Gregorio, K. y otros nombres de personajes en "La metamorfosis" y "El proceso"

Por: Sonsoles García-Albertos

Kafka, Frank. La metamorfosis. Buenos Aires.

Editorial Losada. 1970.

Traducido por Jorge Luis Borges.

Kafka, Frank. El proceso. Madrid.

Unidad Editorial. 1999.

Traducido por Feliu Formosa







Los nombres de los personajes no son nunca inocentes. Ni los nombres ni los apellidos ni la manera en que el texto los nombra. Los nombres, en una sola palabra, pueden contener dentro más información para el lector que páginas y páginas sobre el pasado del personaje. La intención de este pequeño ensayo es mirar dentro de los nombres y las formas de nombrar de los personajes que utiliza Kafka en sus obras El proceso y La metamorfosis.
A priori nos puede parecer que la manera más natural para identificar a un personaje a lo largo del texto sería utilizar su nombre propio o nombre de pila. Es el nombre que elige la familia, en general los padres, para referirse a su hijo/a como ser individual, y de manera general tanto el nombre concreto como las motivaciones que llevaron a su elección aporta información sobre las relaciones familiares: ¿es el nombre de alguno de los padres? ¿es un nombre que se repite en la familia? ¿es un nombre poco frecuente en el contexto geográfico histórico de la narración? ¿es un nombre anticuado o directamente ridículo? ¿es el nombre de un personaje histórico? ¿quién eligió el nombre?
Simplemente por su nombre propio se refiere Kafka la mayor parte del texto de La metamorfosis tanto a Gregorio (o Gregor) como a Greta (o Grete). Gregorio es el protagonista y Greta el personaje más importante después de él. Referirse a ellos por su nombre de pila los aproxima al lector y les da una marca inicialmente vacía (porque en la mayoría de los casos los nombres propios carecen de significado concreto) que se irá llenando de las características que el texto vaya mostrándonos para ambos personajes.
A Gregorio se le cita el apellido únicamente en la famosa primera frase de la novela: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto” (Página 15) Cumple en este caso la función de informarnos del apellido de la familia, que será utilizado para nombrar a otros personajes, y nos remite a comportamientos sociales hoy mucho menos frecuentes, pues rara vez, cuando se nos presenta a alguien en un contexto no profesional, se nos informa de su apellido.
Tampoco el apellido es inocente. En este caso, se trata del apellido del autor bajo un disfraz tan ligero que no parece tener voluntad real y firme de ocultamiento: Samsa – Kafka. Igual número de letras, las mismas vocales en la misma posición, dos letras repetidas en las mismas posiciones (k y s).
El apellido o los apellidos sirven para identificar a las familias. Los padres de Gregorio y de Greta no reciben nombre propio en toda La metamorfosis. En la inmensa mayoría de sus apariciones, el narrador se refiere a ellos como el Señor Samsa y la Señora Samsa. Son así definidos por la familia de la que forman parte y esta circunstancia está por encima de sus características personales. Sus acciones o sus palabras en cierta forma son realizadas o dichas por el colectivo familia Samsa.
También es frecuente el uso del parentesco respecto al protagonista para referirse a los personajes. No deja de ser una manera de recordarle al lector la posición de los mismos en el mapa del relato y de indicar con qué máscara están actuando. En el caso de La metamorfosis, se utiliza a menudo padre y madre para designar al señor y a la señora Samsa (ya que es Gregorio, su hijo, el protagonista de la narración). Sin embargo, este uso de la función nunca desbanca al aparentemente más formal de señor y señora Samsa, recordándonos así el lugar que ocupa dentro de ellos su condición de padres.
A Greta (o Grete) se refiere el autor en muchas ocasiones con la palabra hermana. Salvo en las últimas páginas, que sustituye el apelativo a su función de hermana por la hija. Esta metamorfosis anuncia todo lo que le sucederá a la familia Samsa después del final del libro, ya que refleja como Greta ha sustituido a Gregorio como personaje a partir del que se nombran los demás. Si Gregorio no hubiera muerto, pasaría a ser el hermano, ya que el centro de definición se ha desplazado. Este cambio de roles en el núcleo de la familia estaba ya anunciado por la proximidad fónica de los nombres de los dos personajes, Gregorio – Greta. En la literatura, donde cualquier sonido, palabra, frase o acción esparce contenido simbólico, si comparten tanta parte de su nombre, también deben compartir más cosas; en este caso, su destino dentro de la unidad familiar.
El resto de personajes de La metamorfosis no tienen nombre propio ni apellido, sino que se utiliza para referirse a ellos la función que define su participación en la trama: el principal, las asistentas, los huéspedes. Si tuvieran un nombre propio, en cierta manera el lector recibiría un exceso de información sobre ellos que no se correspondería con su participación en la historia. Además, hay que señalar que un personaje colectivo como los huéspedes se desgaja en personajes individuales en cuanto alguno de ellos recibe una característica propia, como puede ser un nombre.
Al hilo de las reflexiones y los ejemplos que se han expuesto apoyándose en La metamorfosis, se abordarán a continuación los nombres que Kafka eligió para los personajes de El proceso. En especial, se hablará de K.
Al igual que sucedía en el inicio de La metamorfosis, en el primer párrafo se nos presenta al protagonista con nombre y apellidos (Página 11): “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarlo una mañana.” Sin embargo, en este caso, K. es despojado de su nombre, no de su apellido, y de esta forma, cada vez que es nombrado, no se apela a su individualidad, sino a su condición de miembro de una familia. Y como ha quedado claro a lo largo de este trabajo, esta elección no es inocente. De hecho, sirve para que desde el principio el lector perciba la historia de K. como algo que le sucede sin relación con quién es, si no simplemente por ser una persona cualquiera en el interior de la sociedad. Habría sido acusado y ajusticiado aunque se hubiese llamado Jorge F., porque su destino no está condicionado por él como individuo.
De nuevo, nos encontramos que el apellido del protagonista remite al del autor sin voluntad alguna de ocultamiento. Es importante señalar que el apellido no es K, simplemente una letra, sino que es una palabra que empieza por K, ya que está escrito con un punto detrás que indica abreviatura (K.). Resulta también interesante el contraste con el caso de Gregorio, del que conocemos a su familia y se le nombra por el nombre propio. Al contrario, a K. se le alude por la abreviatura del apellido y lo más parecido a un familiar que aparece en la novela es su tío Albert.
De cualquier manera, llamar a un personaje por la parte mínima de su apellido, que no conocemos, supone incidir aún más en la negación de sus características y su destino como ser individual. No se puede nombrar a alguien con menos.
En el capítulo de la catedral el sacerdote llama a K. por su nombre de pila, y esto le provoca al protagonista sensaciones ambivalentes (Página 188): “Pero el sacerdote no se dirigió a la comunidad de fieles; habló con una claridad inequívoca y no había escapatoria; gritó: «¡Josef K.!». K. se detuvo y miró al suelo. Por el momento, aún era libre. Podría seguir adelante y salir por una de las tres puertas de madera, pequeñas y oscuras, que no quedaban muy lejos de donde estaba. Esto significaría que no había entendido las palabras, o que sí las había entendido, pero no quería prestarles atención. Pero si se volvía, quedaría atrapado, porque entonces confesaría que había entendido perfectamente la llamada, que él era realmente el interpelado y que estaba dispuesto a obedecer”
Vemos en el párrafo citado que no es lo mismo someterse sin resistencia siendo algo tan vacío de contenido como el nombre K. que enfrentarse a la posibilidad de tomar una decisión individual y responsable (como Josef) y acabar eligiendo la sumisión y la derrota. El sacerdote, al llamarle por su nombre completo, le está obligando a actuar individualmente, y eso parece no gustarle ya a K.
En la siguiente página, leemos (Página 189): “«Tú eres Josef K.», dijo el sacerdote y alzó la mano sobre la balaustrada con un además indistinto. «Sí», dijo K., y pensó en la facilidad con que en otros tiempos decía siempre su nombre. En cambio, desde hacía algún tiempo, su nombre le era una carga. Además, resultaba que también lo sabían unas gentes con las que se encontraba por primera vez; con lo bonito que era presentarse primero y que luego le conocieran a uno".
Se nos muestra aquí que K. fue un hombre con conciencia de ser único y que siente cierta nostalgia hacia ese tiempo en el que no había sido aún vaciado de contenido por la sociedad en la que vive.
El resto de personajes de El proceso son designados por su nombre, su apellido o su función desde el punto de vista de K. Por ejemplo, el sacerdote no tiene nombre o el abogado, que sí lo tiene porque se lo oímos al tío Albert, es siempre citado como el abogado tanto por el narrador como por K.
Y para concluir, algunas preguntas: ¿Deben traducirse los nombres de los personajes? ¿Son el mismo Gregorio Samsa y Gregor Samsa? ¿Y José K. y Joseph K.?



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