Marguerite Duras: “Diferentes compromisos y estilos en la (re)construcción de los mismos recuerdos”
Marguerite Duras: “Diferentes compromisos y
estilos en la (re)construcción de los mismos recuerdos”
DURAS, Marguerite. El Amante.
Edición Maxi Tusquets (5ª Edición.
2017)
DURAS, Marguerite. Un dique contra el Pacífico.
Edición Fábula Tusquets (1ª Edición.
2008)
La lectura de Un dique contra
el Pacífico (1950) resultaría, hoy en día, incompleta sin la lectura de El amante (1984), ambas de Marguerite
Duras. Su obra refleja el compromiso con la ficción de la primera en contraste
con el compromiso con la verdad de la segunda. Los recuerdos de la adolescencia
de la autora, en la Indochina francesa, se entremezclan y construyen dos
novelas con tintes auto-biográficos separadas por más de treinta años. La (re)construcción
de los mismos recuerdos en los diferentes puntos de la carrera literaria de
Duras tiene, por lo tanto, resultados estilísticos dispares que se analizarán
en este texto. El foco se pondrá en las grandes diferencias entre: el realismo
naturalista fiel versus el impresionismo, la narradora moralista versus la
narradora impúdica, o la linealidad narrativa versus la fragmentación temporal.
Quizá por la madurez creativa de Duras, quizá porque los personajes
que retrata (su madre y sus hermanos) ya estaban muertos, o quizá por su
distancia de los hechos, los recuerdos se plasman en El amante con pinceladas impresionistas y un alto nivel de
honestidad, libre de tabús. En El amante,
Duras narra: «Habrá que esperar unos años para que me pierda, para que
pierda a esa niña, esa niña de entonces». Y fueron esos más de cincuenta años
entre los hechos y su (re)construcción los que necesitó para retomar los
recuerdos de su adolescencia con un desgarro impúdico y sin prejuicios.
Aportando todos los matices de una vida que la ayudó a comprenderse mejor. Con apenas
ciento treinta páginas, el libro se lee como una nebulosa desconectada de las
impresiones de una mujer de setenta años que observa las instantáneas de su
pasado. Pero hay múltiples formas de
indagar en el pasado y en Un dique contra
el Pacífico, Duras eligió ser fiel a las descripciones más artificiosas,
con detalles más exhaustivos, aunque llenas de imágenes evocadoras de los
paisajes, olores y ruidos de la Indochina de los años treinta. Lo que importa
en Un dique…, es la trama y, por lo
tanto, el estilo está al servicio de la misma. Los detalles son necesarios para
acompañar a la autora en su propia (re)construcción literaria de un mundo que
conocía, para crear una imagen fiel del mismo, mientras que en El amante, el lector es testigo de sus
emociones a través de un estilo desenfrenado, que evoca sensaciones y opiniones
sobre temas como la sexualidad, el amor, el paso del tiempo en el cuerpo, el
aislamiento, la feminidad, y, sobre todo, la pulsión por la escritura. Algunos
de estos temas también están presentes en Un
dique…, pero escondidos en la trama y la narración más tangible de los
hechos.
La narración de ambas obras difiere en la persona utilizada, el punto
de vista y la estructura de las frases. En Un
dique contra el Pacífico, la narradora en tercera persona tiene un
posicionamiento moral, más distanciado, para retratar con veracidad el dolor, la realidad social y
humana del continente colonizado, donde una madre tiene que enfrentarse sola a la
crianza de sus tres hijos, mientras que en El
Amante la narradora no juzga, simplemente lo expone todo sin tapujos, en
una primera persona que susurra como si el lector fuera su confidente. Por
ejemplo dice: «He tenido la suerte de
tener una madre desesperada por un desespero tan puro que incluso la dicha de
vivir, por intensa que fuera, a veces, no llegaba a distraerla por completo».
Por lo tanto, Un dique… se construye
con muchas frases medidas con estructuras clásicas de sujeto más verbo más
predicado, mientras que en El amante las
frases fluyen más libres, menos estructuradas y con más hipérbaton y otros
recursos literarios. Aunque con el uso de esta aparente libertad estilística,
se puede entrever un control formal de la autora, en ocasiones, para evitar u
ocultar una tendencia a lo melodramático y sentimental. Y para ello, su
escritura oscila entre los acontecimientos vividos y el recuerdo de ese pasado
que nos llega como un presente inmediato, logrando una tensión visual durante
toda la obra.
Por otro lado, la estructura fragmentaria de El amante, en contraste con la linealidad narrativa de Un dique contra el Pacífico, consigue de
una manera más cercana a la verdad de su autora acercarnos a la forma en la que
se suelen construir los recuerdos: con pensamientos arbóreos, saltos temporales
y sin poder sostenerlos lo suficiente como para entrar en el detalle más
trivial. Lo que queda es la esencia de lo que se quiere contar, como se ha
comentado antes, a través de brochazos impresionistas. Esta estructura también
permite el constante influjo de reflexiones que surgen como brotes del
pensamiento, ligadas a unos hechos que se observan con los ojos del paso del
tiempo. Hay expansión, digresión y tan solo los detalles e imágenes óptimas
para conseguir hilar los diferentes momentos e impresiones. Los saltos temporales
pueden perder al lector en momentos, pero también lo adentran en una especie de
recuerdo en construcción, mientras que en Un
dique… la estructura clásica y la utilización de los recuerdos da un
resultado más artificioso, literario y con un compromiso claro con la
ficcionalización de los mismos. De hecho, hay referencias en El amante a Un dique contra el Pacífico cuando, por ejemplo, Duras narra: «Así pues, no es en la cantina de Ream, ya ven, como había escrito, donde conocí al hombre rico de la limusina negra, ... es en el transbordador, el día al que me refiero...». La linealidad temporal de Un dique... está, como el estilo, al servicio de la trama. Los hechos y las acciones de los personajes importan más que la sensación que evocan los recuerdos. La novela se construye sobre una estructura vertical y coherente, en contraste con la expansión horizontal de El amante.
Obviamente, las dos novelas utilizan los mismos recuerdos de maneras muy diferentes. En El Amante, Duras
encontró en la (re)utilización de material con un significado personal enorme,
un equilibrio brillante entre el formalismo y un potente efecto emocional,
mientras que en Un dique contra el
Pacífico, consiguió una distancia que le permitió, paradójicamente, un
acercamiento más fiel al mundo sobre el que se sostiene la trama que quería
contar. Por lo tanto, como se defendió en un principio, Un dique… mantiene un compromiso con la ficción, mientras que en El amante, Duras buscaba una
conciliación con su propia verdad. Una verdad que llega a su clímax cuando
narra: «Escribiré libros. Eso es lo que
vislumbro más allá del instante, en el gran desierto bajo cuyos trazos se me
aparece la amplitud de mi vida».
Comentarios
Publicar un comentario