La complejidad emocional en el ser humano observada en la novela “La puerta”

Por: Alejandro Manrique

Obra: “La puerta”
Autor: Magda Szabó 
Año: 1987
Edición: Penguin Random House, 2005

La novela “La puerta” de Maga Szabó es, un su totalidad, una metáfora sobre el carácter complejo y contradictorio del ser humano, lo que se refleja de manera prolija y profunda en los dos personajes principales de la historia: la escrita Magda Szabó y la asistenta Emerenc Szerdás. La primera, joven, escritora, intelectual, frágil, con la necesidad imperiosa de que alguien imponga un orden doméstico en su hogar, contrata los servicios de Emerenc, mujer mayor, con un carácter dominante, intransigente e imponente, pero sumamente eficiente y generosa en su labor. Emerenc realiza un trabajo excepcional desde un primer momento, lo que será una bendición para Magda porque ahora se podrá dedicar a la escritura y demás actividades afines. Emerenc limpia, cocina, cuida en la enfermedad, aconseja, ilumina con su presencia, con su luz, con su actitud maternal y condescendencia. Magda, necesitada de ayuda doméstica, pero también filial y emocional, quedará prendada de Emerenc y desarrollará una relación de dependencia.

Es en ese pacto implícito donde empezarán a ocurrir los problemas. Emerenc ha demostrado ser una persona sumamente compleja en su estado emocional, que por momentos es voluble, inestable, enfermizo, defensivo y belicoso propio de personas que han desarrollado enfermedades y trastornos mentales durante sus vidas. Ello se ha producido debido a las experiencias traumáticas que Emerenc ha tenido a lo largo de su vida: la muerte de padre y padrastro, sus hermanos gemelos carbonizados por un rayo, su madre que se suicida como consecuencia de lo anterior, la esposos judíos que la acogieron como asistenta se suicidan, el abuelo materno que la maltrata, su pareja que es descuartizada en público, los hombres que le mienten y roban, el vecino que asesina su gato, etc. Es decir, una persona que ha sufrido tantas pérdidas, a la que se le ha muerto tanta gente durante toda su vida, que termina encerrándose en sí misma, convirtiéndose en resentida, amargada, acomplejada, intolerante y explosiva. Por ello, Emerenc decidirá mantener la puerta de su habitación cerrada a las miradas de todo ser humano sobre el mundo. Es su espacio de intimidad, de identidad, donde estará a salvo por siempre y de donde nadie le arrebatará nada. De allí el título de la novela y al mismo tiempo la metáfora: “La puerta”. Una puerta cerrada para protegerse de la crueldad y maldad intrínsecas a la vida. Además, mantener la puerta cerrada le permitirá mantener un secreto: la convivencia con sus nueve gatos, pero también, en la segunda habitación clausurada, los muebles antiguos y hermosos que la familia judía le regaló como agradecimiento. Lo más valioso y simbólico para ella.

Magda va captando y entendiendo la complejidad del carácter de Emerenc y sabe que podría ser un problema, un conflicto, algo que le termine afectándola a ella, pero es mayor su necesidad de contar con Emerenc para que éste ponga orden en su casa y en su vida. Además, Magda, con el correr de los años, ha desarrollado una dependencia emocional. Observa en Emerenc a una madre, a una autoridad que le instruye, ordena y explica cómo es el verdadero funcionamiento del mundo, lo que conlleva reiteradas críticas a Magda: Emerenc le manifiesta que es inocente, ingenua, débil, egoísta. Además, se suma un elemento sutil y casi desapercibido: Magda llega a observar a Emerenc con una mirada erótica, lo que complejiza más su vínculo con ella.

¿Por qué sigue tolerando Magda a Emerenc cuando ésta, por momentos, le complica la vida en términos emocionales? Porque Magda observa una verdad inminente: Emerenc es, en el fondo, a pesar de su inestabilidad, una persona buena. Emerenc ayuda a los demás, al prójimo, a todos aquellos que necesitan cualquier tipo de socorro. Lo hizo con la familia judía y la hija Eva, lo hizo con los soldados alemán y ruso, lo hizo con un gran número de hombres que necesitaron alimento, escondite, apoyo, sin mencionar la rutinaria bondad que ella despliega en su vecindario, donde ella trabaja como una suerte de conserje. Además de realizar sus labores comunales con prestancia y eficiencia (barrer, limpiar, atender), cocina para los demás, los atiende en enfermedad, los aconseja. Incluso, como observará Magda con sorpresa, Emerenc es capaz de asistir en un suicidio cuando su amiga Polett manifiesta su deseo de no vivir más. Magda, pues, estará presta a mantener una persona así a su lado: una mujer explosiva y complicada, pero buena y eficiente, además de satisfacer ciertos roles fetiche como el de la madre y la autoridad.

Magda y Emerenc, además, mantendrán y consolidarán un fuerte vínculo debido al mutuo sentimiento hacia el perro Viola que Magda adoptará. Ambas le querrán, cuidarán y protegerán. La presencia del perro en la novela se convierte en algo continuo y, si bien secundario, revelador: es una prolongación del lado animal, primitivo, emocionalmente elemental de Emerenc. Cada vez que ésta se sienta mal y explote, le pegará al perro como una suerte de recriminación y castigo a sí misma. Así, se revela una nueva capa: crueldad física, aunque es un dolor que ella misma querrá sentir. Esa actitud hacia Viola será un espejo de lo que también ocurre con Magda: en lugar de violentarla físicamente, Emerenc lo hará con palabras, con manipulación psicológica, es decir, de manera emocional, acaso la forma más dolorosa de castigo.

Si bien durante veinte años construirán una relación de amistad, donde ambas manifestarán con palabras y acciones tener sentimientos nobles hacia la otra persona, Emerenc atosigará constantemente, casi de manera sistemática, a Magda. Le dejará de hablar, por ejemplo, cuando Magda y su esposo no acepten los regalos de las cosas recogidas de la calle. Y luego, al pedirle perdón y regresar donde Magda, Emerenc romperá sin más el perro de yeso como muestra de que ella está por encima de Magda. ¿Por qué ese comportamiento? Porque Emerenc está tan dañada en todo nivel, que no podrá reprimir querer a Magda, pero al mismo tiempo querrá protegerse de Magda misma, de consolidar una relación de amor porque ella está acostumbrada a perder todo, a que la gente a la que ama se muera. En ese sentido, Emerenc será constantemente explosiva con Magda: pasará del amor al odio en cuestión de minutos y viceversa. Y Magda vivirá constantemente afectada por ello.

Es por eso que, luego de haber hecho comentarios que le dolieron y ofendieron a Magda en una ocasión, Emerenc querrá congraciarse con Magda: le enseñará la habitación secreta y le contará sobre sus gatos. Hasta ese momento llega el grado clímax de amistad entre ambas, pero luego Emerenc caerá muy enferma y, encerrada en su habitación, buscará, sin más, morir. Pero transcurren los días y Magda, sinceramente preocupada, organiza un “rescate” para salvarle la vida a Emerenc. El rescate se produce con violencia mientras Magda tiene que partir a una entrevista en televisión, y los vecinos son testigos de la inmundicia pestilente que se había convertido la habitación de Magda, además de reparar en la existencia de los gatos.

Emerenc, recuperándose en el hospital, se quedará ofendida con Magda, echándole la culpa por haberla “traicionado”, es decir, por haberla expuesto en sus miserias e inmundicias ante los ojos de todos. Así, luego de haberle enseñado su habitación y abrirle su corazón, Emerenc termina casi odiando a Magda. Magda se siente traidora y su esposo la tilda de traidora. Magda empezará a resquebrajarse emocionalmente por sentir que si bien quiso ayudar a Emerenc salvándola de la muerte, estaría luego de ello propiciándola. Por ello, delante de Emerenc, Magda tendrá que mentirle para no dañarla más ni provocar un repentino ataque cardiaco: le dirá que, luego del rescate, ella cerró la puerta, nadie vio el interior, nadie vio las inmundicias, los gatos no se escaparon y luego limpio los pisos y paredes. En ese momento, creyendo Emerenc de verdad las palabras de Magda, muestra la máxima expresión de amor: le chupa los dedos a Magda, como un animal, como un perro, como Viola, como un ser aniquilado, disminuido y elemental en su condición emocional. Emerenc, la persona que tanto sufrió durante su vida, ahora se siente, finalmente, querida y recompensada.

Aunque ello durará poco. Al final se descubre la verdad y por última vez Emerenc y Magda se enfrentan. La primera reitera su casi odio, su repulsión por sentirse traicionada y mentida. Magda partirá apenada, una vez más. Y en un arranque sumamente emocional, inestable y violento, Emerenc querrá pararse de la cama del hospital, sufrirá un nuevo infarto y morirá.

Creemos que Emerenc no fue traicionada del todo porque lo que era más importante para ella permanecía en la segunda habitación sellada y a la cual nadie había accedido. Allí, finalmente ingresan Magda y el teniente coronel y comprueban que estaba llena de muebles antiguos y hermosos que, como mencionamos antes, fueron regalados por la familia judía. Eran muebles entregados a Magda como muestra de amor, y, según las mismas palabras de Emerenc, habrían sido para el nuevo hogar que Magda debió haber tenido, junto con el hijo que nunca tuvo y del que Emerenc se hubiese encargado de cuidar. Emerenc visualizó la imagen de una familia feliz donde todos estuviesen juntos, pero nunca se concretó. Y ese fue el mayor motivo para morir estando sumamente dolida y sentirse traicionada.

Los muebles se convierten en polvo debido a una plaga de carcoma. Escena muy simbólica que muestra la dura y triste realidad: Emerenc ha muerto y Magda ha quedado muy herida y con remordimiento. Así seguirá su vida: con dolor. Y el dolor será reflejado hasta el final de la novela con la descripción del sueño que se anunció desde la primera página: una imagen de frustración e impotencia al no poder abrir una puerta y el sentir que el mundo se resquebraja ante ello. La puerta que ella nunca le abrió a Emerenc en la vida real. El amor que nunca llegó a darle y que sí recibió por parte de su asistenta.

Hemos hecho este análisis que se centra en los perfiles psicológicos de Magda y Emerenc, así como sus interacciones emocionales, para poder subrayar lo que mencionamos al inicio: el ser humano es complejo y contradictorio. Las particulares vivencias traumáticas, que todos hemos tenido en un nivel u otro, condicionarán nuestro estado subjetivo, nuestra constitución como personas y nuestra capacidad de decisión. No existen características buenas o malas, correctas o incorrectas, altruistas o egoístas. Las personas, como Magda y Emerenc, son una mezcla viva y contradictoria de lo más esencial del ser humano: la imperfección y el dolor que ello acarrea.

Así, con todos los matices, grados y niveles emocionales en los personajes de Emerenc y Magda, sobre todo en la primera, la novela “La puerta” intentará rendir tributo a la gallardía que siempre se requiere para vivir y, más aún, sobrevivir en un mundo práctico y crudamente real, donde los seres queridos mueren, donde no hay dioses, religión, historia, política, sociedad, sino donde sólo existen corazones rotos y con deseos de afirmar su subjetividad y sus sueños en armonía con las personas a las que más quieren. “La puerta” es un bello tributo a la complejidad y contradicción de las emociones humanas.

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