La puerta: "Una llave maestra para la memoria histórica"

La puerta: “Una llave maestra para la memoria histórica”

SZABÓ, Magda. La puerta.
Edición de Debolsillo Contemporánea (4ª Ed. 2018)

«Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos».
- Jorge Luis Borges

En La Puerta, Magda Szabó construye una casa sólida y repleta de significado con dos habitaciones separadas por un umbral infranqueable, pero transparente. Un umbral que divide a sus dos protagonistas, Magda y Emerenc, y que representa la diferencia de clase, de educación, de experiencias, y, sobre todo, el abismo entre la memoria histórica y la incertidumbre del futuro. La novela se publicó en 1987, tan solo dos años antes de la caída del muro de Berlín que representó el final de la Unión Soviética. El peso de la historia en la vida cotidiana, y en concreto de la decadencia del comunismo, funciona como telón de fondo de la novela. En la última parte, Szabó escribe: «Es cierto que la humanidad hace tiempo que ha conquistado las estrellas y que las generaciones venideras no se acordará ni remotamente de nuestra época primitiva en la que librábamos nuestras miserables contiendas particulares y comunitarias a cambio de una taza de chocolate, como críos en una guardería infantil, aun en ese supuesto futuro, tendrá sentido salvar a las personas que ya no tienen un lugar en este mundo». Partiendo de esta premisa, este texto analizará los hechos que acontecen a través del reflejo de sus dos personajes principales en el espejo de la historia húngara, referenciada de manera explícita (o, muchas veces, implícita) en la novela.
A cada lado del umbral se encuentra una protagonista. Por un lado está Emerenc, una sirvienta de avanzada edad, que representa la tradición y el trauma de la Segunda Guerra Mundial. Un trauma que curtió a una generación sencilla sin tiempo para cultivarse por las circunstancias: tenían que sobrevivir. A su vez, se utiliza la fecha falsa de su nacimiento, que ella misma decidió, el 15 de marzo de 1848,  para convertir a Emerenc ipso facto en un ente representativo de la historia de la Hungría independiente. Ya que fue en aquel día en el que se rindieron los húngaros tras un intento de independencia del Imperio Austro-Húngaro. También hay ecos del régimen comunista en la construcción del personaje, o de cómo éste se enraíza en la sociedad. Es una persona trabajadora y comunitaria que se resigna a la idea de que «el mundo se divide en dos clases de personas: los que barren y los que no». Su trauma personal por la muerte de su madre y hermanos se refleja en el trauma colectivo del holocausto (o de la devastación de cualquier guerra), que también aparece en la subtrama de la familia Grossman, a los que Emerenc ayudó durante la guerra.
Los sueños de Emerenc están en línea con la resignación de una época que no tenía tiempo para soñar y lo demuestra cuando dice: «lo único a lo que aspiro es poder levantar esa bonita cripta de la que hablé, que me dejen en paz y no me den lecciones, ni usted ni nadie… sé más de la vida de lo que usted puede imaginar… si tan rico le parece su país y tan lleno de posibilidades, cómaselo con patatas. Pero a mí, particularmente me interesa más bien poco, entérese ya de una vez por todas: yo ya no quiero nada ni necesito a nadie». Sabe más de la vida, no solo por su edad sino por lo que representa y la incertidumbre que envuelve al país, sumido en el régimen dependiente, post-estalinista, de la Unión Soviética.
Magda, al otro lado del umbral, representa la modernidad, la intelectualidad y las posibilidades del futuro. Bajo el régimen estalinista en Hungría (1949-1956), Magda Szabó no pudo publicar. La historia está narrada después de este momento, de manera autobiográfica, no casualmente, desde su punto de vista. Desde el principio se establece que viene de una clase burguesa, apelando de nuevo a la historia húngara cuando dice que su familia desciende de la dinastía de los Árpád – una estirpe que se remonta al siglo XI. Esta diferencia de clase no impide que Magda considere a Emerenc como una madre y Emerenc a Magda como una hija. Porque el futuro, al fin y al cabo, es descendiente del pasado.
Cuando Emerenc muere, toda la comunidad de vecinos llora su muerte, los comercios privados cierran (como guiño al capitalismo que estaba por venir) y Magda se siente culpable, quizá por dejar atrás un pasado en la cúspide del cambio por la inminente caída del régimen comunista, o por dejar atrás una ideología afín al mismo, aunque en la práctica no funcionara. «Es necesario que declare de una vez por todas que yo maté a Emerenc. Yo quería salvarla, no destruirla, pero eso no cambia nada».
La puerta que con tanto recelo había mantenido cerrada Emerenc para todos menos para Magda se vuelve a abrir dejando ver una habitación llena de muebles antiguos, un regalo de los Grossman, que se acaban descomponiendo. Una herencia. Los objetos de la habitación son el símbolo del pasado que se desvanece cuando Magda dice: «No encontraron restos de nada, solo el vacío que un mobiliario, unas piezas de porcelana y un reloj habían dejado después de convertirse en nada. Pero eso a mí ya no me interesaba». El reloj marca el paso del tiempo, el cambio. «¿Oye el tic-tac?». Un cambio incierto, aunque ansiado por Magda dentro de su culpabilidad.

A medida que avanza la trama, Magda va conociendo los secretos de Emerenc, aprendiendo poco a poco de su sirvienta y construyendo los cimientos de una relación intergeneracional que elucida compleja pero maravillosamente todo lo que implica abrir la puerta al pasado, y la necesidad de que futuras generaciones sean conscientes de lo que las precedió, para no acarrear la culpa por no lidiar con la memoria histórica. La novela representa, por lo tanto, una llave maestra a través del reflejo de sus dos personajes principales en el espejo de la historia húngara, que, como cualquier historia, no permite un reflejo compartido. Porque como dijo Jorge Luis Borges: «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos».


Alberto Pickers (Grupo tarde)

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