Amor o No

Amor o No 

(Indochina francesa, 1914)
El lector permanece al margen en este relato en primera persona, se puede tener la sensación, incluso, de no estar, porque la pequeña Marguerite se desliza a través de sus pensamientos y sensaciones con la naturalidad que suele deslizarse el monólogo interno en cualquier adolescente sobre aquella transgresión que no puede contar a nadie. 
Tiene 15 años y nos habla del despertar de su cuerpo, el amor, la pasión física, y lo que ve transcurre en su propia destartalada casa y vida familiar, pero quedarse ahí sería simplista. Ella, en su divagar, nos pone al corriente del peso que su madre y sus hermanos tienen en su existencia, de cómo esta amaba a su hijo mayor sobre cualquier otra persona y sus celos de niña al respecto. Ese odioso hermano delincuente en cualquier sentido, degenerado. Y nos pone al corriente de la silenciosa existencia de su otro hermano, menor que el primero y mayor que ella, por el que siente devoción, entregado en cuerpo y alma a su destino en el olvido materno, sufriente. De la necesidad de lo fundamental, del hambre, de la pobreza y la enajenación mental que puede llevar consigo. De la vergüenza.
Y sorprende la madurez con la que afronta su necesidad de escapar tratando de salvar a los que ama. La escapada hacia lo desconocido, el placer, hacia la abundancia ajena a cualquier tipo de carencia, hacia algo y alguien que por casualidad la descubre y ella se deja llevar hasta no poder ni desear vivir de otra manera, hasta el final, conociendo de sobras que está cercano. 
Y en aquél hombre chino, 12 años mayor que ella, encuentra sobradamente lo que sin saber sabía apremiadamente necesitar. Sentir lo que su cuerpo pedía sentir, ese tipo de placer sexual sin prejuicios, formas y cortapisas que, en el transcurrir de los años, como luego supo, jamás volvió a experimentar con ningún otro hombre. Y en él encuentra lo que sin proponérselo sabía debía hacer en cualquiera de los sentidos. 
Por primera vez, en casa, algo la tendrán que tener en cuenta. Por primera vez cenarán en restaurantes caros hasta hartarse, bailarán en pistas elegantes, beberán el champagne más caro y alguien, sin preguntar, pagará las deudas familiares.
En barbecho, dispone de la riqueza de ese amante al que jamás olvidará y del que a nadie jamás hablará. Sin hacerse preguntas, con él goza hasta límites que nunca pudo imaginar, con él consigue soslayar su vida real, con él resuelve la economía familiar, con él su amor por el hermano menor y su sufrimiento, se toma un respiro. 
Muchos años después, en su apartamento de París, suena el teléfono, un acento concreto susurra: “hola, soy yo” – “ya lo sé” – “te amaré siempre” – “yo a tí también”.
Entrevistada al respecto por Bernard Pivot (Apostrophe), ya en la vejez, Duras declara abiertamente cómo a través de sus experiencias jamás sintió tanto placer como con aquel hombre al que, sin saberlo, amó más allá de a los que después conoció, de cómo trató de huir de lo que fue su existencia con el alcohol, sin conseguirlo. De su perdón sin condiciones a la madre que no la amó y, ay!!!, al hermano mayor que, en su sentir, asesinó al pequeño, su amado, se dice ahora, “retrasado”. *
* No puede extenderse más en este punto, ladea la cabeza, es incapaz.
  

Gabriela A. Grajeda Ortega 

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