Los excluidos: todo vale - Aitor Díaz




1.         Resumen
Los excluidos (Elfriede Jelinek, 1980) es una obra de arquitectura múltiple. Pertenece, sin duda, al genero novelesco, pero si el lector se adentra en ella puede sentirse, por momentos, inmerso en las páginas de un ensayo o de una reflexión política. De hecho, la obra bien podría pertenecer a todos estos géneros o ninguno de ellos y esto es, en parte, gracias a la prosa fría y desestructurada que emplea la autora. El objeto del presente articulo es analizar la forma en que Jelinek juega con los formalismos estéticos de la narrativa para que estos se conjuguen con el contenido ideológico de la novela, es decir, estudiaremos como la autora se “auto excluye” de ciertos convencionalismos y crea unas reglas lingüísticas pensadas para reforzar las sensaciones de aislamiento de sus protagonistas. 

Palabras clave: Excluidos, Jelinek, Sartre, Camus.  

2.         Introducción
Existen algunas reglas básicas de estructura, puntuación y desarrollo que el lector actual espera encontrar en las lecturas en las que participa. Estas reglas podrían ser, por ejemplo, la existencia de un narrador claro y reconocible, el uso de rayas o comillas diagonales para la apertura y/o cierre de diálogos o, en lo que a desarrollo se refiere, un arco completo del personaje protagonista de la obra. Pues bien, ninguna de estas reglas se cumplen en la novela de Jelinek, lo que provoca una lectura compleja y atractiva desde el punto de vista narrativo. A continuación se analizarán tres aspectos formales con los que la autora consigue incrementar la sensación claustrofóbica que transmite el contenido de la novela, y que son: a) diálogos sin signos de puntuación convencionales, b) intercalado de ideas políticas con la narración y c) la conversión de lo vivo en inerte, y viceversa.  



3.         Técnicas narrativas en Los excluidos


3.1.    Diálogos fuera de norma (y cambio de focalización)
El cambio de foco dentro de una narración es una técnica que ya hemos comentado en diversos artículos; hemos analizado las técnicas de Julio Cortázar o de Virginia Woolf, pero la manera en que Jelinek realiza estos cambios de puntos de vista (o foco) es sensiblemente diferente: ella no utiliza ningún elemento testigo; es decir, no ayuda al lector de ninguna manera y es este quien debe deducir  qué personaje interviene en cada instante en base a sus parlamentos o ideas. Veamos un ejemplo:

 “Y gritar es imposible porque Sophie se ha lanzado sobre su boca con una extraordinaria presencia de espíritu e intuición, espero que este animal no me muerda, cierra inmediatamente el pico porque en esta ocasión hemos sido previsores y tenemos una navaja. La exhiben. El comerciante, que solo conoce los cuchillos de la cocina de su mujer, enmudece angustiado. ¿Dónde está la cartera? Tomadla, está en mi bolsillo interior, vale más mi vida. Es lo más valioso del mundo”. (Los excluidos, Página 200, DeBolsillo).
           
En tan solo seis líneas el lector se enfrenta en este párrafo a dos cambios de foco, es decir, al punto de vista de tres personajes. El párrafo empieza desde la perspectiva de Sophie, que se ha lanzado sobre la boca del comerciante, incluso se intuye que la misma Sophie pronuncia la frase: «espero que este animal no me muerda», aunque la autora, al no utilizar los signos convencionales para marcar diálogos (rayas o comillas), no deja claro si esta frase es un pensamiento o un parlamento, de igual modo que no hay manera de saber a ciencia cierta quién pronuncia (o piensa) la siguiente frase: «cierra inmediatamente el pico porque en esta ocasión […]». Lo natural es que sea Rainer el autor de la misma, pero también podría ser Hans, o incluso Anna, por lo que el lector debe completar la acción con sus propias impresiones. Lo único que queda claro es que hay una navaja y que están amenazando con ella al comerciante, que es el ultimo en intervenir y cuya intervención es la irrefutable.
Este modo tan particular de cambio de focalización resulta muy práctico si queremos que el lector no sienta especial afecto por ninguno de los personajes de la obra (ni siquiera de los protagonistas) porque, de algún modo, el narrador los utiliza como objetos. Sale y entra de ellos sin mesura, control o permiso y eso genera un alejamiento que, en este caso, está en completa sintonía con el contenido de la novela.
Y en relación con este aspecto también cabe mencionar el desuso por parte de Jelinek de las reglas formales de puntuación de diálogos. La autora decide crear unas reglas propias y acordes con el comportamiento de los protagonistas de la novela, lo que se traduce en unas reglas caóticas y mutables. Si bien encontramos párrafos como el ejemplo anterior donde los diálogos (o pensamientos) van enlazados por comas, sin incisos, ni acotaciones, también hay partes de la novela donde encontramos paréntesis con los nombres de los personajes, o representaciones propias del teatro, como las mostradas a continuación:

“Hace cuatro semanas que no asistes a las reuniones del grupo. Y ahora precisamente te necesitan para pegar carteles (la madre a Hans). Vete a la mierda (Hans a su madre). Acto seguido la madre cita unos fragmentos extraídos de un libro”. (Los excluidos, Página 24, DeBolsillo).

“Rainer: Oye, Sophie, he vuelto a escribir una poesía que habla de ti.
 Sophie: Que es lo único por lo que, en realidad, destacas sobre los demás, ya que, muy a tu pesar, no dispones de otros medios materiales que te ayuden a elvarte sobre la gran masa. Rainer: hoy estás verdaderamente repulsiva.” (Los excluidos, Página 59, DeBolsillo).


3.2.    Ideología
Otra de las estrategias que utiliza la autora para sumergirnos en la nausea que viven los protagonistas de la novela es la de mezclar sus pensamientos con ideas políticas o filosóficas sin digerir, ideas que, como si estuvieran extraídas directamente de un panfleto político de la Viena de la posguerra, enrarecen la capacidad comprensiva del lector por su literalidad y vocabulario. Pero esta es la atmósfera en la que viven los personajes (todos ellos) y de la que no tienen ninguna posibilidad de escapar. No pueden huir de las ideas que azotan la Viena de la posguerra, consecuencia inevitable del periodo desolador que les tocó vivir a los habitantes de Austria durante los años cincuenta e incluso más adelante.

“Pero no, eso no puede ser, ya que en este preciso instante ella se dispone a abrir una caja de galletas bañadas en chocolate, que son sus predilectas. Rainer las devora con verdadera fruición. Uno de los deseos más vehementes del hombre es el de librarse del trabajo manual y para ello se sirve de cualquier medio.” (Los exculidos, Página 58, DeBolsillo).

“Y allí se queda. Uno de los innumerables defectos de la clase media consiste en dejarse desmoralizar inmediatamente por el fracaso de sus tentativas. Para una vez que tiene la oportunidad (Rainer) de medrar la deja escapar, sin insistir, aunque solo sea en apariencia. Aquí está el whisky, sírvete.” (Los excluidos, Página 43, DeBolsillo).


En ambos ejemplos aparecen discursos ideológicos junto con las emociones o pensamientos de los personajes, lo que hace que el texto desprenda cierto toque ensayístico. Mediante el uso de este tipo de lenguaje alejado de la sensibilidad, la forma de la narración confabula de nuevo con el contenido para intensificar la sensación de opresión de la novela.


3.3.    Inertización (y vitalización)
La inertización es un término técnico que significa “dejar quieto” o “dejar inactivo”. Se aplica en ingeniería ambiental para indicar que el potencial químico de un residuo peligroso, sea este líquido o sólido, ha sido minimizado o neutralizado para su disposición final. Y esto precisamente es lo que hace Jelinek con sus personajes en ciertos pasajes de la novela Los excluidos, intensificando, de este modo, su metamorfosis conceptual. 

 “Por muy culta que sea (Anna), en ese momento no es más que un cuerpo que tiene que descender al plano de los demás cuerpos, dónde es una más entre muchos y no la mejor […] El esmalte dental de Hans chirría en señal de protesta ante el rudo trato que está recibiendo. Siempre le exigen demasiado. Desde fuera sus músculos deben perfilarse con un destello blanquecino…” (Los excluidos, Página 80, DeBolsillo).

Mediante la deshumanización de los personajes estos dejan de ser, en ocasiones, entidades corpóreas cohesionadas para convertirse en los simples sumatorios de sus partes. La lengua de Anna, el dedo de Rainer, la falda de Sophie, o los músculos de Hans sustituyen a los propios Anna, Rainer, Sophie o Hans, creando, como ya decíamos antes, la sensación de que son más objetos que personas. Y para enfatizar este extraño efecto la autora utiliza, además, el recurso inverso, es decir, dotar de vida a objetos inanimados: 

“La hierba comienza a segregar savia presagiando la llegada del verano. La orilla del agua se precipita hacia ellos para saludarlos, ¡que cosa! ¡precisamente hoy, cuando pensaba que ya no iba a pasar nada más! (Los excluidos, Página 140, DeBolsillo).

Aunque bien es cierto que Jelinek utiliza este ultimo recurso con menor frecuencia que los arriba mencionados, su efecto es tan notable que no requiere de una elevada recursividad. Gracias a esta técnica los personajes y el ambiente en el que se desenvuelven pasan al mismo plano existencial, creando un efecto deshumanizante en concordancia con el contenido de la novela.


4.         Conclusiones
Como ocurre en tantas otras obras literarias, en la novela de Jelinek existe un fuerte compromiso entre la forma y el fondo. La desolación de los protagonistas de la novela no se transmite tan solo por las palabras de la autora, sino por cómo estas se organizan, se puntúan y se distribuyen a lo largo de la novela. Diálogos sin acotaciones ni incisos, ruptura de reglas narrativas, personajes que son más ideas que personajes, y un mundo que, gracias a todo lo anterior, se percibe tan desesperanzador como pudo haber sido la Viena de los años cincuenta, convierten la novela en una fuerte denuncia social sobre los excluidos de cualquier sociedad. Denuncia que se transmite con vigor gracias, en parte, a las técnicas narrativas analizadas en el presente articulo.


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