OPINIÓN CRÍTICA DE MUERTE EN VENECIA


MUERTE EN VENECIA: UN SUICIDIO INSPIRADO

«Las ninfas, con sus ojos ligeros y sus bocas de agua, las ninfas, siempre a contracorriente de mi vida, pasan, pasan, y hay la ninfa de cada mañana, efébica y sonriente, y la ninfa de cada atardecer, seria, sola, dura, con su descuido de muchacho y su belleza venidera. Las ninfas, obsesión de tu vida, la luz se curva en ellas, el día canta en la estopa adolescente de su pelo. Ninfas que han pasado por tu vida, ninfas por las que has pasado, la niña lírica con su aura de colegio, la llama rubia que me incendió el tiempo para siempre». 
Mortal y Rosa. Francisco Umbral.

Thomas Mann, junto a Gustav Aschenbach, navega en Muerte en Venecia hacia la búsqueda de esa irresistible belleza letal. Sumido en una crisis espiritual de conciencia y de creatividad busca, hasta el fin de su vida, a la Musa Inspiradora que acabe por revelar, desde sus sentimientos contradictorios de atracción y de rechazo, con el temor a lo desconocido. A abandonarse, en el sentido de rendirse, por la vía de la ensoñación y la fantasía, hacia lo que su ser anhela. Ser la completud y permanecer. Salir de lo efímero y lo transitorio.
En esa búsqueda encuentra la antimusa, Tadzio, que en lugar de inspirar un proceso creativo activo, la vida por la vida, el protagonista entra en un bucle de distorsión y de perversión que lo aleja del que serenamente convivia con su aceptado yo burgués y el escritor afamado. 
El protagonista, en lugar de adjurar ante esta dicotomía, se precipita hacia una muerte segura. La toma de decisiones que, desde la ignoracia, inequivocamente le llevarán al suicido. Tadzio, convertido en la razón y en el sentido de su vida, se transformará en una excelente razón para morir. 


Maeva Ortiz Hergueta

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