La mirada intermitente. El uso del punto de vista en Al faro, de Virginia Woolf
Montserrat
Iglesias Berzal
WOOLF, Virginia. Al
faro. Madrid: Cátedra, 2016, 267 pp.
La obra se divide en tres bloques. La
primera parte, «La ventana», que es la más larga con diecinueve capítulos, muestra
un día en la vida de un grupo de veraneantes ingleses, la familia Ramsay y sus
invitados, en una casa de recreo de una localidad costera escocesa. La idea principal
que logra que la historia evolucione es la posibilidad o no de navegar a un
faro próximo al día siguiente. En la segunda parte, «Pasa el tiempo» —una
auténtica joya literaria dentro de esta novela ya excepcional— se representa el
paso de los años en diez fragmentos que enseñan al lector cómo la casa se va
deteriorando por el abandono. La tercera parte, «El faro», cuenta en trece
capítulos otro día de verano, más de una década después del primero. Lo que
queda de la familia Ramsay y sus allegados vuelven a veranear a la casa y el
padre y los dos hijos pequeños realizan, por fin, la excursión al faro que
habían dejado postergada tantos años atrás.
Las
veintisiete páginas objeto de este estudio cuentan la cena de ese primer día.
Es una escena casi isocrónica, es decir, prácticamente coincide el tiempo que
transcurre en la historia con el tiempo que tardamos a leer ese momento en el
relato. Se trata, además, del clímax de la primera parte y el único episodio de
la narración en el que se reúnen en un mismo espacio todos los personajes
fundamentales, menos los dos niños pequeños.
Woolf
en esta escena pone sobre el tablero todas las inquietudes de sus personajes haciendo
uso, como en el resto de la obra, del multiperspectivismo. Es habitual que se confunda
esta técnica con el empleo de varias voces en un texto, y, sin duda, ese sería
su planteamiento más extremo. En realidad, la perspectiva múltiple se materializa
más con el foco (desde dónde se ven los acontecimientos) que con la voz (quién
los cuenta). Virginia Woolf elige para su novela un narrador heterodiegético
que prácticamente es invisible para el lector porque permanece pegado a la
visión de un personaje[ii]. Pero no de uno solo. El
narrador va trasladándose de un foco a otro conforme la historia se mueve por
el escenario de la novela. La maestría de Woolf consiste en lograr que, después
de unas primeras páginas de adaptación al recurso, el lector siga la leve trama
sin problemas y acepte lo que se le cuenta con naturalidad e interés, pues lo
que magnetiza del libro no son los acontecimientos, hasta cierto punto
intrascendentes, sino la forma en la que los asumen sus protagonistas.
De
esta manera, sin que el narrador intervenga en ningún momento para decirnos
cómo son, conocemos las características de los personajes por lo que vemos en
ellos y lo que el resto nos hace ver de ellos. Por tanto, de los actores en los
que el narrador situará su foco durante el capítulo diecisiete sabemos que:
-
Mrs. Ramsay es el centro de esa casa, la
luz por la que se sienten atraídos todos los demás, aunque ella en ocasiones
pueda verse como una persona insatisfecha, incompleta y desgraciada.
-
Mr. Ramsay es un intelectual academicista
y algo ridículo, que dirige su familia con estilo autoritario, sobre todo con
sus hijos, pero que parece amar sinceramente a su esposa.
-
Lily Briscoe es una mujer que está dejando
de ser joven, aunque sigue soltera. No obstante, esto no parece importarle
demasiado, o no es su principal preocupación, pues lo que a ella le interesa es
su creación artística y cree que para gestar sus cuadros necesita la máxima
independencia.
-
Charles Tansley aparece como un joven
aspirante a figura universitaria que no se ve suficientemente valorado y que se
siente frustrado por sus carencias económicas e intelectuales.
-
William Bankes se presenta como un viudo
sensato, también dedicado a labores intelectuales, que desea proteger su
soledad, pese a que el entorno quiere verlo de nuevo casado y puede sentirse vagamente
atraído por Lily.
-
Minta Doyle es una joven frívola, pero
mucho más inteligente de lo que ella y el resto del grupo dan por hecho.
Otros
personajes que aparecen en la escena, pero en los que el narrador no posa su
foco, son el viejo poeta Augustus Carmichael, que vive volcado en lo que a él
le parece el maravilloso placer de no hacer nada; Paul Rayley, joven
insustancial que antes de la cena se declara a Minta; y los tres hijos mayores
del matrimonio Ramsay, quienes solo importan para completar algunos detalles
argumentales de la novela. Como se puede observar, la autora hace una elección
muy consciente de cuáles han de ser las perspectivas de su narrador: si quiere
que lo que cuenta tenga tensión no puede situar su foco en personajes sin
conflicto[iii] y así lo hace durante
todo el libro.
Entonces,
¿en qué se diferencia este capítulo diecisiete de los que nos han llevado hasta
él y de los que se desarrollarán en la tercera parte[iv]? En que el cambio de foco
es mucho más rápido, al menos de la página 146 a la 160, pues a partir de ese
momento la perspectiva se centra solo en Mrs. Ramsay y Lily Briscoe, que, al
fin y al cabo, son los dos personajes más relevantes de esta primera parte. De
hecho, Mrs. Ramsay cierra el capítulo saliendo del comedor:
Era
imprescindible llevar las cosas unos pasos más allá. Con el pie en el umbral,
esperó un momento para disfrutar de una escena que se desvanecía mientras
ocurría, y, a continuación, se adelantó y cogió a Minta del brazo, y se fue de
la habitación y la escena cambió, se dio a sí misma formas diferentes; ya se
había convertido, lo sabía, echando una última mirada por encima del hombro, en
pasado
(p. 172-173).
Para
que se aprecie esta rapidez, incluyo la siguiente tabla en la que se encontrará
el personaje en el que se centra el punto de vista, la primera línea en la que comienza
esa focalización y la página a la que corresponde esa línea:
Personaje
|
Primera
línea
|
Pág.
|
Mrs.
Ramsay
|
Pero
¿qué he hecho de mi vida?, pensaba Mrs. Ramsay,
|
146
|
Lily
Briscoe
|
Lily
Briscoe veía como se dejaba ir Mrs. Ramsay hacia esa
|
147
|
Charles
Tansley
|
Qué
tonterías dicen, pensaba Tansley, dejando la cuchara
|
148
|
Lily
Briscoe
|
Realmente,
pensaba Lily Briscoe, a pesar de los ojos, era el
|
149
|
Charles
Tansley
|
Mentía
para que él lo advirtiera. No decía lo que pensaba,
|
149
|
Mrs.
Ramsay
|
—Sí,
ya puede llevárselo —dijo, interrumpiendo la con-
|
150
|
Mr.
Bankes
|
—La
gente pierde las relaciones muy pronto —dijo Mr. Bankes
|
151
|
Charles
Tansley
|
Mr.
Tansley, que no conocía de esa lengua ni siquiera sus
|
152
|
Lily
Briscoe
|
Lily
Briscoe se daba cuenta de todo. Sentada frente a él,
|
153
|
Charles
Tansley
|
Mr.
Tansley levantó el martillo, lo blandió en el aire
|
153
|
Lily
Briscoe
|
—¿Me
llevará, Mr. Tansley? —dijo Lily, con rapidez, con
|
154
|
Mrs.
Ramsay
|
—Pero
¿cuánto tiempo tienen que estar en el faro? —pre-
|
155
|
Foco
múltiple
|
Que
la temporada de pesca había sido mala, que los hom-
|
156
|
Mr.
Bankes
|
nada acerca de ello». Pero quizá,
pensaba Mr. Bankes, miran-
|
156
|
Mr.
Ramsay y Mrs. Ramsay
|
miraba la hoja del mantel; Mrs
Ramsay, dejando la discu-
|
156
|
Focalización
0
|
Ya
estaban encendidas las velas, y las caras de ambos lados
|
159
|
Mr.
Ramsay
|
a mirar hacia arriba, junto a Mr.
Ramsay, quien sintió que
|
160
|
Minta
Doyle
|
A
ella en cierta forma le aterrorizaba, le daba miedo su in-
|
160
|
Mrs.
Ramsay
|
Debe
de haber sucedido, pensaba Mrs. Ramsay, se han com-
|
160
|
Lily
Briscoe
|
que Lily pensó: Qué infantil, qué absurda
era, ahí sentada
|
163
|
Mrs.
Ramsay
|
leche en buenas condiciones. Hablaba
con entusiasmo y elo-
|
165
|
De
la lectura atenta de este cuadro se pueden extraer algunas conclusiones que es
necesario subrayar, aunque algunas resulten evidentes:
-
Menos en dos ocasiones, el cambio de
focalización se introduce gracias a un verbo de pensamiento o de habla, y solo una
vez, en la que el punto de vista pertenece claramente a Charles Tansley, no se
vincula a este tipo de verbos y la introducción del foco hace recordar la
existencia del narrador (p. 153). Es decir, el cambio de foco tiene que ver con
el hecho de reproducir en estilo directo o indirecto la intervención externa o
interna del personaje que está focalizando en ese instante. Paradójicamente, la
autora no desea que esto se note demasiado, pues, para que ese discurso quede
más integrado en la narración, encontramos múltiples ejemplos el estilo directo
introducido sin comillas[v].
-
En el primer tercio del capítulo Virginia
Woolf facilita al lector la comprensión de los cambios de punto de vista incluyendo
el nombre del personaje al comienzo de la focalización y salta al párrafo
siguiente en las primeras once focalizaciones.
-
Sin embargo, a partir de la página 156,
cuando la autora entiende que el mecanismo ha sido totalmente asimilado por el
lector, las transiciones se producen en la mayoría de los casos sin ese cambio
de párrafo y se hace más compleja y variada la construcción de estos puntos de
vista. Algunos ejemplos:
Tenemos una focalización
múltiple en un mismo párrafo:
Que
la temporada de pesca había sido mala, que los hombres emigraban. Hablaban de
salarios y de paro. El joven insultaba al Gobierno. William Bankes, pensando en
lo satisfactorio que era poder dedicarse a algo semejante cuando la vida íntima
era desagradable, le oyó decir que se trataba de «uno de los decretos más
escandalosos de este Gobierno». Lily escuchaba, Mrs. Ramsay escuchaba, todos
escuchaban. Pero, ya aburrida, Lily pensaba en que había algo de lo que
carecían esas palabras; Mr. Bankes pensaba en que faltaba algo. Mientras se
recogía el chal, Mrs. Ramsay pensaba en que faltaba algo. Todos ellos,
escuchando atentamente pensaban: «a los cielos pido que no tenga que dar mi
verdadera opinión sobre esto»; porque todos pensaban: «Los demás se sienten
igual. Están irritados e indignados con el Gobierno por lo de los pescadores,
pero, yo, en el fondo, no pienso nada de eso».
Prácticamente a
continuación se produce un juego en el que se alternan los puntos de vista de
los dos miembros del matrimonio, para volver a simplifcar el recurso en el
último tercio del artículo. El puente entre el uso de los puntos de vista más innovador
y de nuevo más moderado lo pone un fragmento con focalización cero, es decir,
el narrador renuncia al punto de vista de cualquier personaje para ofrecer una descripción
general del comedor iluminado por velas y la entrada de dos nuevos personajes:
Ya
estaban encendidas las velas, y las caras a ambos lados de la mesa parecían
estar más juntas por efecto de la luz, y formaban, como no lo habían hecho en
la luz del anochecer, un grupo reunido en torno a una mesa, porque la noche
había sido excluida por los cristales, que, lejos de dar una imagen correcta
del mundo exterior, lo mostraba como si estuviera haciendo ondas, de una manera
que aquí, en el interior de la habitación, parecía estar el orden y la tierra
firme; pero afuera había un reflejo en el que las cosas temblaban y
desaparecían, se hacían agua (…).
No obstante, los aspectos anteriores
no serían suficientes para conseguir la evidente fluidez en el capítulo
diecisiete. Sin duda, los puntos de vista se deslizan con tanta naturalidad
porque Woolf sabe incluir varios tipos de engranajes con los que unas
focalizaciones se van encadenando con otras. Podríamos hablar de engranajes relacionados
con situación y aquellos vinculadas a la conversación y el pensamiento[vi]. En lo que se refiere a
los primeros, la novelista resuelve con maestría la idea de que estamos
presenciando una cena: Mrs. Ramsay sirve la sopa, pide al servicio que mantenga
caliente el plato principal, trincha y emplata la carne, los comensales cogen el
postre del frutero que se encuentra sobre la mesa desde el comienzo de escena. Estas
acciones no solo ayudan a mostrar el curso del tiempo sino también a desarrollar
los puntos de vista: por ejemplo, la focalización de los dos miembros del
matrimonio de forma simultánea se consigue gracias a que Carmichael ha pedido
que se le sirviese otro plato de sopa. También sucede lo contrario: los
pensamientos de los personajes anticipan acciones, como la entrada de Minta y
Paul en el comedor (p. 159-160).
Respecto
a los engranajes de la conversación y pensamiento, mientras los personajes
cenan mantienen diferentes diálogos con otros y consigo mismos. Este doble
discurso tiene la función de mostrar cómo la placentera insustancialidad de la vida
cotidiana no corresponde con las inquietudes o los deseos que torturan o dan esperanza
a nuestras almas. Pero, además, la mayoría de esos diálogos entre personajes
que no tienen trascendencia alguna suscitan, sin embargo, reacciones y
opiniones en la cabeza de los personajes que luego se evocan en el siguiente o
siguientes puntos de vista y, de ese modo, todo se impregna de un mismo tono
uniforme. Por ejemplo, Lily observa al comienzo de la cena que Mrs. Ramsay
habla a los hombres con condescendencia, y el primer punto de vista de Tansley
empieza con la misma idea: no va a consentir que esa mujer le hable con
condescendencia. El mismo Tansley se siente desvalido y bajo su arrogancia
subyace un fuerte sentimiento de inferioridad; Mrs. Ramsay se percata y piensa
que Lily debería ayudarle; a continuación, Lily se da cuenta y decide
rescatarlo como él lo haría con ella si se declarase un incendio. Otro caso: se
muestra cómo Mr. Ramsay se siente atraído por Minta; Mrs. Ramsay reflexiona
sobre esa posible atracción para llegar a la conclusión de que eso no significa
nada para su matrimonio y que ella se siente difusamente atraída por la figura
de Paul.
A
su vez, hay distintos objetos que se repiten y contribuyen a otorgar unidad y
fluidez: el salero, la bandeja de fruta, el mantel, los alimentos. Incluso ayudan
a seguir psicológicamente a los protagonistas. Un ejemplo es la comparación de
la sopa y la carne: Mrs. Ramsay sirve la sopa mientras está de mal humor, por
lo que no tiene ni olor, ni sabor; sin embargo, cuando llega el plato principal
ha cambiado su aptitud y, de ese modo, el asado tiene color, textura, aroma y
es agradable a todos los sentidos. De igual modo, el frutero adquiere un valor simbólico:
No, dijo, no
quería una pera. A decir verdad, había estado en guardia ante el frutero (sin
darse cuenta), celosa, con la esperanza de que nadie lo tocara. Había dejado
descansar la mirada entre las curvas y sombras de la fruta, entre los ricos púrpuras
de las uvas escocesas, por el dentado borde una cáscara, juntando un amarillo
con un púrpura, una curva con un círculo, sin saber por qué lo hacía, o por
qué, cada vez que lo hacía, se sentía cada vez más serena; hasta que, ay, qué
pena que tuviera que pasar, se acercó una mano, cogió una pera, destruyó el
efecto. Miraba a Rose con cariño. Miraba a Rose, sentada entre Jasper y Prue.
¡Qué raro que tu propia hija hubiera hecho eso! (p. 170).
Pese
a todo lo que se ha dicho hasta ahora, nada logra describir con justicia la
genialidad con la que Virginia Woolf utiliza el punto de vista en el capítulo. Podemos
esforzarnos en ser los más formalistas y sesudos estudiosos, poner la lupa en
cada palabra, en cada estructura, en cada recurso, en cada cambio y matiz, pero
nada explicará la capacidad de recreación del alma del ser humano de este
texto. El capítulo diecisiete de la primera parte de Al faro es ante
todo verosímil porque cuenta una verdad esencial: detrás de la máscara monótona
de lo cotidiano se encuentra el espíritu cambiante de cada uno de nosotros. Woolf
consigue retratar la naturaleza proteica y voluble de los sentimientos y las
ideas. Sabemos que lo hace alternando el punto de vista. Sin embargo, eso es solo
la receta, para que el resultado quede como en Al faro hace falta una
mano maestra y eso —y no digo que no sea una auténtica pena— no está reflejado
en recetario alguno.
[i]
Aunque menos de lo que se
podría esperar o desear. Si se hace una breve consulta sobre la autora en el
catálogo de la Biblioteca Nacional Española (por centrarnos en la recepción que
ha tenido en nuestro entorno), se encuentran, a priori, ochenta referencias. Pero
si se hace la misma consulta con James Joyce, por citar a un autor de la
literatura anglosajona de la misma época y tendencias, encontramos más de
ciento noventa entradas. Es verdad que Virgina Woolf parece contar con más
predicamento que autores tan valorados como William Faulkner, con «solo» cincuenta
obras. Sin embargo, si se observan las entradas de los últimos años, casi todos
son estudios escritos por mujeres y centrados en la condición femenina de Woolf.
Sin negar que esta vía de investigación sea legítima y necesaria, creo Woolf
merece una mayor atención desde una perspectiva exclusivamente literaria.
[ii]
Aunque si revisamos de forma exhaustiva
el capítulo, encontramos juicios y afirmaciones que pertenecen al narrador,
como cuando se dice: «reflexionaba, con su honradez de solterona» (p.
153).
[iii] Tanto es así que en el capítulo
llegan a desaparecer algunos puntos de vista cuando el personaje resuelve un
momentáneo malestar. Es el caso de Charles Tansley: baja a la cena disgustado y
en los primeros momentos en la mesa siente un profundo desagrado (no tiene ropa
tan elegante como los demás, se ve fuera de situación, todos le parecen
estúpidos, desea intervenir en el diálogo sin conseguirlo…). Cuando Lily le ayuda
a entrar en la conversación y la monopoliza, su estado de ánimo cambia por
completo. Ha desaparecido el conflicto del personaje y lo hace también su punto
de vista.
[iv]
En la segunda parte la autora
recurrirá a una focalización cero, lo que llamamos tradicionalmente
omnisciencia, y a una focalización externa, el conocido como narrador cámara, ya
que en esas páginas apenas aparecen algunos personajes episódicos.
[v]
Deberíamos preguntarnos por
qué se utiliza tan poco el estilo indirecto libre («Porque, en todo caso, se
dijo, al ver el salero sobe el dibujo, ella no necesitaba casarse, gracias sean
dadas a los cielos», p. 164). Tal vez porque el indirecto libre pone más de
manifiesto la existencia del narrador.
[vi] Los dos aspectos permanecen
siempre vinculados y este es otro de los méritos de este capítulo: hasta cuando
el texto se hace más introspectivo, Woolf nos recuerda que estamos ante una
escena en movimiento. Por ello en la página 166, en la que Mrs. Ramsay se
enfrasca en reflexiones sobre su matrimonio y en sentido de su vida, lo que ocurre
en el comedor se sigue planteando entre paréntesis.
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