Nadie es Outsider complaciendo a los demás


Nadie es outsider complaciendo a los demás


Vivimos en una época en la que hasta para ser outsider se ensaya. Estamos atrapados en esta vida moderna donde se lucha por el reconocimiento y la empatía del otro momento a momento, segundo a segundo, like por cada like. En  la que las posturas son tan importantes que nos orillan a recrear ideologías, modas y causas con la única razón aparente de ser la mejor representación del idiota que expulsa una sociedad enferma altamente predecible  durante el  lapso de unos cuántos segundos, aunque realmente no se conozcan o profesen. 
Las redes sociales nos han condenado a fingir todo el tiempo para ser figuras de plástico coleccionables.En esta carrera de ratas atrapadas en un laberinto, cada una de nuestras reacciones está previamente ensayada para causar revuelo y de pasar inadvertido se ha fracasado. La manía de ser el monito del show constantemente.
Buscamos ser el centro de atención en cosas tan sencillas como lo son , el  emitir una simple opinión acerca de lo que nos estamos llevando a la boca . Si el mejor platillo de un restaurant es una porquería , pero, el lugar es popular entre las masas, nos limitamos a acomodar el plato lleno de mierda, montarla como en museo y hacer una linda  fotografía. Actuar para ser la envidia del otro.  Meursault en el extranjero es un hombre que no solo no lucha o pone oposición al ser condenado a muerte por un crimen que comete en defensa propia, sino, que es vilmente juzgado y criticado por no externar sentimientos o  respuestas que clasifican como correctas los que le rodean. 
Meursault no derrocha lágrimas por el fallecimiento de su madre, no ama con pasión desmedida y abrumante, no gasta energía externando afecto al entablar una amistad y no implora por el perdón de un dios incluso al estar bajo la sombra de la muerte. 
Aún siendo parte de una sociedad como la nuestra, hoy en día quedamos hipócritamente en estado de shock al leer la carencia afectiva del personaje, un hombre que en mi opinión merece  el título del personaje más honesto de la literatura. Él ha tenido el valor de reconocer que no tiene que luchar por complacer a nadie, entendimiento que de poseerle nosotros, nos liberaría de actuar patéticamente en situaciones como lo es el  estar de cara ante una obra  de arte y no captar su esencia con el alma porque estamos demasiado ocupados peleando por el mejor sitio para capturarla en una fotografía o el sentir la necesidad de hablarle a un familiar que recién ha muerto, a través, del muro de una red social que nunca leerá por fortuna porque volvería a morir a causa del asco que esto le provocaría. Tenemos el valor de escandalizarnos ante la falta de reacciones de un personaje, pero no por nuestra falta de reacción  al vivir . El extranjero no es el que viene de otro país o el que siente que no forma parte de nada, el verdadero extranjero es aquél que vive importándole poco lo que los demás piensen. Ese dueño, amo y señor de su plena libertad, ese que al leerle, le envidiamos  inconscientemente porque a algunos nos  apetece ser la mitad de genuinos que es él, lástima que la forma de vivir  que hemos  instalado involuntariamente en nuestras mentes, no esté consumiendo y aún no  nos  permita si quiera ser ese tipo de outsiders que hablan desde  el corazón y no para incitar las miradas de los demás.


Gabriela A. Grajeda 

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