La pérdida de la libertad en el espacio público y privado

Por: Alejandro Manrique

Obra: “El proceso”
Autor: Franz Kafka    
Año: 1925
Edición: Seix Barral, 1983

Obra: “La metamorfosis”
Autor: Franz Kafka    
Año: 1915
Edición: Ediciones Orbis, 1982

Creemos que la libertad es, acaso, el principio más sagrado que posee el ser humano. Es cierto que su existencia es limitada, fragmentada, enrevesada, difícil de conseguir y mantener durante una vida entera, pero no por eso deja de ser un norte, un ideal, una aspiración en todos los seres humanos. Ser libres y sentirse como tal. Consideramos que Franz Kafka entendía ello, que vivía intensamente su sueño de libertad absoluta, donde las personas no sufrieran el yugo autoritario, totalitario, absurdo y miserable de los sistemas y estructura sociales impuestos. Es cierto que una sociedad tiene que organizarse para funcionar y sobrevivir, pero es más cierto que la historia de la humanidad nos ha mostrado que estas formas organizacionales acarrean, no sólo limitaciones sino muchas veces abusos en contra de los individuos.

Nuestra reflexión anterior se puede ver reflejada en la obra del escritor universal Franz Kafka, quien a través de dos obras monumentales, “El proceso” y “La Metamorfosis”, desnuda las falencias y miserias de sistemas organizaciones burocráticos y explotadores que atormentan y quebrantan el espíritu humano, así como doblegando la voluntad y los sueños de las personas. Estas dos obras nos hablan de la destrucción del individuo en todos sus sentidos, tanto en el espacio público, como el privado. El individuo es aplastado en su interacción en sociedad, pero también dentro de las cuatro paredes de la intimidad.

“El proceso” nos habla de la desintegración del individuo en la esfera pública y social. Joseph K trabaja en un banco, vive en una pensión unto con otros inquilinos, tiene una amante, lleva una rutina, tiene hábitos y pasiones, es una persona que se desenvuelve en sociedad siguiendo patrones de “normalidad”. Sin embargo, un día recibe la notificación de que se le iniciará un “proceso” (judicial, legal, procesal). K se sabe inocente, sobre todo porque nadie es capaz de explicarle cuál fue su falta, su delito, el motivo por el cual vaya a ser procesado y, quien sabe, ser hallado culpable. K, hombre inteligente, se propone luchar contra ese sistema aberrante y abusivo. Acude a audiencias y hace gala magnífica de argumentaciones, pero se da cuenta que las aberraciones son más densas y complejas de lo que habría supuesto. Conversa con el abogado Huld, con el comerciante que ya lleva cinco años con su proceso Rudi Block, con el pintor Tintorelli que conoce el sistema judicial desde dentro, y K no hace más que confirmar y constatar que todo está podrido.

Eventualmente el proceso lo va afectado física y psicológicamente, a pesar de que no ha habido más audiencias, a pesar que aún no conoce concretamente su falta. La incertidumbre, el verse simplemente oprimido sin escapatoria, el saber que de una u otra forma siempre será visto como culpable, terminan quebrando su espíritu. El capellán de la cárcel, con quien conversa en la catedral hacia el final del libro, le termina confirmando todo lo anterior. Y al final, luego de un año de iniciado el proceso, K es asesinado por sus verdugos.

K, sin haber hecho nada, siempre fue culpable. Uno nace culpable en la sociedad y es ésta la que tendrá el derecho de dictaminar sentencia en cualquier momento, no quedándonos más que vivir con miedo e incertidumbre, oprimidos sin libertad, esperando sólo el día en que el verdugo se aproxime y nos dé fin. La sociedad, en todas sus instancias, áreas, aristas, nos da la espalda, nos juzga y condena y, pareciera, hasta se regocijaría de ello. Es el destino de todas las personas: hallarse sin ningún tipo de libertad. A efectos de este análisis, diremos que esa pérdida de libertad y sus consecuencias se da desde la perspectiva de la vida pública y social pues K ha sido destruido de manera visible por todos.

Exactamente ocurre la misma situación en “La metamorfosis”. El individuo es destruido por la presión rígida, insaciable y destructora de la sociedad, pero las consecuencias se observan en la vida privada e íntima de una familia, en su hogar, entre cuatro paredes de una habitación. Gregorio Samsa es un hombre responsable y trabajador arduo y comprometido. Es el sustento económico de su familia y está enfocado en pagar una deuda económica importante de su padre, quedándole aún cinco años. También quiere pagarle el conservatorio de música a su querida hermana, lo que implicará más compromisos económicos. Pero un día, es decir, de un día para otro, así de arbitrario, Gregorio se despierta en su cama convertido en un insecto. No es alucinación, no es simbolismo, es un insecto real. La familia lo ve, la familia sabe que es Gregorio, la familia lo niega como miembro de la familia. El padre lo odia. La madre abnegada aún quiere ayudarlo. La hermana transita del amor al hermano al odio visceral por el insecto.

Y Gregorio va perdiendo poco a poco su humanidad. Hace un último intento de aferrarse al cuadro de la pared, mientras su madre y hermana van limpiando la habitación y removiendo sus muebles, porque es su última pertenencia que le recuerda su identidad de ser un ser humano. Pero la situación se hace insoportable, inllevadera, Gregorio escucha que su familia está cada vez más dispuesta a asumir que Gregorio ya no existe y que el insecto vil y asqueroso debe desparecer. Gregorio se deja morir, ya no se alimenta, está herido por la manzana lanzada con furia por su padre, y un día amanece muerto. ¿Por qué se convirtió en un insecto? La metáfora es clara: la destrucción del ser humano y su re-constitución en una especie de ser vivo indigno, repugnante, inferior, asqueroso y merecedor del olvido, la negación y la muerte por parte de los demás. Incluso, yendo a un extremo: la insania y explotación de la sociedad son tan ingentes, que la constitución biológica de una persona puede ser alterada. No hay consecuencias previsibles cuando una persona es víctima de cargas inhumanas.

En conclusión, observamos un mensaje negativo de tragedia en estas dos obras de Kafka que, con sus metáforas, nos quieren advertir de los procesos de deshumanización que viene sufriendo la sociedad, lo que aún se observa cien años después de haber sido escritas ambas novelas. Todas las personas tienen un proceso o lo tendrán en algún momento, y si nunca lo tienen, de igual forma vivirán con miedo creyendo que en cualquier momento lo tendrán. La vida es destruida bajo este esquema. Y así uno lleve una vida digna de trabajo, pensando en el bienestar de su familia, es posible que la carga subjetiva y social termine afectando todo el ser y uno termine convertido en un insecto, para luego ser negado, alejado y excluido de aquellos que deberían ser más próximos: la familia.

Al final de cuentas, la sociedad, su estructura, su expresión sistémica, su aparato ingente y demoledor, se encargará de aniquilar a los seres humanos en sus espacios públicos y privados. Ambas novelas se encargan de transmitir el elemento trágico y cíclico pues el sufrimiento de la vida será equivalente a una lógica circular: los “procesos” duran toda la vida y así el sistema se auto-reproduce y auto-legitima; y cuando una persona muestra capacidad de decisión, trabajo, voluntad, como la hermana de Gregorio, la sociedad la identificará como una nueva presa para quitarle su libertad e imponerle la lógica esclavizante, y así el sistema de auto-reproduce y auto-legitima. Todos tenemos procesos y todos somos Gregorio Samsa.

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