La puerta - Álvaro Jarillo (turno de tarde)


La puerta - Magda Szabó
Debolsillo, 2005.
Álvaro Jarillo - Turno de tarde


La Puerta o la llave del cambio

La novela de Magda Szabó narra un cambio de época a través de un personaje que marca el tránsito desde el pasado hacia la incertidumbre del futuro. Nuestro análisis se centra en la idea del cambio que se produce en la sociedad que describe y en la transformación interior que experimenta la narradora a través de su relación con Emerec.

La autora mantiene una prosa ágil e intimista, centrada en un narrador-testigo que, poco a poco, se siente hechizado por la figura de Emerenc. Es evidente que hay una identificación del narrador con la propia figura de la escritora lo que le permite, además de posicionarse respecto del oficio de escribir, adoptar un léxico acorde con su personalidad.

La trama podría parecer sencilla a primera vista, pero la tensión narrativa aumenta a medida que el personaje central se convierte en el espejo y el centro de la vida de la narradora, de su matrimonio y de toda la comunidad que le rodea. El aspecto psicológico de la obra adquiere una gran importancia a medida que Emerenc muestra a los demás la verdad sobre sus vidas, sus hipocresías y sus inconsistencias, así como sus frivolidades.

La autora disemina la narración con muchos elementos simbólicos que permiten una lectura intertextual y atemporal. El perro adquiere una creciente simbología en el desarrollo de la trama ("Con la toalla que había ido a buscar envolvió al perrito como si se tratara de un bebé", p.49) y lleva la personificación hasta una implícita identificación con la propia Emerec ("Viola se acercó a la puerta y, con el hocico pegado a la rendija, comenzó a gimotear [...] ese suspiro angustioso, impropio de un animal, similar a la respiración de una persona que se ahoga por falta de aire", p.70-71).

Junto a la fuerza de los perfiles psicológicos, Szabó logra gran tensión narrativa gracias al elemento del secreto de lo que habrá detrás de la puerta ("Las sospechas del manitas debían de estar bien fundadas: la vieja escondía riquezas detrás de esa puerta cerrada a perpetuidad", p.45), a la utilización de recursos como los saltos de tiempo ("De todas formas, todo lo que acabo de contar sucedería en un futuro aún lejano de nuestra noche de festín y de sus consecuencias", p.83) y a los indicios de acciones futuras que también abren expectativas en la trama ("Volvería a ver ese maniquí muchísimo tiempo después y en uno de los momentos más irreales de mi existencia", p.93).

Como escritores, es muy relevante la construcción que realiza del personaje de Emerec, el proceso mediante el cual va cobrando forma a través de la experiencia del narrador testigo que crea tensión narrativa e invita al lector a querer saber más sobre ella. Esa expectativa que abre la voz narradora se acompaña de la curiosidad por querer saber qué es lo que hay detrás de la puerta. Para ello, la autora se sirve de un narrador en primera persona y recurre a los diálogos incrustados, lo cual le permite manejar libremente los saltos de tiempo y el ritmo de la narración. Los diálogos solo adquieren algo más de extensión, por ejemplo, cuando da cabida a que el lector pueda conocer más del personaje de Emerec a través de sus propias palabras. Esos diálogos, bien escogidos, permiten mostrarla hablando mientras limpia los pelos del perro de la alfombra y la narradora-testigo se encuentra sentada ante la máquina de escribir (de nuevo se funden narradora y autora): "—…Ay, Dios, ahora me acuerdo de cuando escondí por lástima a aquel alemán [...] A partir de entonces, cada vez que tuve que esconder a alguien lo hice en este cuartucho. Imagínese la cara que puso el alemán cuando aparecí con el ruso" (p.135-136).

Otro aspecto importante desde la perspectiva de la creación literaria es su talento para mostrar las contradicciones, no solo entre los personajes (como entre la narradora y Emerec) sino también de la propia Emerec con la sociedad ("Ella no aceptaba este país. No quería engrosar las filas de los que mandan barrer a los demás", p.133). Para ello, muestra sus diferencias con las nuevas fuerzas sociales como los jóvenes revolucionarios, que debían estar trabajando honestamente las tierras en lugar de "pasar el tiempo pronunciando discursitos revoltosos en los cafés" (p.143) y también se manifiesta contraria al poder que ejercen otros poderes asentados como la Iglesia ("Ella no necesitaba de los curas ni de la Iglesia {...] le había bastado la guerra para comprobar la eficiencia de la acción divina", p.32). A través de las acciones y posiciones de los personajes. Estos choques generacionales y culturales adquieren relevancia en el texto a través de los propios personajes que muestran a través de sus acciones y opiniones las contradicciones existentes con mucha más fuerza narrativa que como lo haría una voz narradora lineal.

La novela adopta una estructura preactiva que le permite a la autora abrir y cerrar con el sueño y con la imagen de la llave que remite de nuevo a la puerta. La obra habla del cambio que se produce en la sociedad austrohúngara y la puerta, junto con la propia Emerec, simboliza la resistencia a la apertura a los nuevos tiempos.  Es más que una novela de época, ya que la caída del Imperio austrohúngaro y la llegada de la modernidad son también nuestro siglo actual, la televisión de la obra es nuestro ordenador y nuestro teléfono móvil de hoy en día. De igual forma, el sufrimiento de Emerenc es también el pesar de los padres de nuestra generación y el reloj del tiempo marca nuestro presente.

Podríamos decir que todos tenemos unas llaves con las que abrir nuestro cambio de época. La prosa elegante de Szabó nos invita a la reflexión sobre el personaje y sobre los cambios que vivimos en cada generación. Consigue que, como lectores, nos acerquemos tanto a la narradora-testigo y la propia Emerec que hagamos nuestras sus preguntas y nos cuestionemos a nosotros mismos sobre nuestras propias llaves del cambio, sobre esas cerraduras que todos tenemos y que, en ocasiones nos resistimos a abrir por temor a los secretos que mantenemos guardados. En última instancia, la novela nos interpela a para que reflexionemos sobre nuestra propia existencia y sobre el entorno que nos rodea si queremos encontrar esa llave que nos revele un poco más la verdadera naturaleza de nuestra identidad: "Era en esa habitación donde escondía los verdaderos componentes de su identidad, y hasta que ella no estuviera dispuesta a abrir su puerta, por propia voluntad y rompiendo los siete sellas del secreto, no sabríamos quién era" (p.153).

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