El tiempo en la literatura
El tiempo en la literatura
«Usar el tiempo es
mejor que explicarlo», argumentan algunos ante la presencia de distintas
teorías que definen este concepto y da material a los escritores para jugar con
esta idea, ya sea como estructura de sus relatos o como parte del relato en sí.
En este trabajo estudiaremos la percepción y usos del tiempo en tres textos.
El primero, Los excluidos de Elfriede
Jelinek; el segundo, Al faro, específicamente
el capítulo El tiempo pasa, de
Virginia Woolf, y el tercero, El otro,
relato de Borges compendiado en El libro de arena.
El fin de este análisis es mostrar como cada autor recurre al tiempo, ya
sea para manifestar un hecho social acontecido, o para expresar el paso de los
años a través de tiempo como personaje, quizá para cuestionarnos sobre la
existencia de realidades alternas o para enfrentarnos al caos de una atemporalidad.
El tiempo, aun cuando carecemos de una definición absoluta, se ha estudiado
en campos como la filosofía y la ciencia. En el primero, Platón argumenta que
el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. Aristóteles dice que el tiempo se
relaciona con el movimiento. Plotinio expresa que es el alma o la consciencia
la que mide el tiempo. San Agustín formula que el tiempo es una paradoja, pues
se conforma de un ahora en movimiento.
Por su lado, Dans Escoto sostiene que el movimiento está fuera del alma
pero que es ésta quien puede medirlo. Para Leibniz el tiempo es el orden
universal de los cambios. Para Henri Bergson, el tiempo es una medida de la
duración individual del acceso al pasado que afecta al futuro.
Kant argumenta que el tiempo es una condición de fenómenos, una intuición
“a priori”; no es subjetivo, ni convencional ni arbitrario, no es una cosa en
sí, no es real. Para Hegel el tiempo es sólo el espíritu que se despliega en sí
mismo y que es eterno. Y para Heidegger el tiempo es el horizonte trascendental
de la pregunta por el ser que se revela ante la muerte y la preocupación por su
propia posibilidad de ser.
En el campo físico el tiempo se divide en tres etapas: el absolutismo donde
el tiempo es continuo, homogéneo e ilimitado, sin cambios, una realidad
completa en sí misma, dominado por las ideas de Newton; el espaciotiempo
dominado por Minkowski donde el tiempo es relacional; y las estructuras
dinámicas estudiadas por Einstein donde el tiempo es relativo.
Es importante mencionar también dos vertientes del tiempo: atmosférico
donde se mide la temperatura, la nubosidad, la humedad, la presión atmosférica,
el viento y las precipitaciones; y el tiempo como formación social según la
teoría de Niklas Luhmann.
En la literatura también se hicieron planteamientos acerca del tiempo, por
ejemplo: Aristóteles decía que los acontecimientos deberían ser episodios no
mayores a veinticuatro horas y comenzar el relato del ahora para retroceder al
pasado o avanzar al futuro, como sucedía en la realidad.
Sin embargo, al ser la literatura una evolución del discurso que debe
comprenderse en su totalidad, surge la necesidad de generar un discurso por
asociación de ideas, un desorden de los acontecimientos narrados marcados por
pausas, retrocesos o avances. Esta exploración propone también una revisión
sobre los tres tiempos narrativos: la aventura, el conjunto de acciones: la
escritura, disposición crítica de los acontecimientos según la finalidad del
narrador, y la lectura referencial, contextualiza la obra en un determinado
momento histórico.
Es así que el tiempo en la literatura transciende como constructor de
estructuras ligado a los conceptos filosóficos que abarcan desde lo inmutable a
lo efímero.
Hay tantas teorías con las cuales explorar el tiempo, sin embargo,
trataremos de unificar este concepto para los fines del trabajo. La definición
más accesible es la siguiente: la palabra tiempo se utiliza para nombrar la
magnitud de carácter físico que se emplea para realizar la medición de lo que
dura algo susceptible de cambio advertido por un observador. Los hechos se
organizan de manera secuencial: pasado «aquello que sucedió y se recuerda»,
presente «lo que está pasando y a lo que se está atento» y futuro «lo que se
espera suceda».
Se cree que el tiempo puede ser una línea que se prolonga indefinidamente o
un círculo sin principio ni fin, pues para que ocurra algo debe estar precedido
por otro suceso y para que haya un final debería existir algo después del
tiempo. Se abre, entonces, la posibilidad de que distintas líneas del tiempo
fluyan en el mismo espacio como ramificaciones, similar a un fractal o que la
existencia de múltiples tiempos independientes sea posible.
Sin embargo, el filósofo J.M.E McTaggart expone dos teorías que eliminan la
existencia del tiempo como algo objetivo. La primera, establece que el tiempo
fluye por un camino definido, y que por tanto es posible organizar los eventos
como si se tratara de una progresión del pasado hacia el futuro. La segunda,
sugiere que el paso del tiempo es una ilusión, y por lo tanto no existe un
orden objetivo en los eventos del tiempo. De tal manera que nuestra noción de
tiempo es subjetiva, pues se basa en eventos que recordamos.
Julio Cortázar, en la grabación La
subjetividad del tiempo, parece estar de acuerdo con esta última concepción
del tiempo.
“Todo
es distante y diferente y parece inconciliable, y a la vez todo se hace
simplemente en este momento que todavía no existe para mí y que es el momento
en que usted escucha estas palabras que yo grabé en el pasado, es decir, en un
tiempo que para mí ahora es el futuro, un juego de la imaginación […] que nunca falta en los locos, como si
eso fuera a decir algo, como si supiéramos lo que es un juego en el fondo […]. Aquí, por ejemplo, esta cantidad de
carteles, de grafiches que se van amontonando, en general la gente pasa y mira
el último que esta pegado encima. Yo no
sé. Para mí es algo así como una pared llena de carteles. Tiene siempre algo de
mensaje. Es como una especie un poema anónimo porque ha sido hecho por todos. […] Carteles que se fueron superponiendo,
palabras que se fueron acumulando, imágenes, algunas caen y otras quedan, los
colores se combinan […]. Signos,
el poema tiene un sentido, palabras que (te remiten al pasado o te llevan al
futuro). Ahora sigo caminando, pero durante mucho rato viviré a través de los
recuerdos y sentimientos los años pasados.”[1]
El ahora es desmentido por la constancia del cambio. Sin embargo, subsiste
gracias a el juego, que los escritores con los recursos de la imaginación, de
la imagen y las palabras, platean como un suceso que, por el recuerdo o la
espera, signifique una realidad posible para el lector.
El tiempo: transformación social en Los
excluidos, de Elfriede Jelinek.
Las obras literarias nos transmiten los
modos de vivir de un periodo determinado, su ambiente, la distintas visiones
acerca del mundo y los tipos de sistemas vigentes de esa etapa.
Elfriede Jelinek (literata
Austriaca) nos remite, con Los excluidos,
a los barrios vieneses después de la segunda guerra mundial, a través de un
grupo de jovenes: Rainer y Anna, gemelos existencialistas, Sophie una joven
millonaria y Hans, un joven obrero que anhela ser rico; con la finalidad de
denunciar los problemas como la incertidumbre y sensación de riesgo que determiaron
dos dimensiones como la sociedad de clases y la esfera familiar y relación de
género, cambios importantes en la trayectoria vital de los individuos.
“El milagro económico, (una
expresión alemana que en numerosas que en numerosas películas se tradujo en la
aparición de consolas y bares domésticos, y en que muchas rubias gordas
realzaran sus enormes pechos con armazones de alambre) puede hacer sus entrada
sin ningun obstáculo. Es recibido con gritos de bienvenida. No obstante, existe
gente en cuyas casas no entra nada, y mucho menos un milagro. Siempre que abren
la puerta no entra más que el frío de fuera. (23)[2]
Los protagonistas de la
novela son jovenes que vagan por las calles de Viena delinquiendo sin un sentido
aparante. “Uno busca placer que carece
totalmente de sentido.”(7)[3]
Sin embargo, anhelan acabar
con la frustración de sus propias incapacidades, con el odio hacia lo que son
en una Viena de posguerra. “La
rabia de Anna, […] arranca
el conflicto generacional, […] querría
tener todo lo que hay detrás de dichos escaparates, solo que no le alcanza el
dinero de su asignación semana.”(9)[4]
Niklas Luhmann teoriza sobre
estos fenomenos sociales y expone que un sistema surge en un proceso de
reducción de complejidad donde existe un conflicto que subyase como un
mecanismo regulador que permite establecer las condiciones sobre las que se
edifica y mantiene.
“Y ahí esta la madre,
aporreando la máquina de escribir y criticando a los pequeñoburgueses, que
fueron los que más aclamaron a Hitler y con los que su hijo no debe tener
trato. Estos políticamente incoscientes, saciaron su afan de lucho mezquino y
egoísta a costa de las minorías.” (13)[5]
Estas minorías desencadenaron
cambios estructurales socieconómicos, demográficos, tecnológicos, ambientales,
familiares, de género y valores, dando paso a desigualdad y la excluisión
social. “Dado que la guerra
reduce casi todo al caos, es posible también hacer estallar una estructura de
clases, incluso adentrarse en las clases dirigentes, […] si se tiene la inteligencia para
ello.” (4)[6]
Hubo una precarización
generalizada en el desempleo, en los horarios y la jornada de trabajo. “Muchos
trabajan durante toda su vida y nunca llegan a ser libres.” (25)[7]
La exclusión es un proceso dinámico
e implica fracturas en el tejido social, y en consecuencia, la aparición de una
nueva escisión social, de nuevos colectivos vulnerables y complejos. “El telón de la historia se rasga, se
rompe en dos como una sandía madura y siempre está hecho del mismo materia:
aquí los desposeídos; allí los sin ley.” (11)[8]
Esta exclusión social se refleja
en el fracaso escolar, la precariedad laboral, desprotección social, familias
monoparentales y género; o bien entre barrios donde las condiciones de
habitalidad son malas, hay segregación étnica, pobreza y probelmas de
salubridad. “Hay que hacer todo
lo posible por llenar esa vida privada, lo que algunos intentan en una mansión […] y otros en una vivienda municipal o
en un viejo edificio con lavadero comunitario […].” (13)[9]
Los colectivos marginados,
heterogéneos y cambiantes, no logran conformar un sujeto articulado de cambio
histórico, visible y con capacidad de superación de la exclusión. “[…] les dice a sus compañeros con cierta destemplanza que es
el individuo y no el grupo anónimo e insensible el que tiene que salvarse; en
el grupo uno desaparece para no volver a salir nunca más […].” (13)[10]
La fragmentación de esta
sociedad austriaca de los años cincuenta en grupos minoritarios, narrada por
Jelinek en un crudo amasijo de novela, ensayo y reflexión, es consecuencia de la evolución de un
conflicto caracterizado por el terror, la desesperanza, la muerte y la
nostalgia, que evolucionan en la desintegración familiar, la violencia, la
frustración, el desamparo y los patrones de conducta contrastantes con la
ceguera de los viejos quienes al parecer se han estancado en otra realidad.
“El hombre tiene que liberarse
de las absurdas limitaciones impuestas por lo que se supone que es la realidad
actual y la perspectiva de una realidad futura, que apenas tiene valor. Cita:
«Cada minuto alberga en su interior el declive de una historia claudicante y
quebrantada».” (21)[11]
Concluimos que Jelinek hace
uso del tiempo como transformación social, utilizando como recurso las
consecuencias de un fenomeno mundial que permeó en la sociedad vienesa
dividiendola en grupos minoritarios con intereses propios que chocaban unos con
otros. “El mundo exterior
amenaza con irrumpir groseramente el cristalino acontecer del mundo interior.”
(7)[12]
El tiempo también es personaje en Al
faro. El tiempo pasa, de Virginia Woolf.
Virginia Woolf, escritora inglesa, exploró en sus novelas, diversas
técnicas narrativas como el fluir de la consciencia o monólogo interior. Desplazó
el foco de un personaje a otro, con el fin de de capturar lo fugaz, englobar la
totalidad, moldear infinitas figuras extrañas, para mostrarnos la realidad de la
sociedad victoriana, a través algo vivo como el tiempo que avanza en una
sucesión de detalles, sentimientos, emociones y vivencias de los personajes.
“Levantó
la mirada, ¿qué demonio se había apoderado de él, del benjamín, de
su adorado?; se fijó en la habitación: las sillas, pensó que estaban
francamente deterioradas. Las tripas, como había dicho Andrew unos días antes,
estaban esparcidas por el suelo; pero ¿para qué, se preguntaba, comprar
sillas buenas y dejarlas allí durante todo el invierno, al cargo de una
anciana, cuando la casa entera rezumaba humedad? […] Esteras, camas
portátiles, inestables sillas fantasmales y mesas que ya habían cumplido una
larga vida de servicio en Londres; todo esto podía volver a ser útil aquí;
y una o dos fotografias, y los libros. Los libros, pensó, crecen solos.
Nunca tenía tiempo para leer. ¡Ay!, incluso los libros que le habían regalado, […] Era triste reconocer
que no los había leído. (37) [13]
La novela es
narrada en la espera ansiosa de un niño, en la voluntad y la memoria de una
mujer, en la vision de una pintora, en las distracciones de un filósono
egocéntrico y desencantado.
“Sí, mañana, por supuesto, si hace bueno dijo Mrs. Ramsay-. […] Estas
palabras proporcionaron a su hijo una alegría extraordinaria, como si
la excursión fuera ya cosa hecha; como si toda la ilusión con la que había
aguardado este momento, que parecía haber tardado años y años, estuviese,
tras la oscuridad de la noche, tras un día de navegación, al alcance de la
mano. Pero, puesto que, ya a los seis años, era miembro de ese gran grupo
que no consigue mantener en orden los sentimientos, sino que consiente que
las esperanzas futuras, con sus penas y alegrías, empañen lo que sí que
está al alcance de la mano, y puesto que, para quienes son así, desde la
más temprana infancia, cualquier movimiento de la rueda de las emociones
tiene el poder de hacer cristalizar y detener el momento sobre el que
recae ya la pena, ya la exaltación, James Ramsay, que, sentado en
el suelo, recortaba estampas del catálogo ilustrado del economato de la
armada y el ejército, mientras su madre hablaba, adomó el cromo del
refrigerador con una bienaventuranza celestial.” (1)[14]
Al faro, es
una novela que se divide en tres partes: La primera, La ventana y la tercera El
faro, están elaboradas a partir de la técnica de monólogo interior, aquí el
tiempo se condensa en una tarde y en una mañana. En la segunda El tiempo pasa, el narrador se
transforma y el tiempo narrativo se distorsiona de manera distinta. Percibimos,
en diez años, los cambios que sufre la casa paralelos a sucesos humanos. El
tiempo es narrado como fuerza de la naturaleza y se vuelve personaje al no ser
percibido ni memorizado por el ojo humano.
Nada se movía en el salón, ni en el comedor, ni en la
escalera. Sólo atravesando los goznes oxidados, y por entre la hinchada
madera, húmeda del mar, ciertos aires, separados del cuerpo de los vientos
(la casa, después de todo, estaba dete- riorada), sorteaban las esquinas,
y se aventuraban a entrar. Casi podían verse con la ayuda de la
imaginación, entrando en el salón, preguntando, admirándose de todo,
jugando con el desprendido papel de la pared, preguntándose
¿durará mucho?, ¿cuándo se caerá? (161) [15]
Virginia
usa el tiempo siguendo la concepción de Bergson, quien distingue entre el
tiempo crónologico de la historia y el tiempo interior de la consciencia como
único verdadero. Esta diferencia se aprecia en la parte primera y tercera donde
predomina el tiempo interior de la consciencia, mientras que en la segunda la
contemplación del eterno fluir del tiempo y la vida se constata con los
acontecimientos progresivos que no impactan la subjetividad de los personajes.
“Reinaban
el amor y la quietud, y juntos componían la propia imagen del amor, una
imagen despojada de vida; solitaria como un charco al atardecer, lejano,
visto desde la ventana de un tren, y que tan aprisa se desvanecía que,
blanco de crepúsculo, aunque se le llegase a ver, apenas era despojado de su
soledad. El amor y la quietud se daban la mano en el dormitorio; y, entre
jarras cubiertas y sillones enfundados, ni siquiera turbaban aquella paz
la impertinencia del viento o la hú meda nariz de los aires marinos, que
rozaban, olisqueaban, repetían, eiteraban las preguntas -«¿Desaparecéis?,
¿morís?»-; tampoco turbaban la indiferencia, el aire de pura integridad,
como si las preguntas que hacían apenas exigieran respuesta de ellos: nos
quedamos. [16]
La ambientación,
la naturaleza y la atmósfera que logra Woolf, es a través de esos objetos del
mundo exterior que siven para desencadenar la avalancha de imágenes,
sensaciones, asociaciones, fragmentos que recomponen la continuidad de la vida.
Las velas se movían sobre sus cabezas. El agua bañaba los
costados de la barca, soñolienta e inmóvil bajo el sol. De vez en cuando
las velas se agitaban con una leve brisa, pero cesaba la brisa y cesaba el
movimiento. La barca estaba inmóvil. Mr. Ramsay estaba sentado en medio de
la barca. (207)[17]
La casa, el
mundo que los seres humanos han conseguido hacer habitable, da cuenta del paso
del tiempo al quedar abandonada y vacía a su suerte, sin la presencia humana
que le dé sentido. La naturaleza reclama sus derechos, se aluden los bombardeos
de la guerra. La destrucción y la muerte se apoderan del escenario. El narrador
impersonal se limita a registrar los cambios, sin valorarlos. De echo, la
muertes de algunos miembros se mencionan incidentalmente. “Estaba apolillada: lo de
Mrs. Ramsay. ¡Pobre señora! ¡Nunca volvería a necesitar sus cosas! Había
muerto, le ha- bían dicho; hacía algunos años, en Londres.” (174)[18]
“La casa se
quedó sola, desierta. […]
Había cosas que se pudrían en los cajones: era una verdadera pena
dejarlo así, decía. La casa se había echado a perder. […] Una pluma
tan sólo, y la casa, hundiéndose, cayéndose, se habría vencido y se
habría precipitado en la más profunda oscuridad.” (177)[19]
El tiempo
es un ansia de perdurabilidad y estabilidad y Virginia lo extiende o contrae
con gran maestría.
El doble juego del tiempo en El otro,
de Borges
Varios de
los cuentos de Borges representan una alegoría de su concepción del tiempo: una
red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, afines y paralelos que
originan un universo de posibilidades.
La primer concepción es el tiempo isotrópico: las cuatro dimensiones
propuestas por la física relativa deben ser ampliadas al infinito: infinitas
bifurcaciones, infinitos espacios y por ende infinititas dimensiones. La
segunda idea es el tiempo circular o eterno retorno: lo particular se repite de
manera excepcional y que a la luz de otras concepciones aparece como casualidad
y o como un serie de situaciones históricas que tienen que volver a darse. La
tercera es la inexistencia del tiempo: al repetirse no transcurre y niega la
realidad objetiva como parte de nuestra propia percepción porque estamos frente
a la apariencia del transito temporal.
Borges narra en El otro un encuentro
consigo mismo. Sentado en un banco halla a un joven a quien reconoce como él
mismo, pero en Ginebra en 1918 y a orillas del Ródano; cuando él, ya mayor,
está en Cambridge, en febrero de 1969 a orillas del río Charles. “En tal caso
—le dije resueltamente— usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge
Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.” (5)[20]
Este relato juega con la idea de la permanencia de la identidad a través
del tiempo. El encuentro involuntario y el reconocimiento en la diferencia
introducen la idea de movilidad del yo con el otro, entonces vemos como el
doble se convierte en un referente extraño y diferente que reclaman un estatus
ontológico. “—No —me respondió con mi propia voz un poco lejana. […] Lo raro es
que nos parecemos, pero usted es mucho mayo con la cabeza gris.” (4)[21]
En el relato se expone el tema del doble y el efecto fantástico, para
reflexionar sobre el paso del tiempo y sus consecuencias sobre las personas,
así como la realidad, una sola y en continuidad con la vigilia y el sueño
(conexión entre la realidad y ficción). Este técnica nos abre una suma de
posibilidades de interpretación. Se insinúa la existencia de un orden paralelo
a la realidad circundante, un orden que amenaza corromper el mundo conocido.
Borges trata el tiempo como una imagen, como una consciencia ilusoria que
da sentido a la realidad a través de la incertidumbre que se integra en un
discurrir histórico, señalando el modo intencional de la imagen ficción-tiempo.
“—Si usted ha sido yo, ¿como explicar que haya olvidado su encuentro con un
señor de edad que en 1918 le dijo qué el también era Borges?” (14)[22]
Para Borges el tema del doble es un juego de espejos, una paradoja
seductora que da la posibilidad de extensión y conocimiento del propio yo, pero
con la inherente inaccesibilidad a nosotros mismos.
“—Todo es un milagro —alcanzo a decir—
y lo milagroso da miedo. […] Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja
de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en el mismo
banco que está en dos tiempos y en dos sitios.” (18-19)[23]
Concluimos, a
través de este paseo literario que hay tantos modos de temporalización como
modos de ser que se temporalizan y surgen del sujeto como experiencia
consciente de la mente, dispuesta a juegar con las posibilidades de
representación del tiempo, para explicarnos la realidad.
Es un hacer converger
el presente con relación al pasado o futuro y quebrar la plenitud del ser para
no ser. Crear una ilusión cambiante que no retorna jamás o sí. Un caos,
hermético e ininteligible, al que uno accede por medio del lenguaje, en nuestro
caso la escritura.
Bibliografia
Los excluidos, Elfriede Jelinek. 1980. Editorial Penguin Random House
Grupo Editorial 2016. Traducción de Carmen Vázquez De Castro. Doi: 978-84-397-22272-4
Al faro. Woolf, Virginia. 1927. Greenbooks editore. 2016.
Doi: 78-88-99941-00-0.
El libro de arena. Borges, Jorge Luis. 1975.
Penguin Random House Grupo Editorial. 2011. Doi: 978-84-9989-266-5.
[2] Jelinek
Elfriede, 2010, TEXT/0002_0000.HTM,
Penguin Random House Grupo Editorial, Los
excluidos, doi: 978-84-397-22272-4
[3] Ibid.
[5] Ibid,
TEXT/0025_0000.HTM.
[6] Jelinek
Elfriede, 2010, TEXT/0007_0000.HTM,
Penguin Random House Grupo Editorial, Los
excluidos, doi: 978-84-397-22272-4
[7] Ibid,
TEXT/0009_0000.HTM.
[8] Ibid.
[9] Ibid,
TEXT/0015_0000.HTM.
[10] Ibid, TEXT/0019_0000.HTM.
[11] Ibid, TEXT/0013_0000.HTM.
[12] Ibid, TEXT/0028_0000.HTM.
[14]Ibid. La Ventana,
5.
[15] Woolf,
Virginia. El paso del tiempo, 2. Greenbooks editore. Al faro. Doi: 78-88-99941-00-0
[16] Ibid, El paso del tiempo, 4.
[18] Woolf,
Virginia. El paso del tiempo, 8. Greenbooks editore. Al faro. Doi: 78-88-99941-00-0.
[19] Ibid. El paso del tiempo, 9.
[20] Borges,
Jorge Luis. El otro. Penguin Random House Grupo Editorial. El libro de arena. Doi: 978-84-9989-266-5.
[21] Ibid.
[22] Ibid.
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