LA IMPOSIBILIDAD DEL LENGUAJE PARA NARRAR EL HORROR. El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad.

LA IMPOSIBILIDAD DEL LENGUAJE PARA NARRAR EL HORROR. El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad 1899. Ediciones Cátedra Madrid 2016. 


Por Raquel Francisco Baeza.


"Escribirás y escribirás...Nadie, nadie en el mundo entenderá ni lo que quieres decir ni el esfuerzo que te ha costado, la sangre, el sudor. Y al final te dirás: es como si hubiera remado toda mi vida en un barco, sobre un río inmenso, a través de una niebla impenetrable... Y remarás y remarás. Y jamás verás un letrero en las orillas invisibles que te diga si remontas el río o si la corriente te lleva". (Joseph Conrad: Un recuerdo personal, Ford Maddox Ford).
Józef Teodor Conrad Korzeniowski nació el tres de diciembre de 1857 en Berdyczówciudad que separa Polonia de Rusia. Adolescente viajero por exilio y vocación, fue oficial de la marina mercante británicaademás de escritor influyente en inglés, su tercera lengua tras el polaco y el francés. 
Una estancia de seis meses en el Congo, arrasado ya por esas fechas por las ambiciones de Leopoldo II de Bélgica, inspiró a Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, publicada por entregas en 1899 en la revista londinense Blackwood’s Magazine
Conrad recreó su peripecia en el río Congo, cambiando nombres y detalles geográficos, pero sin ocultar su repulsa hacia la colonización belga. Horrorizado, escribirá un artículo titulado “Geography and Some Explorers”, donde afirma que la colonización del Congo es “la más vil rapiña que jamás haya desfigurado la historia de la conciencia humana y la exploración geográfica”. 
Esta novela ha suscitado lecturas de índole diversa: crítica de la colonización europea en África, retrato humillante de unos seres explotados y de una tierra arrasada y desconocida para los blancos, relato del choque entre el orden civilizado occidental y la vorágine cruda de la selva africana, viaje interior en busca de la esencia oculta y aterradora del ser humano… Pero a nuestro modo de ver,  la riqueza de esta novela se haya precisamente en que no da un significado último, que no debe leerse buscando una verdad porque la verdad queda fuera, flotando en el aire en un lenguaje ambiguo e impreciso, demasiado rica para ser contenida en la anécdota. No tratar de encontrarle un único significado a la historia de Kurtz, cuando basta aplicar las palabras del narrador para saber que la tarea es inútil. 
 “Las historias de los marinos son de una simplicidad directa, cuyo significado cabe todo en una cáscara de nuez. Pero Marlow no era un caso típico (si se exceptúa su propensión a contar historias), y para él el significado de un episodio no se hallaba dentro, como el meollo, sino fuera, envolviendo el relato, que lo ponía de manifiesto sólo como un resplandor pone de manifiesto a la bruma, a semejanza de uno de esos halos neblinosos que se hacen visibles en ocasiones por la iluminación espectral de la luna (pp.129-130)”.
Como si el autor utilizara las teorías impresionistas de la pintura, el significado no es algo que viene dado sino que es construido por el lector a partir de las reflexiones del narrador y el relato del protagonista. Desde el comienzo el narrador se disculpa por su abstracción:
“No hay posible iniciación en semejantes misterios; tiene que vivir en medio de lo incomprensible, que es también detestable. Y esto ejerce además una fascinación que actúa sobre él: la fascinación de la abominación” (p.131).
Nos pide ayuda para traducir lo que los personajes están viendo:
“No era sueño; aquello parecía innatural, como un estado de trance” (p.190). 
Asistimos a su extrañeza ante determinadas situaciones y al proceso en tiempo real que tarda en dar explicación a lo que no entiende como en el episodio de la lluvia de palos que resultan se flechas (p199). También al proceso de reflexión de lo que está oyendo: 
“Creo que (la selva) le había susurrado cosas acerca de sí mismo que desconocía, cosas de las que no tenía idea hasta que no oyó el consejo de esa enorme soledad; y el susurro había resultado irresistiblemente fascinante. Resonó fuertemente dentro de él porque su corazón estaba hueco (p.220).
Conrad escribe un relato que consiste en multitud de imágenes de gran poder sensorial que dan lugar a un escenario, la selva, y a una atmósfera, la del horror. Convirtiéndose ambas en dos personajes más que operan al margen de los hechos en la mente del lector.
Las imágenes se construyen a través de un campo semántico de lo oscuro que domina todo el relato a lo largo de sus tres capítulos. Es interesante cómo el principio del texto resulta casi apabullante en este sentido. Lo negro, lo oscuro, lo maldito, lo sombrío, lo tenebroso, lo misterioso, lo demoníaco son motivos que se repiten una y otra vez. Basta una lectura atenta para notar la gran densidad que de estos términos presentan las primeras páginas la narración de Marlow avanza, a medida que se va acercando al corazón de las tinieblas, la voz denunciante se va aplacando, las críticas a la codicia de la Compañía, la piedad por las víctimas de la esclavitud, el agobio por el clima y la insalubridad del ambiente van cediendo su espacio al silencio, que es el matiz más oscuro que puede teñir un relato. 
Marlow acepta aquella trampa del lenguaje por la cual todo lo negro se asocia al mal, la palabra "mal" se utiliza para referirse a lo inmoral, lo ruin, lo hostil, lo vil. Así es como, a causa de esta aceptación de un hecho lingüístico, desde este nivel primero del discurso, el Congo y sus pobladores quedan necesariamente incluidos en el campo semántico de lo oscuro.
Es notable cómo todas esas calificaciones pertenecientes a dicho campo semántico en muchos casos carecen por completo de justificación. Además, Marlow califica de "diabólico" o "demoníaco" al paisaje o a los cuerpos de los negros, pero a la vez se encarga de señalar las terribles condiciones en que viven estas víctimas de la empresa británica. En la época en que a Conrad le toca vivir, calificar de esa forma a las masas de cuerpos moribundos es la norma, criticar aunque sea superficialmente el horror en que viven los "débiles" es la transgresión. Pero "el otro" es animalizado, su discurso es ignorado, se lo presenta como lo oscuro y tenebroso, "el otro" carece de voz. Al mismo tiempo la figura de Kurtz, hombre blanco que ha sido corrompido y demonizado al entrar en contacto con selva, pareciera encarnar todo el mal posible, el camino hacia el centro de la oscuridad es el camino hacia el abismo de su alma.
Marlow anticipa desde el principio de su relato oral cuál será la consecuencia del contacto entre el blanco usurpador y el negro sometido. Lo que se presentará ante sus ojos será un: 
“[…] demonio de la violencia, el demonio de la avaricia, el demonio del deseo ardiente; pero ¿por todas las estrellas!, eran demonios fuertes, vigorosos, con los ojos inyectados, que dominaban y manejaban hombres; hombres, os digo”. (p.150)
El texto avanza hacia su definitiva oscuridad a medida que la narración de Marlow progresa, los oyentes perciben sus palabras, la oscuridad crece en el Támesis y la selva del Congo se vuelve más espesa. Y la oscuridad en Conrad alude siempre a humana, a la imposibilidad de descifrar sus profundos enigmas, a la inevitabilidad de la aceptación de su destino.

Bibliografía
https://www.isliada.org/libros/el-corazon-de-las-tinieblas/
http://critica.cl/literatura/el-individuo-etico-en-conrad
https://losojosdehipatia.com.es/cultura/libros/joseph-conrad-el-corazon-de-las-tinieblas/
https://vma-hernandez.com/2010/04/15/kurtz-o-la-decision-moral-suprema-acerca-de-el-corazon-de-las-tinieblas-de-joseph-conrad/
https://www.zendalibros.com/una-reflexion-la-corrupcion-natural-del-hombre/
Joseph Conrad: Un recuerdo personal, Ford Maddox Ford, Ediciones  Nortesur 2011.



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