjetivo "El concentrar tanto la atención me volvía distraído… Y a esto también me entregaba, pues me permitía estar ahí y en otro lado al mismo tiempo, me hacía sentir libre…" (p.61), tanto, que el lector entra de lleno en su paranoia mental, en la constante asociación de elementos que, a priori, no tienen relación alguna. Intenta dar un sentido al caos, crear la realidad a partir de elementos fragmentados.

            Todo comienza cuando, en medio del bosque, en una rama, Witold y Fuks descubren un gorrión ahorcado, colgado de un alambre. “Algo absurdo. Un pájaro ahorcado. Un gorrión ahorcado. Era algo que proclamaba a gritos su excentricidad” (p. 8). Construcción del sentido a través del absurdo.

Concentrándose en una serie de colgamientos que se suceden en la novela, y tomando en cuenta que Gombrowicz llamaba a Cosmos “una novela sobre la formación de la realidad”, este trabajo gira en torno a la producción del sentido en relación al acto de la creación literaria, a la concepción de la realidad como acontecimiento y a la potencia generadora de detalles aparentemente insignificantes donde la huella del trabajo humano persiste para hacer de la narración un río imparable.

Para ello, se verán diferentes elementos que el autor utiliza en su labor detectivesca de búsqueda y construcción de la realidad, con la sucesión de imágenes superpuestas, las construcciones imposibles, con contradicciones y evocaciones de imágenes inconcebibles, la libre asociación de ideas, la creación de un lenguaje propio o el absurdo, para constatar “lo extraño de la existencia”: “¡Qué viaje extraño!” (p. 110), dirá Witold.

La asociación

Como hemos visto más arriba, todo comineza con un hecho aparentemente inocuo. Un gorrión colgado, descubierto por Witold y Fues.

Poco después, los dos amigos llegan a un alojamiento donde vive una familia. La mujer que abre la puerta, Katasia, tiene una malformación en la boca, producto de un accidente. Esa boca se convierte en otro elemento que intriga a Witold, el narrador que, al conocer a Lena, una joven linda, hija de León y Bolita (dueños de casa) no sólo relaciona esa nueva boca “normal” con la de Katasia, sino que siente el contagio de una monstruosidad al haber sido llevado de la primera boca a la segunda.

Esa incógnita íntima de Witold (una historia subjetiva conservada en secreto) comienza a unirse al misterio más público, el del gorrión colgado, que poco a poco se convierte en motivo de conversación en la mesa del alojamiento, pues resulta que antes de la llegada de los viajeros habían encontrado un pollo ahorcado al lado del camino. Se suceden, entonces, un torbellino de asociaciones que tratan de crear una lógica en un mundo de cosas que reclaman su lugar en la narración.

De tal manera una raya en el techo, un palito colgado, un palo inclinado, un alfiler clavado, una foto, las grietas de la pared, las manos de Lena y su esposo Ludwik, las manías de León, las peroratas de Bolita, las acciones de Fuks, un sapo en una caja, un gato colgado, un viaje con desconocidos, “terrones, red, alambre, cama, piedrecillas, mondadientes, pollo, eczemas, bahías, islas, agujas, y así por el estilo, sin parar, hasta el aburrimiento, hasta el hastío” (p. 74); cualquier detalle, cualquier imagen, cobra una importancia inusitada, una resonancia in crescendo, cada vez más exasperante en el avance narrativo. Nuestra lectura conjuga interiormente los hechos aislados. Sabemos de primera mano la historia de uno de los colgamientos. En medio del caos, nos aparecen todas las cosas que empiezan a cargarse de un sentido poderosamente intuitivo. Y, naturalmente, la investigación del colgamiento del gorrión y la extraña relación de las bocas se desplaza. Importa su relación con la Totalidad, la posibilidad abierta en la intimidad del narrador, su investigación privada, la insistencia de un sentido inaprensible que todo lo abre y mortifica.


Investigación “policíaca” de la realidad

Cosmos puede leerse como una novela policial, una investigación casi absurda para explicar cómo un hecho mínimo (un palito colgado de un árbol) genera por intensificación de la búsqueda, por exacerbamiento de lo racional, una telaraña de causalidades, un cosmos perverso, que desemboca en el hecho máximo de un crimen.
Es la investigación policíaca llevada a la parodia y el absurdo.

En el género policial, el crimen es lo incomprensible que debe hacerse lógico a medida que avanza la narración, el hilado de pruebas siempre significativas. En Cosmos, en cambio, las pruebas no son indicios para la reconstrucción de una realidad, sino reflejos formales del primer enigma: nuevos “crímenes” (el gorrión colgado, por ejemplo, inicia la serie analógica de los colgados.) La novela de Gombrowicz adquiere su legibilidad por la proliferación serial de estos disparatados “crímenes” que, si bien señalan el misterio original, no lo hacen para explicarlo, sino para restaurar su poder hechizante.

Lo improbable es la trampa que se esconde en todo argumento, el reflejo del caos en las infinitas insignificancias que, amenazando con hacer perder el sentido, lo señalan.
Parodiando las novelas policíacas y dando cuenta de la dificultad de poner en palabras los hallazgos parciales a su paso:
¡Qué abrumadora abundancia de asociaciones, relaciones...! ¿Cuántas frases pueden formarse con las veinticuatro letras del alfabeto? ¿Cuántos significados podían extraerse de esos cientos de yerbajos, terrones y pequeños detalles? Inclusive del muro y de las tablas del cuarto brotaba el exceso y la abundancia. Me sentí fatigado. Me enderecé y miré la casa y el jardín, y esas grandes formas sintéticas, esos gigantescos mastodontes del mundo de las cosas, me devolvieron el orden. (p. 37)
El crimen que desata el relato es el de un gorrión. Sin embargo, a primera vista, las pistas que van encontrando parecen inconexas y los puntos de contacto que se establecen hacen explícito su carácter artificial.
La lengua para crear un “Cosmos” propio
Los moldes preestablecidos no son suficientes. Los marcos son necesariamente traspasados a través del recurso de la enumeración o de la invención de neologismos. Se plantea un problema con la simultaneidad de las cosas que se suceden al mismo tiempo y la imposibilidad de contarlo todo. Para reponer ese “Todo” hay que elegir la particularidad de una lengua que “traduzca” la realidad en una de sus infinitas posibilidades. Poner algún orden en el caos es, justamente, darle una dirección entre una multitud de opciones posibles pero inabarcables: “... todo era demasiado, el laberinto crecía, un sinfín de objetos, de lugares, de acontecimientos. ¿Acaso no es cierto que cada vibración de nuestras vidas se compone de billones de pequeños destellos?” (p. 97).
En el prólogo a Cosmos, Gombrowicz presenta su novela diciendo: “No me sorprendería que en el principio de los tiempos haya habido una asociación gratuita y repetida que fijara una dirección dentro del caos instaurando un orden”. En la búsqueda por recuperar el principio de la “asociación gratuita y repetida” que dé un orden al caos, nos encontramos con la posibilidad de traducir en imágenes.
En Cosmos, se describe una serie de acontecimientos ligados a una lectura en imágenes que manifiesta la parodia a la novela policial colmada de “pistas” visuales, al tiempo que enfatiza el caos reducido a lenguaje verbal:
No obstante, era difícil fingir que no sabía de qué se trataba: un gorrión colgado, un palito colgado; ese ahorcamiento de un palito en el muro reflejaba el que habíamos descubierto dentro de la maleza; era algo estrambótico y por ello aumentó de golpe la intensidad del gorrión (revelando hasta qué punto se hallaba grabado en nuestras mentes a pesar de las apariencias de olvido). El palito y el gorrión intensificado por el palito. Era difícil no pensar que alguien por medio de esa flecha nos había dirigido hacia el palito para que lo asociáramos con el gorrión. (p. 38)
Cada una de esas imágenes, además de combinarse para generar una mirada particular, presupone la polisemia, despliega la inagotable descripción de los hallazgos que realizan Fucks y Witold en la novela.
Acumulación, torbellino, caos... demasiado, demasiado, demasiado, la presión, el movimiento, el estruendo general, gigantescos mastodontes que todo lo cubrían y que en un batir de ojos se descomponían en un millar de detalles, de conjuntos, de masas, de quién sabe qué, en un caos que pugnaba por reunirse de nuevo, por englobar todos aquellos detalles en una forma suprema. (p. 111)
Las “pistas” puestas en palabras presuponen una dificultad para Witold, quien afirma al inicio de su relato: “No sé cómo contar esto” (p. 31). En este sentido sucede que, frente a la simultaneidad de imágenes, la opción de verbalizar de modo sucesivo la experiencia, trunca las posibilidades de una visión ampliada de los acontecimientos. De este modo pareciera que, frente al despliegue narrativo, se hace necesaria una reducción del cosmos de imágenes en un microcosmos lingüístico.
En ese sentido, encontramos en el personaje de León, la construcción de un lenguaje nuevo. Él es el único personaje que intenta dar discursos para describir la realidad y lo hace en un lenguaje ridículo y absurdo. 
El absurdo
             El humor tiene un rol importante en el relato, consigue minimizar la angustia que corroe al protagonista. Humor irónico que está sintetizado en la frase de León:

“Tiru- liru-lá” (p. 129)

La aparición de la tetera en el momento en el que Witold esperaba descubrir el cuerpo de Lena es una imagen inaudita, extraña y jocosa al mismo tiempo. Disminuye la tensión y añade un ingrediente al caos: lo lógico hubiera sido ver un pecho, una rodilla, unas piernas:

“Y por fin vi.
Quedé aniquilado.
Él le enseñaba una tetera.
Una tetera.
Ella estaba sentada en una silla, junto a la mesa, con una toalla de baño sobre los hombros a guisa de chal. Él estaba de pie, en camiseta, y le mostraba una tetera que tenía en la mano. Ella miró la tetera. Dijo algo. Él respondió.
Una tetera. Estaba preparado para todo. Para todo menos para ver una tetera. Hay una gota que hace derramar el vaso, algo que resulta ya “demasiado”. Existe algo así como un exceso de realidad, una abundancia que ya no se puede soportar. Después de tantos objetos que no soy capaz de enumerar: agujas, ranas, gorrión, palito, vara, puntilla, cáscara, cartón, etcétera, etcétera, chimenea, corcho, ranura, canalón, mano, pelotitas de miga, etcétera, etcétera […] y ahora esa tetera, sin venir a cuenta, sin que tuviera nada que hacer, como algo extra, gratuito, como un lujo del desorden, como un donativo, un presente del caos…” (p. 74).

Otro ejemplo puede ser la ceremonia erótica que organiza León con tintes esperpénticos, o ramalazos de locura. ¿Convocar a la familia para un espectáculo como ese?

León es el personaje que consigue asumir el absurdo antes que Witold, el único que está de vuelta de todo. Entre él y el estudiante se establece una gran complicidad a lo largo de la novela. El viejo ya no espera nada de la vida, acepta el reino del caos y sabe convivir con él. Para ello, inventa su propio lenguaje y se centra en sus placeres sin necesidad de terceros; es un experimentado onanista. Witold percibe lo que hay detrás de todo ello porque se identifica con él, quizá por eso comienza a imitar sus formas y habla como él:

            “… en plena ebriedad de ser una pareja de Lulos -Lulo él, Lula ella- luleaban a más no poder y cada uno incitaba al otro en el lululeo.” (p. 109).

“-Berg.
-Berg -respondí.

-Berg bembergado con el Berg -gritó.

-Berg bembergado con el Berg -repetí.”
(pág. 189).

La búsqueda de un orden que dé sentido fracasa en Cosmos, (“buscar una idea que explique, que imponga un orden” señalaría el autor en su diario), y la promesa de un final de novela policial quedan truncados: el caso no se resuelve. Gombrowicz se mueve en un mundo absurdo: los planes trazados vuelan por los aires, las señales no conducen a nada, las posibles pistas terminan siendo artificio, manipulación, juego. No se resuelven los crímenes, y se puede pensar que la muerte de Ludwick no era más que una fantasía de Witold, quien hubiera deseado eliminar al marido de Lena como eliminó, efectivamente, a su gato.

El supuesto andamiaje que arma el protagonista asociando señales e intentando interpretarlas en un sentido u otro, resulta infundado. Pero el juego funciona porque mantiene al lector enganchado, atento a la trama policial, curioso, expectante. Y cuando el narrador decide proclamar el absurdo, el sinsentido total, la lluvia lava el escenario, arrasa con todo, aparecen nuevas señales, nuevos palitos, y el lector tiene la sensación de volver a comenzar de cero. Al mismo tiempo, la atmósfera claustrofóbica se relaja, el aire refresca, y la vida sigue su curso como si nada.

En realidad, no se vuelve a cero, se retorna a lo único real, tangible, inobjetable, aquel origen que todos aceptamos y compartimos sin grandes misterios: el dolor (Varsovia) y la necesidad de alimentarse para sobrevivir. No es gratuito que la mayoría de escenas se desarrollen alrededor de una mesa, lugar en donde se alimentan. De esa manera se entiende el último párrafo que cierra con una frase lapidaria, un aterrizaje violento en la realidad:

“En conclusión: escalofríos, reumas, fiebres, Lena enfermó de las anginas, fue necesario llevar un taxi de Zakopane, enfermedades, médicos, en fin todo cambió y yo volví a Varsovia, mis padres, el conflicto permanente con mi padre, y otras historias, problemas, dificultades, complicaciones. Hoy en el almuerzo comimos pollo relleno.” (p. 190).

Conclusión

El mundo desbordado se vuelve imposible. No queda sino una salida para huir de la niebla, de la confusión: apelar a la "Forma", otorgarle un sentido. El acto fortuito deviene aglutinador, acorrala a sus personajes, los obliga a crear más y más significados; todo nuevo hecho será relacionado con el primero, cobrará vida mientras participe de ese ritmo que impide caer en el desorden una vez más. Así es como se forma una realidad; pero en el arco de estas arbitrariedades queda en suspenso la otra, aquella que imita al caos original, con su violenta y amorfa belleza. Por eso Cosmos es también una prueba trágica: cualquier acto que nace, es imposible de ser captado en su fluidez primera. Todo está condenado a la "Forma", y cada sentido arrastra consigo el gesto de una pérdida, un desesperado anhelo de totalidad siempre asesinado.


Bibliografía:

-Cardozo, Cristian. Gombrowicz y la irreverencia de la forma. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. 2012

-Castro Riveros, Alan. Las insistencias del sentido. Un acercamiento a Cosmos, de Witold Gombrowicz. Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. 2010

-Gombrowicz, Witold. Cosmos. El cuenco de plata. Biblioteca Gombrowicz. Buenos Aires. 2015


Webgrafía:

-Compos Times. Cosmos: una novela sobre la formación de la realidad. Recuperada el 15 de diciembre de 2018 desde http://compostimes.com/2013/11/cosmos-una-novela-sobre-la-formacion-de-la-realidad/

-Cuadernos mágicos. El caos y la forma. Cosmos. Recuperada el 15 de diciembre de 2018 desde http://www.magicasruinas.com.ar/literatura/comentarios-libros-gombrowicz.htm

-Talleres de Lectura Liliana Costa. Cosmos de Witold Gombrowicz. Recuperada el 15 de diciembre de 2018 desde https://lilianacosta.com/cosmos/ 

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