El proceso / La metamorfosis - Álvaro Jarillo (turno de tarde)


El proceso (Cátedra, 2015) / La metamorfosis y otros relatos (Cátedra, 1997)
Frank Kafka
Álvaro Jarillo - Turno de tarde


El proceso y La metamorfosis: la densidad ambiental en las habitaciones de Kafka

Este trabajo analiza ambas obras de forma comparada y, en particular, estudia los recursos mediante los cuales Kafka logra una densidad ambiental en el espacio de las habitaciones en las que se desarrolla la acción. Examinamos el particular tratamiento que se realiza del espacio para comprender cómo y para qué se construyen esos lugares kafkianos.

Como punto de partida común a ambas obras, podemos afirmar que la mera lectura ya nos lleva a confirmar que las habitaciones y los espacios interiores tienen un especial protagonismo. Un análisis más detallado nos permite afirmar que esa utilización del espacio tiene una clara dimensión funcional y está íntimamente ligada a los cambios que experimentan los personajes y a los contrastes con el resto de la sociedad que vive fuera de esos escenarios cerrados.

El proceso y los espacios que conducen al patíbulo

En la obra El proceso, la desventurada acción del protagonista desde que lo arrestan en la primera escena está íntimamente ligada al concepto de culpabilidad (real o no) y Kafka la muestra marcando la oposición con otros elementos visuales de las habitaciones como el orden y la limpieza. Así, respecto de la vida en casa de la señora Grubach, comenta: “Le parecía como si debido a los incidentes de la mañana se hubiera originado un gran desorden en toda la vivienda de la señora Grubach y que precisamente él era necesario para restablecer el orden. Pero una vez se restableciera este orden, se borraría toda huella de aquellos incidentes y todo retomaría su curso normal” (p.80). En esa misma línea, utiliza el diálogo incrustado para, en palabras del propio K decir: “«¡La limpieza!», gritó K. Aún por la rendija de la puerta, «si usted quiere mantener limpia la pensión, tiene que despedirme a mí primero»" (p.84).

Durante el desarrollo del proceso judicial, los espacios angostos de los pasillos y salas también asumen una clara función determinista para marcar el destino del personaje. Parece como si el propio espacio kafkiano, siempre apremiante y algo atosigante, adquiriera vida propia. El autor logra que personaje y lector asuman con verosimilitud que prevalecerán las situaciones acuciantes hasta llegar a la muerte del protagonista. Son frecuentes las situaciones agobiantes (“El sol abrasa aquí en las vigas del tejado y la madera caliente hace el aire tan pesado y sofocante”, p.125), los espacios angostos ("la gente solo podía estar agachada y pegada al techo con la cabeza y la espalda”, p.99) y los lugares interiores como pasillos o escaleras que marcan el ineludible camino hacia la ejecución final.

 Además de esa función de enmarcar y acompañar el desarrollo de la acción, los espacios asumen también distintas funciones respecto de los personajes y contribuyen a reforzar las contradicciones o las diferencias. Así ocurre, por ejemplo, cuando K. se enfrenta frente al juez en una destartalada buhardilla ("¡En qué posición se encontraba K. frente al juez, que estaba sentado en la buhardilla, mientras que él tenía en el banco una gran habitación con un vestíbulo y podía asomarse a la animada plaza de la ciudad por una inmensa ventana!”, p.119) o cuando muestra las distintas clases sociales que encuentra en los negociados del tribunal (“Vestían desaliñadamente, aunque la mayoría pertenecía a las clases superiores a juzgar por la expresión de su cara … Nunca se ponían totalmente de pie, tenían la espalda inclinada, las rodillas dobladas, estaban de pie como mendigos callejeros.”, p.122)

En la descripción de los espacios interiores, Kafka también utiliza la dimensión espacial para marcar las diferencias y contradicciones entre lo que ocurre dentro y fuera de las habitaciones. En este sentido, el espacio interior marca y (casi) oprime al protagonista de El proceso. Mediante esas situaciones apremiantes, genera un cierto rebosamiento que da pie a que las siguientes acciones se presenten como inminentes e ineludibles. A modo de ejemplo, la situación de K. frente al juez es ilustrativa: “Estaba de pie, oprimido junto a la mesa; la aglomeración que había tras él era tan grande que tenía que oponerle resistencia si no quería empujar fuera del estrado la mesa del juez de instrucción.” (p.101)

En ese juego de contrastes, la oposición entre la oscuridad interior y la luz exterior también tiene un simbolismo importante. Así, tienen particular relevancia las claraboyas de la sala de abogados que marcan las diferencias con los demás miembros del tribunal: “La sala baja y estrecha asignada a ellos denota ya el desprecio que el tribunal tiene para con esta gente. La estancia solo recibe luz a través de una pequeña claraboya que está situada tan alto que cuando uno quiere asomarse a ella […] tiene que buscar primero a un compañero que lo cargue a las espaldas” (pp.170-171). También están presenten en la vivienda del peculiar personaje Tintorelli, cuya entrada de la vivienda, después de subir por una escalera estrecha estaba iluminada por una pequeña claraboya.

Este juego de luces, que veremos que también está presente en La metamorfosis, aparece de nuevo en la escena final de la cantera el momento de ejecutar al protagonista cuando narra: “Del mismo modo en que palpita una luz, así se abrieron de par en par los cristales de una ventana: una persona, débil y delgada por la distancia y la altura, se inclinó de golpe hacia delante y extendió los brazos aún más hacia delante. ¿Quién era? ¿Un amigo? ¿Una buena persona? ¿Uno que tomaba parte en ello? […] ¿Eran todos?” (p.276). En esos momentos finales, el juego de lo de dentro y lo de fuera, la luz y la oscuridad, sirven de nuevo para reforzar el concepto de culpabilidad latente en toda la obra y para interpelar al lector con esas preguntas retóricas que nos llevan a preguntarnos sobre nuestra propia responsabilidad en las acciones injustas.

En esta línea de describir con detalle los espacios que participan del significado de la obra, también se observa un minucioso cuidado de algunos rasgos (o más bien gestos y acciones) de los personajes que cumplen la función de dotar de mayor significado a la propia acción. Así, cuando los dos hombres van a buscar a K. para ejecutarlo, describe una impactante imagen de unidad gracias a los detalles que, de otra forma, no habría transmitido la misma fuerza narrativa: “Tenían los hombros pegados contra los dos de él, no los flexionaban, sino que los utilizaban para entrelazarlos en toda su longitud alrededor de los brazos de K.; por debajo, agarraban las manos de K. Con una presión metódica, entrenada, irresistible […] ahora los tres formaban una unidad […] era una unidad tal como casi solo pueden formarla los cuerpos inanimados” (p.218)."

El espacio y su transformación en La metamorfosis

Si en El proceso los espacios juegan un papel importante como parte de la simbología de la obra, la dimensión espacial en La metamorfosis, en particular las habitaciones, juega un papel determinante en el propio significado de la obra. Están presentes desde los primeros párrafos en los que se marca el pacto de verosimilitud con el lector al situar a Gregor Samsa “sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. La habitación adquiere relevancia desde entonces: “Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas” (p.133).

La característica ambientación cerrada y claustrofóbica de Kafka adquiere una función esencial para marcar la frontera entre el mundo cerrado en que están reteniendo al protagonista y el resto de las habitaciones (la sala de estar y el dormitorio). Esos escenarios se muestran como si se tratara de una representación teatral a la que se invita al lector con interpelaciones sobre la propia acción: “En la habitación de la izquierda se hizo un penoso silencio, en la habitación de la derecha comenzó a sollozar la hermana. ¿Por qué no se iba la hermana con los otros? […] ¿Por qué él no se levantaba y dejaba entrar al apoderado?” (p.141). Gracias a esta forma de narrar en la que nos abren los espacios y la propia acción, como lectores, nos sentimos en el mismo centro de ese escenario.

La habitación de George adquiere también un papel protagonista y acompaña al personaje para, de forma, detallada mostrar el proceso de angustia y transformación que experimenta. Así, por ejemplo, muestra su angustia cuando se sitúa junto al filo de la puerta, en la mitad entre el  mundo de fuera y el de dentro de la habitación: "Gregor junto al filo de la puerta en una situación de angustia: “Gregor no entró, pues, en la habitación, sino que se apoyó en la parte intermedia de la puerta que permanecía cerrada, de modo que solo podía verse la mitad de su cuerpo y sobre el la cabeza, inclinada a un lado, con la cual miraba hacia los demás” (p.146).

La habitación, y su relación con el resto de la casa (como la sala de estar) se convierte así en una suerte de correlato objetivo que también experimenta un proceso de transformación. Al comienzo de la obra, el protagonista (y el autor) se recrea en las sensaciones que experimenta y en los nuevos detalles que percibe; como cuando se pasea por las paredes de la habitación con nuevas sensaciones que le atraen: “Le gustaba especialmente permanecer colgado del techo; era algo muy distinto a estar tumbado en el suelo; se respiraba con más libertad” (p.162). No obstante, a medida que se consuma su transformación en insecto, la habitación se vuelve ese espacio que le encierra por el rechazo y temor que sienten fuera hacia él, la habitación se convierte así en la jaula donde recibe el desprecio de los demás: "Sobraban muchas cosas que no se podían vender ni tampoco se querían tirar. Todas estas cosas acababan en la habitación de Gregor. Lo mismo ocurrió con el cubo de la ceniza y el cubo de la basura de la cocina” (p.176).

La habitación y el protagonista se transforman progresivamente una vez hecho el pacto de verosimilitud y el propio lector se convierte en insecto gracias a la descripción detallada que permite acercar el "zoom" de forma minuciosa. Esa precisión espacial también guarda una relación con el papel que juega el tiempo en el proceso de cambio. Así, en uno de los pasajes, George muestra su preocupación por olvidar su pasado humano si le vacían la habitación de muebles y pierde las referencias que guarda de antes de su proceso de metamorfosis; todo ello, a pesar de que si vaciasen su habitación "podría arrastrarse en todas las direcciones sin obstáculo alguno” (p.164).

Finalmente, al igual que ocurre en El proceso en la escena de la ejecución, en el culmen de la metamorfosis y muerte de George, las ventanas marcan el contraste de los espacios cerrados y agobiantes con el amplio espacio exterior: “La asistenta cerró la puerta y abrió del todo la ventana. A pesar de lo temprano de la mañana, ya había una cierta tibieza mezclada con el aire fresco. Ya era finales de marzo” (p.185).  Este contraste introducido en el desenlace de la trama lo refuerza con la frase del señor Samsa que vuelve a vincular las dimensiones de espacio y tiempo pidiendo a su mujer y a su hija que se olviden del pasado ("Olvidad de una vez las cosas pasadas, p.187) y abandonan el piso después de meses en dirección al campo iluminados por el "cálido sol" (p.187).

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