Fenómenos de tiempo en "La isla a mediodía" y "Un suceso en el puente sobre el río Owl"
Por: Sonsoles García-Albertos
Cortázar, Julio. La isla al mediodía (Todos los fuegos el fuego, PP 95-103). Barcelona.
Editorial Edhasa. 1977.
Bierce, Ambrose. Un suceso en el puente sobre el río Owl (Antología del cuento norteamericaco, PP 139-149). Barcelona.
Galaxia Gutenberg. Círculo de lectores. 2002.
Traducido por Jorge Ruffinelli.
Este trabajo analiza las técnicas narrativas
utilizadas en dos relatos en los que los autores escinden los hechos narrados
distorsionando el tiempo de manera similar y utilizando una estructura
idéntica. Se trata de La isla a mediodía,
de Julio Cortázar (que forma parte del libro Todos los fuegos el fuego, del año 1966) y Un suceso en el puente sobre el río Owl, de Ambrose Bierce
(publicado por primera vez en un periódico de San Francisco en el año 1890 y un
años después integrado en el libro Cuentos
de soldados y civiles). Si bien el tema de los dos relatos es diferente,
las similitudes técnicas (e incluso de argumento) son tales que, al lector que
conozca los dos, no le queda duda alguna de la intención de Cortázar de
remitirle al cuento de Bierce[1].
Ambrose Bierce (1842-1914) fue un escritor
estadounidense, gran defensor del relato corto, que ha devenido en autor de
culto tanto para escritores norteamericanos como Kurt Vonnegut o autores del boom como Julio Cortázar. Además, ha
llegado a transformarse en personaje de ficción, sobre todo por su misteriosa
muerte: en diciembre de 1913 entró en México, presumiblemente para acompañar a
las tropas de Pancho Villa y nunca se volvió a saber de él. Es, por ejemplo, el
protagonista de la novela Gringo Viejo
de Carlos Fuentes o del relato Una bala
muy cerca del corazón en Palinuro de
México de Fernando del Paso.
El conocimiento por parte de Cortázar de los
cuentos de Bierce está documentado tanto porque una edición en inglés de los
mismos forma parte de su biblioteca[2]
y está anotada, como por la mención que él mismo hizo en la segunda de las
clases que impartió en la Universidad de Berkeley en el año 1980. Para hablar
de la irrupción de lo fantástico en la
modalidad temporal[3],
cita tres relatos: los dos sobre los que versa este trabajo y El milagro secreto de Jorge Luis Borges
(que forma parte del libro Ficciones).
No se incluye el cuento de Borges en el análisis porque, si bien utiliza la
misma distorsión del tiempo, su estructura no es idéntica. De hecho, el estiramiento
del tiempo en el momento inmediatamente anterior a la muerte es un recurso que
se ha usado en narrativa con bastante frecuencia. Sirvan de ejemplo, además del
citado cuento de Borges, obras como Una
bala en el cerebro de Tobias Wolff o El
sur, de nuevo de Borges.
La isla al
mediodía nos cuenta la obsesión de un steward,
Marini, que hace la ruta Roma-Teherán, por una pequeña isla griega, Xiros,
que se ve al mediodía desde el avión. Descontento con su propia vida, decide ir
allí para vivir de manera armoniosa con sus escasos habitantes. Un día, Marini
ve como el avión de la ruta Roma-Teherán se precipita a escasos metros de la
playa, se acerca nadando y alcanza a llevar hasta la orilla a un cadáver que es
él mismo.
Un suceso en
el puente sobre el río Owl es la historia de Peyton Farquhar, que va a ser
ahorcado de manera inminente dejando su cuerpo caer entre dos traviesas del
puente sobre el río Owl. Primer asistimos a la preparación del ajusticiamiento
(parte I), después tenemos una regresión para informar al lector de los hechos
que han llevado a Farquhar hasta la condena a muerte (parte II) y, en la última
sección, se nos narra como el prisionero cae al agua, consigue soltarse la soga
y huir hasta que se nos anuncia que ha muerto, «balanceándose suavemente de un
lado a otro bajo las maderas del puente sobre el río Owl» (P 149).
Para construir un esquema gráfico de los distintos
conceptos de tiempo que aparecen en estos relatos, además del tiempo de la
historia (TH) y el tiempo del discurso (TD) vamos a definir el tiempo para el
personaje (TP), que sería la duración de los acontecimientos que sólo están
ocurriendo en el interior de Marini o de Farquhar. En cualquier relato que
trate el tiempo de manera convencional, el tiempo del personaje coincidirá con
el tiempo de la historia. Sin embargo, en estos dos cuentos, cuando el tiempo
se escinde (cuando el avión empieza a caer en La isla al mediodía y cuando lanzan a Farquhar al vacío en Un suceso en el puente sobre el río Owl),
el tiempo para el personaje es muchísimo mayor que el tiempo de la historia:
TP>>TH.
¿Cómo se relaciona el tiempo del discurso TD con
el tiempo de la historia TH y el tiempo para el personaje TP? Si bien no se ha
representado en el esquema, se establecen los habituales fenómenos de duración
narrativos: escena, resumen, elipsis, pausa o ralentización y disgresión. De
hecho, una de las principales diferencias entre estos dos relatos, más allá de
las temáticas, es el uso del tiempo del discurso. Cortázar establece en la
primera parte de La isla a mediodía
una narración resumida en la que se insertan fragmentos de escena. Es decir, se
alternan unos fragmentos TH>TD con otros TH≈TD. Una vez alcanzada la escisión del tiempo,
mantiene la misma alternancia simplemente sustituyendo el tiempo de la historia
TH por el tiempo para el personaje TP. Bierce, sin embargo, utiliza (junto a
otros recursos que se nombrarán más adelante) los fenómenos de tiempo para
parcelar las distintas partes de su historia. En la parte I el tiempo de la
historia es muchísimo más breve que el tiempo del discurso: TH<<TD. La
narración parece la descripción de varias fotografías y las únicas acciones que
aparecen son los movimientos mínimos de los soldados que permiten pasar de una
instantánea a otra. Concluye esta parte con Farquhtar fantaseando con
sobrevivir en el instante previo a que lo hagan caer. La parte II es una escena
y por lo tanto TH≈TD.
La parte III, en la que el tiempo está escindido hasta la última frase, lo que
tenemos es un resumen sobre el tiempo del personaje, es decir, TP>>TD.
Ambos relatos concluyen cuando TP se unifica con TH en el momento de la muerte
de los protagonistas.
Los dos relatos marcan explícitamente el momento
de la escisión temporal. Cortázar lo hace omitiendo la elipsis que necesitaría
en un relato en el que el tiempo no fuera la grieta en la realidad que lo empuja
hacia lo fantástico:
« [...] Con los labios pegados al vidrio, sonrió
pensando que treparía hasta la mancha verde, que entraría desnudo en el mar de
las caletas del norte, que pescaría pulpos con los hombres, entendiéndose por
señas y por risas. Nada era difícil una vez decidido, un tren nocturno, un
primer barco, otro barco viejo y sucio, la escala en Rynos, la negociación
interminable con el capitán de la falúa, la noche en el puente, pegado a las
estrellas, el sabor del anís y del carnero, el amanecer entre las islas.
Desembarcó con las primeras luces, y el capitán lo presentó a un viejo que
debía ser el patriarca. Klaios le tomó la mano izquierda y habló lentamente,
mirándolo a los ojos. [...]» (Páginas 99-100).
Si verdaderamente Marini hubiera ido a la isla, el
autor nos habría marcado una elipsis antes de desembarcó. Tal como está narrado, se pasa de la hipótesis (treparía) a la acción efectivamente
acaecida (desembarcó) sin sembrar en
el lector la sospecha de que falta algo. La única explicación posible es, por
lo tanto, la irrupción de lo fantástico.
Ambrose Bierce se sirve de la dislocación
cronológica introduciendo en su relato una escena anterior (parte II) justo en
el instante en que el protagonista cae del puente. Esta interrupción en la
historia para volver hacia atrás indica al lector que el tiempo de lo que se
cuenta no se rige por las mismas relaciones que el tiempo del lector fuera del
cuento. Además, Bierce divide el relato en tres partes de manera explícita y
utiliza una voz narrativa completamente distinta en las partes I y III[4],
cuando aparentemente se suceden cronológicamente sin elipsis alguna entre
ellos. El cambio de narrador refuerza también en el lector la idea de que se le
está contando otra cosa, no la mera continuación de la parte I.
Los hechos relatados en un fragmento con el tiempo
escindido no pueden narrarse igual que cuando el tiempo responde a lo esperado
en la literatura realista. Ambos autores utilizan los sentidos para
desvincularse del tiempo de la primera parte de sus relatos. En La isla
a mediodía Marini se vuelve extremadamente consciente del efecto del entorno
sobre su cuerpo y dota de contenido simbólico a todo lo que encuentra en la
isla. Se lee por ejemplo: «La piel le quemaba de sol y de viento cuando se
desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le hizo bien,
se dejó llevar por corrientes insidiosas hasta la entrada de una gruta, volvió
mar afuera, se abandonó de espaldas, lo aceptó todo en un solo acto de conciliación
que era también un nombre para el futuro» (Página 100) o «Cuando llegó a la mancha
verde entró en un mundo donde el olor del tomillo y de la salvia era una misma materia
con el fuego del sol y la brisa del mar» (Página 101).
De manera parecida, a Farquhar se le agudizan los
sentidos hasta el punto de ver desde el río los ojos de los soldados que están
sobre el puente: «El hombre vio desde el agua el ojo del hombre que estaba
sobre el puente observando los suyos a través de la mira del rifle. Notó que
era un ojo gris y recordó haber leído que los ojos grises eran los más
penetrantes, y que todos los famosos tiradores los tenían» (Página 145). Hay
también que señalar que, dentro del proceso de hiper percepción, el pensamiento
se le acelera: «Su cerebro tenía energía como sus brazos y sus piernas; pensaba
con la rapidez del rayo» (Página 146).
Los relatos concluyen cuando el tiempo para el
personaje (TP) se reconcilia con el
tiempo de la historia (TH) y en ambos casos los autores anuncian este retorno a
la normalidad temporal. Cortázar
utiliza para ello el tema del doble: siempre que se escinde el tiempo, el
personaje que era único pasa a ser dos, uno en el tiempo para el personaje
(TP), que sería en estos dos relatos el que vive lo que desea, y otro en el
tiempo de la historia (TH), a punto de morir. En La isla a mediodía la primera sospecha la siembra el autor cuando
Marini se resiste a mirar el avión cayendo, como si no quisiera tener que
reconocer que él está mirándose a sí mismo porque son dos: «Cerrando los ojos
se dijo que no miraría el avión, que no se dejaría contaminar por lo peor de sí
mismo que una vez más iba a pasar sobre la isla» (Página 102). Se suma entonces
la ambigüedad en la focalización del narrador entre el personaje TP el
personaje TH en las últimas líneas del relato: «Remolcándolo poco a poco lo
trajo hasta la orilla, tomó en brazos el cuerpo vestido de blanco, y
tendiéndolo en la arena miró la cara llena de espuma donde la muerte estaba ya
instalada, sangrando por una enorme herida en la garganta. De qué podía servir
la respiración artificial si con cada convulsión la herida parecía abrirse un
poco más y era como una boca repugnante que llamaba a Marino, lo arrancaba a su
pequeña felicidad de tan pocas horas en la isla, le gritaba entre borbotones
algo que él ya no era capaz de oír» (Páginas 102 y 103). La confirmación viene
del desconcierto de los muchachos de que aquel hombre herido de muerte haya
conseguido llegar a nado a la playa.
No se puede pasar por alto que en el texto de Cortázar
el retorno a un tiempo y a un espacio realista no es total, ya que una vez
muerto Marini, el narrador sigue nombrando a Klaios, que es un personaje
aparentemente imaginado por Marini durante la caída del avión, como si su
existencia no dependiera del steward
muerto. Es decir, la escisión del tiempo ha modificado la supuesta realidad.
Por ello, La isla a mediodía puede
ser clasificado como relato fantástico.
En el relato de Bierce el mundo hiper percibido
por Farquhar se va haciendo poco a poco más extraño y, sobre todo, más alejado
de lo conocido por él y más próximo a cómo se ha venido representando la visión
de la muerte por los moribundos en el último instante (como túneles con luces en
la salida más alejada): «Los negros cuerpos de los árboles formaban una pared
cerrada, a ambos lados, que terminaba en un punto del horizonte, como un
diagrama en una lección de perspectiva. Sobre su cabeza, al mirar a través de
esta grieta del bosque, brillaban grandes estrellas de oro que le resultaban
desconocidas y agrupadas en extrañas constelaciones. Estaba seguro de que se
encontraban dispuestas en algún orden cuyo significado era secreto y maligno.
El bosque estaba lleno de ruidos singulares, entre los cuales —una vez, otra y
una tercera— oyó claras voces en un idioma desconocido» (Página 148).
En el párrafo anterior al final, Bierce cambia al
tiempo presente y de esta manera congela
a su protagonista en el instante de su muerte: con la desaparición de la conciencia
de Farquhar deja de avanzar el tiempo para el personaje (TP): «A pesar del
sufrimiento, se había quedado sin duda dormido mientras caminaba, porque ahora
ve un paisaje diferente. Quizá sólo se ha recuperado de un delirio. En ese
momento está de pie frente al portón de su propia casa. Las cosas están como él
las dejó, y todo es brillante y hermoso en el sol matinal [...]» (Página 148). Entonces
muere (en tiempo presente) con el narrador focalizado en él: «[...] siente un
golpe en la nuca que lo desvanece; una luz blanca cegadora incendia todo a su
alrededor con el sonido de un cañón» (Páginas 148 y 149) y, de manera análoga
al otro relato, el narrador se aleja para notificar el final.
A lo largo de este trabajo se ha quedado probada
la simetría estructural entre los relatos La
isla a mediodía y Un suceso en el puente
sobre el río Owl. Otro elemento en que ambas historias se reflejan es que la
escisión del tiempo se produce en los dos casos ante la inminencia de la propia
muerte durante una caída al agua. Y aun así, con la misma estructura, se nos
despliegan dos conflictos distintos: el protagonista del cuento de Cortázar
está insatisfecho con su vida y desea otra que no se ha atrevido a buscar y el
protagonista del cuento de Bierce pone ante nuestros ojos el horror de la
guerra a través de su inconmensurable ansia de seguir con la suya.
Bibliografía:
CORTÁZAR, J. (2014). Clases de literatura. Berkeley, 1980. Barcelona: Punto de lectura.
MENÉNDEZ, R. (2013) Cinco golpes de genio. Técnicas fundamentales en el arte de escribir
cuentos. Barcelona: Alba.
LAGMANOVICH, D. (1973) Acotación a “La isla a mediodía”. Revista Iberoamericana.
[1]
Otros cuentos de Ambrose Bierce que resuenan en la obra de Cortázar serían Las circunstancias adecuadas y El hombre y la víbora.
[3]
Julio Cortázar. Clases de literatura. Punto
de lectura 2014. Páginas 51 y 52.
[4] En
la parte I se utiliza un narrador omnisciente extremadamente frío y objetivo que
se refiere al protagonista como el condenado
y no por su nombre. En la parte II se despliega un narrador omnisciente más
cercano al personaje de Peyton Farquhar (de hecho, casi siempre focalizado en
él). En la parte III el narrador es equisciente sobre Farquhar hasta el párrafo
final donde recupera la omnisciencia.
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